El Pasaporte del Corazón: La odisea de Yunerki Ortega y el espejo de la identidad chilena

El Pasaporte del Corazón: La odisea de Yunerki Ortega y el espejo de la identidad chilena
2025-07-15

- Yunerki Ortega, el para-atleta cubano que desertó en Santiago 2023, es hoy ciudadano chileno por gracia, cerrando un capítulo personal y abriendo un debate nacional.

- Su caso se suma al de otros deportistas nacionalizados, como Santiago Ford y Yasmani Acosta, planteando preguntas sobre el mérito, la pertenencia y el patriotismo en el deporte.

- La celebración de Ortega contrasta con la tensa discusión política sobre los derechos de los migrantes, como el voto extranjero, revelando las contradicciones de un país que acoge y, a la vez, desconfía.

El Final de la Fuga, el Comienzo del Debate

A más de ocho meses de que se esfumara de la Villa Panamericana en una fría mañana de noviembre, la historia del para-atleta cubano Yunerki Ortega Ponce ha llegado a un punto de inflexión. El pasado 2 de julio, el Senado de la República aprobó por unanimidad la concesión de la nacionalidad por gracia, culminando un proceso que transforma su estatus de solicitante de refugio al de ciudadano chileno. “Lo que siento es más grande que un oro olímpico”, declaró emocionado a la prensa. Sin embargo, más allá de la conmovedora narrativa personal, la travesía de Ortega se ha convertido en un espejo que refleja las complejas y a menudo contradictorias facetas de la identidad chilena contemporánea, marcada por la migración, el deporte y las tensiones políticas.

La Decisión: Entre la Dignidad y la Incertidumbre

La decisión de Ortega de no regresar a Cuba no fue un impulso. Fue el resultado de años sintiéndose, en sus propias palabras, como un “gladiador de la época romana”, un activo deportivo para un sistema que no le ofrecía beneficios ni futuro. “Uno va teniendo familia, necesidades y a medida que van pasando los años uno se va dando cuenta de muchísimas cosas”, confesó en una entrevista. Su fuga durante los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023, donde debía competir en natación, fue un acto de autoafirmación.

Los meses siguientes fueron de una precariedad que contrasta con su palmarés deportivo —múltiples medallas parapanamericanas y participaciones paralímpicas—. Vivió en Maipú y luego en el Centro de Alto Rendimiento, apoyado por una red que incluyó al abogado Mijail Bonito, a la diputada y exatleta Érika Olivera, y a otros deportistas de origen cubano ya nacionalizados, como el luchador Yasmani Acosta y el decatleta Santiago Ford. Su caso encontró eco en el Congreso, donde legisladores de distintas bancadas, como el senador Francisco Chahuán, lo calificaron como un “acto de justicia” frente a la “vulneración de derechos” en su país de origen.

El Club de los Nuevos Chilenos: ¿Patriotismo por Adopción?

Ortega se une a un selecto grupo de deportistas extranjeros que han encontrado en Chile una segunda patria y la oportunidad de competir bajo su bandera. Este fenómeno, si bien celebrado por los triunfos que aporta, no está exento de debate. Para algunos, como el abogado Bonito, la nacionalización de atletas como Ortega es una señal de que “Chile es un país que reconoce los aportes de la migración ordenada” y que eleva el nivel competitivo nacional. Yunerki, ahora enfocado en el paratriatlón, aspira a llevar a Chile por primera vez a unos Juegos Paralímpicos en esta disciplina, con la mira puesta en Los Ángeles 2028.

Esta visión pragmática, sin embargo, convive con una reflexión más profunda sobre la naturaleza del patriotismo. ¿Es el sentimiento nacional algo que se adquiere por nacimiento o por elección y compromiso? La dedicación de estos atletas y su declarado amor por el país que los acogió desafían las nociones más tradicionales de identidad, sugiriendo que la “chilenidad” puede ser también un proyecto de vida, una construcción activa basada en la gratitud y la contribución.

La Disonancia: Celebración en el Deporte, Tensión en la Política

Mientras la historia de Yunerki Ortega generaba un consenso transversal, el debate público sobre la migración en Chile seguía un camino mucho más polarizado. A mediados de año, en paralelo a la tramitación de su nacionalidad, las redes sociales y la discusión política se inundaban de desinformación sobre el voto extranjero. Noticias falsas, como supuestos proyectos para prohibir su sufragio o imágenes generadas por inteligencia artificial de celebridades pidiendo “No al voto extranjero”, evidenciaron un clima de hostilidad y sospecha.

Fuentes de verificación de datos como la Alianza Comprueba tuvieron que desmentir sistemáticamente estas afirmaciones, aclarando que Chile no es el único país que permite el voto de residentes extranjeros en elecciones presidenciales y que las cifras de votantes migrantes son a menudo infladas con fines políticos.

Esta tensión se materializó en el Congreso con la controversia sobre si los extranjeros avecindados debían ser multados por no votar, al igual que los ciudadanos chilenos. La propuesta de eximirlos, vista por algunos como una forma de no imponer una carga a quienes aún no son ciudadanos plenos, fue criticada en editoriales como una “discriminación que solo parece encontrar motivaciones políticas”, creando una ciudadanía con derechos diferenciados.

Un País en Construcción

El caso de Yunerki Ortega es, en definitiva, un microcosmos de las encrucijadas que enfrenta Chile. Por un lado, la capacidad de acoger y celebrar el talento extranjero, reconociendo en su historia de superación un valor que enriquece el tejido nacional. Por otro, la persistencia de una profunda ansiedad social y política en torno a la migración, que se manifiesta en debates crispados y en la instrumentalización del “otro” con fines electorales.

La odisea de Yunerki ha concluido con un pasaporte chileno en la mano y el sueño de traer a su madre. Pero la narrativa nacional que su historia ilumina sigue abierta. Su viaje obliga a Chile a mirarse al espejo y a confrontar una pregunta fundamental y aún no resuelta: ¿qué tipo de nación quiere ser? Una que define su identidad por el origen y la sangre, o una que la construye a través del compromiso, la contribución y, como en el caso de Ortega, un corazón que elige un nuevo hogar para latir.

La historia presenta una narrativa completa con un principio, desarrollo y un cierre claro, permitiendo un análisis profundo de sus consecuencias. Aborda temas universales como la identidad nacional, la migración y el poder simbólico del deporte, trascendiendo la crónica de un evento para explorar las complejidades del sentido de pertenencia en el mundo contemporáneo. El caso invita a una reflexión sobre los criterios legales y emocionales que definen la ciudadanía, contrastando una historia personal de integración con debates políticos más amplios sobre los derechos y el rol de los extranjeros en la sociedad. Su evolución en el tiempo ofrece una perspectiva madura sobre el impacto social y mediático de un acto administrativo que se convirtió en un símbolo.