El Muro de la Memoria: Cómo el Fin de Punta Peuco Redefine los Futuros de la Justicia, el Perdón y la Herida Abierta de Chile

El Muro de la Memoria: Cómo el Fin de Punta Peuco Redefine los Futuros de la Justicia, el Perdón y la Herida Abierta de Chile
2025-07-15

- El fin de un símbolo: El cierre de Punta Peuco no es solo una medida administrativa, sino un punto de inflexión que reactiva la disputa por la memoria histórica en un Chile ya polarizado.

- Tres futuros en colisión: Los escenarios van desde una profundización de las trincheras políticas y un laberinto judicial, hasta la improbable oportunidad de forjar un nuevo pacto sobre justicia transicional.

- El pasado como arma electoral: La decisión se convierte en combustible para la carrera presidencial, obligando a los candidatos a posicionarse y redefiniendo las alianzas políticas de cara al futuro.

Más Allá de los Muros: El Sismo Simbólico que Remece el Futuro Político de Chile

El anuncio del cierre del Centro de Cumplimiento Penitenciario Punta Peuco, más que el fin de un recinto carcelario, representa un sismo en las placas tectónicas de la memoria chilena. Ocurrido a más de tres décadas del fin de la dictadura, este acto administrativo del gobierno de Gabriel Boric no es un mero ajuste de infraestructura; es una declaración política de alto voltaje que proyecta sus ondas de choque sobre el futuro inmediato del país. La decisión de terminar con el último penal exclusivo para violadores de derechos humanos obliga a la sociedad chilena a confrontar, una vez más, las narrativas irreconciliables sobre su pasado, justo en la antesala de un nuevo ciclo electoral. Su importancia futura no radica en los muros que se transforman, sino en los puentes que se queman y las trincheras que se profundizan en el paisaje político y social.

Escenario 1: Las Trincheras de la Memoria y la Batalla Electoral del Pasado

El escenario más probable a medio plazo es una cristalización de la polarización. El cierre de Punta Peuco funciona como un catalizador que solidifica dos bloques antagónicos. Por un lado, un sector de la izquierda y los organismos de derechos humanos lo celebran como un acto de justicia tardía y fin de los privilegios, un hito moral irrenunciable. Por otro, la derecha, desde Chile Vamos hasta el Partido Republicano, lo enmarca como un acto de “venganza” y “revanchismo” que reabre heridas con fines electorales.

En este futuro, la campaña presidencial se convierte en un referéndum sobre el pasado. La promesa de Evelyn Matthei de “revertirlo” y la disposición de José Antonio Kast a estudiar indultos por “razones humanitarias” no son posturas aisladas, sino apuestas estratégicas para movilizar a sus bases y atraer a un electorado que, según ellos, valora más el “orden” y la “reconciliación” que la “justicia retrospectiva”. Si esta tendencia se consolida, el próximo gobierno, sin importar su signo, heredará un clima de hostilidad que dificultará cualquier acuerdo transversal. La memoria histórica, lejos de ser un campo de reflexión, se consolida como un arma arrojadiza en la arena política, garantizando que la herida de la dictadura siga siendo una fractura expuesta en la convivencia nacional.

Escenario 2: El Laberinto Judicial y la Dilución del Símbolo

Una posibilidad alternativa es que el debate se desplace del Congreso y La Moneda a los tribunales de justicia. Como advierten voces del mundo legal, la decisión de trasladar a reos de avanzada edad y con complejas condiciones de salud a recintos comunes podría desencadenar una oleada de recursos judiciales. Las defensas de los internos argumentarán la vulneración de derechos fundamentales, amparándose en tratados internacionales y en la propia normativa penitenciaria.

Este escenario transforma un acto político simbólico y contundente en un largo y tedioso proceso legal, caso por caso. El futuro de Punta Peuco no se decidiría por decreto, sino a través de una sucesión de fallos de Cortes de Apelaciones y de la Corte Suprema. La discusión pública se vería inundada de tecnicismos: perfiles criminolológicos, informes médicos, estándares carcelarios. El resultado sería una dilución del impacto simbólico original. Para las víctimas, podría significar una frustración, viendo cómo la justicia se enreda en procedimientos. Para la derecha, podría ser una victoria indirecta, logrando por vía judicial lo que sería políticamente costoso hacer por vía administrativa. El punto de inflexión aquí sería un fallo emblemático del máximo tribunal que siente un precedente, pero hasta entonces, el futuro sería la incertidumbre y la gestión de una crisis penitenciaria de bajo perfil pero constante.

Escenario 3: El Catalizador Inesperado: ¿Hacia un Nuevo Pacto sobre la Herida?

Aunque menos probable, existe un futuro en el que la virulencia del debate inicial actúa como un catalizador para una reflexión más profunda. El agotamiento producido por la polarización podría forzar a actores moderados de ambos espectros a buscar una salida institucional a un problema que parece perpetuarse. La pregunta dejaría de ser “¿Punta Peuco sí o no?” para convertirse en “¿Cómo gestiona el Estado chileno, de manera permanente y no arbitraria, la situación de reos condenados por cualquier crimen que alcanzan una edad avanzada o desarrollan enfermedades terminales?”.

Este camino implicaría la construcción de un acuerdo transversal sobre política penitenciaria y derechos humanos, que establezca criterios objetivos y despolitizados. Podría materializarse en una ley que regule la reclusión domiciliaria bajo condiciones estrictas, aplicable a toda la población penal, cerrando así la puerta a la acusación de “privilegio” o “venganza”. Este escenario requiere de un liderazgo político con visión de Estado, capaz de sobreponerse a las presiones de sus nichos más duros. Sería la transformación de un ciclo histórico de confrontación en uno de resolución, donde Chile finalmente acuerda cómo administrar las consecuencias de su pasado sin usarlo como un lastre para su futuro.

El Eco del Pasado y la Encrucijada de la Convivencia

Los futuros que se abren con el cierre de Punta Peuco son, en esencia, un espejo de las tensiones no resueltas de Chile. La decisión fuerza al país a mirarse y a elegir qué tipo de sociedad quiere ser. ¿Una donde la justicia debe prevalecer sin concesiones, asumiendo el costo de la polarización? ¿Una que prioriza una forma de “paz social” a riesgo de ser percibida como amnésica o injusta? ¿O una capaz de construir reglas comunes que trasciendan las divisiones ideológicas?

El camino que se tome no dependerá de un solo gobierno, sino de la capacidad de sus élites políticas y de su ciudadanía para procesar un trauma que, evidentemente, sigue definiendo el presente. El muro de Punta Peuco ha comenzado a caer, pero la pregunta fundamental sigue en pie: qué se construirá sobre sus escombros.

El evento marca el cierre simbólico de un capítulo de la historia reciente del país, obligando a una reevaluación colectiva de los conceptos de justicia, memoria y reconciliación. Su análisis permite proyectar la evolución de la polarización política, el futuro de los pactos sociales y la manera en que las sociedades procesan traumas históricos profundos, ofreciendo una narrativa completa con consecuencias visibles y un debate de largo aliento.