El Fin de una Era, el Comienzo de un Legado: Cómo la Muerte de Francisco Redibujó el Mapa del Poder y la Fe Global

El Fin de una Era, el Comienzo de un Legado: Cómo la Muerte de Francisco Redibujó el Mapa del Poder y la Fe Global
2025-07-08
  • El pontificado de Francisco, marcado por su defensa de los pobres y el medio ambiente, finalizó dejando una Iglesia profundamente dividida entre reformistas y conservadores.
  • Su muerte expuso las tensiones latentes, desde la oposición en Estados Unidos hasta la compleja relación con líderes como Javier Milei, evidenciando el peso político del papado.
  • Con la elección de León XIV, el Vaticano inicia un nuevo ciclo, enfrentando el desafío de sanar fracturas internas y definir su relevancia en un mundo que debate entre la doctrina y la compasión.

A más de un mes de que las campanas de San Pedro anunciaran el fin del pontificado de Jorge Mario Bergoglio, el eco de su legado resuena con una complejidad que el ciclo noticioso inmediato no pudo capturar. La muerte del Papa Francisco el 21 de abril no solo cerró un capítulo de doce años, sino que también descorrió el velo sobre las profundas fracturas, las luchas de poder y las preguntas existenciales que definen a la Iglesia Católica en el siglo XXI. Con un nuevo pontífice, León XIV, ya instalado, el mundo observa si la era de Francisco fue una excepción o el prólogo de una transformación duradera.

El Pontificado de las Contradicciones

Francisco, el primer Papa del "Sur Global", orientó el foco del Vaticano hacia las periferias geográficas y existenciales. Su encíclica Laudato Si' se convirtió en un manifiesto global contra la degradación ambiental y el consumismo, mientras que sus gestos diplomáticos, como la mediación entre Cuba y Estados Unidos o su apoyo al proceso de paz en Colombia, reafirmaron la influencia geopolítica de la Santa Sede. En Chile, su recuerdo está indisolublemente ligado a su visita de 2018, un momento que expuso la dolorosa herida de los abusos sexuales clericales y forzó a la institución a una autocrítica tardía, aunque significativa. El cardenal Fernando Chomali lo describió como un hombre que "murió con las botas puestas", una imagen que captura su incansable actividad hasta sus últimos días, debilitado por problemas respiratorios que culminaron en un accidente cerebrovascular.

Sin embargo, su papado fue un campo de tensiones. Mientras impulsaba una "Iglesia en salida", más cercana a los pobres y migrantes, mantuvo una postura doctrinaria tradicional en temas como el aborto, los anticonceptivos y el sacerdocio femenino. Esta dualidad generó frustración tanto en sectores progresistas, que esperaban reformas más audaces, como en los conservadores, que veían sus aperturas pastorales como una amenaza a la ortodoxia. En su propia región, América Latina, su popularidad no logró frenar la sangría de fieles hacia iglesias evangélicas o el agnosticismo, demostrando que la figura de un Papa carismático no era suficiente para revertir tendencias socioculturales de largo aliento.

Las Voces del Desacuerdo: Oposición Interna y Reacomodos Políticos

El legado de Francisco no puede entenderse sin analizar la férrea oposición que enfrentó, particularmente desde el ala conservadora de la Iglesia en Estados Unidos. Figuras como el cardenal Raymond Leo Burke y el exarzobispo Charles Chaput criticaron abiertamente lo que consideraban una deriva hacia el "marxismo puro" por sus cuestionamientos al capitalismo desregulado. Sus gestos de apertura hacia las personas divorciadas o su famosa frase "¿quién soy yo para juzgar?" sobre la homosexualidad fueron vistos como una relativización de la moral. Francisco no fue pasivo ante estos ataques: destituyó a obispos críticos y retiró privilegios a cardenales opositores, demostrando un manejo del poder vaticano tan pragmático como el de sus predecesores.

En el ámbito político, la relación con su natal Argentina fue un microcosmos de su compleja figura. Nunca regresó como Papa, una ausencia que dolió a muchos compatriotas. La evolución del presidente Javier Milei es paradigmática: pasó de calificarlo como "el representante del maligno en la Tierra" a declararlo, tras su muerte, "el argentino más grande de la historia". Este viraje, más allá del cálculo político, subraya el ineludible peso simbólico y real del papado, capaz de forzar a sus más acérrimos críticos a rendirle homenaje.

El Futuro desde la Silla de Pedro: Un Cónclave y un Nuevo Comienzo

El funeral del 26 de abril congregó a líderes mundiales y a una multitud de fieles, reflejando su impacto global. La delegación chilena, con representantes del gobierno y la Iglesia, como el cardenal Celestino Aós, lo recordó como "un referente moral". Pero tras el duelo, la atención se centró en la Capilla Sixtina.

El cónclave que comenzó el 7 de mayo fue descrito como uno de los más impredecibles. Los cardenales, muchos de ellos nombrados por el propio Francisco, debían decidir entre la continuidad de un papado pastoral o el retorno a un perfil más doctrinario que restaurara la certidumbre en los sectores más conservadores. Nombres como el filipino Luis Antonio Tagle, el italiano Matteo Zuppi o el húngaro Péter Erdő circularon como posibles sucesores.

La elección de León XIV ha abierto un período de expectación. Sus primeras palabras, llamando a ser "humanos" antes que "creyentes" y a cultivar la "compasión", sugieren una sintonía con el enfoque pastoral de su predecesor. Sin embargo, la Iglesia que hereda está marcada por la polarización que Francisco no pudo —o no quiso— resolver. El desafío de León XIV será monumental: navegar una institución global fracturada, responder a las demandas de un mundo cada vez más secularizado y, en última instancia, decidir qué partes del controvertido pero transformador legado de Francisco merecen ser consolidadas y cuáles deben ser reformadas. La era de Francisco ha terminado, pero el debate que él encarnó apenas comienza.

Este evento trasciende la noticia religiosa para convertirse en un fenómeno geopolítico y cultural de primer orden. La muerte de una figura de influencia global desencadenó una compleja transición de poder, revelando las tensiones internas de una institución milenaria y obligando a líderes mundiales a redefinir sus posturas. La historia ofrece una narrativa completa con un principio (el deceso), un desarrollo (las exequias y el cónclave) y un desenlace provisional (la elección de un sucesor), permitiendo un análisis profundo sobre el legado, la diplomacia vaticana y la evolución de la percepción pública, como lo demuestran las cambiantes reacciones de diversas figuras políticas. Su madurez temporal permite examinar las consecuencias a mediano plazo y las narrativas consolidadas, más allá del impacto emocional inmediato.