El Tribunal de la Multitud: Los futuros de la verdad, la reputación y la justicia en la era de la funa

El Tribunal de la Multitud: Los futuros de la verdad, la reputación y la justicia en la era de la funa
2025-07-16

- La justicia se bifurca: una formal, lenta y garantista; otra digital, instantánea y sin apelación.

- La reputación se convierte en un activo volátil y un arma, dando origen a una nueva industria de ataque y defensa digital.

- Emerge una resistencia digital: desde la contra-exposición de agresores hasta la búsqueda de soberanía sobre la propia identidad.

La Plaza Pública Digital: De la Denuncia al Veredicto Inmediato

En los últimos meses, una serie de eventos de alta notoriedad pública ha consolidado una tendencia que trasciende el ciclo noticioso inmediato: la “funa” o cancelación digital ha madurado, dejando de ser un simple acto de denuncia para convertirse en un sistema de justicia paralelo, con sus propias reglas, actores y consecuencias devastadoras. Casos como el de la influencer Consuelo Ulloa (“Miau Astral”), que tras ser acusada de acoso se vio sometida a un escarnio que incluyó la filtración de sus datos médicos; la disputa empresarial de la tienda Pippa, que escaló a amenazas de saqueo por una controversia sobre propiedad intelectual; o la explosiva exposición de conflictos privados por parte de figuras como China Suárez, no son anécdotas aisladas. Son señales claras de que la gestión de la verdad, la reputación y la sanción social se ha desplazado irreversiblemente a la plaza pública digital.

Este fenómeno, nacido en Chile como una herramienta de memoria política para denunciar a violadores de derechos humanos que eludían la justicia formal, ha mutado. Hoy, su poder se aplica a un espectro amplísimo de conductas, desde infidelidades y disputas laborales hasta delitos graves, a menudo sin distinción ni jerarquía. La pregunta ya no es si la funa es legítima, sino qué futuros está construyendo para nuestra convivencia, nuestra confianza en las instituciones y el valor mismo de la verdad.

Escenario 1: La Justicia Algorítmica y el Puntaje Reputacional

A mediano plazo, es probable que veamos una institucionalización informal de la funa. Las plataformas de redes sociales, presionadas para moderar el contenido pero reacias a asumir un rol editorial, podrían desarrollar sistemas automatizados que asignen un “puntaje de reputación” a los usuarios. Una acusación viral, validada por la interacción de miles, podría activar consecuencias automáticas: desmonetización, reducción del alcance (shadow banning) o incluso la suspensión de la cuenta.

Este escenario nos acerca a un sistema de crédito social, donde el veredicto de la multitud tiene implicaciones económicas y sociales directas. Un punto de inflexión crítico será cuando estos puntajes reputacionales comiencen a ser utilizados por actores externos: aseguradoras que ajustan primas, bancos que evalúan créditos o empleadores que filtran candidatos. La incertidumbre radica en la capacidad de la legislación para regular estos sistemas y proteger derechos fundamentales como la presunción de inocencia y el derecho a la defensa. ¿Podría una “funa”, justa o no, impedir el acceso a servicios básicos en el futuro?

Escenario 2: La Reputación como Campo de Batalla y la Nueva Industria de la Influencia

En un futuro donde la reputación es un activo tan valioso como frágil, surgirá con fuerza una industria de la guerra reputacional. Las agencias de relaciones públicas tradicionales evolucionarán hacia comandos de operaciones digitales especializados en ataque y defensa. Por un lado, veremos servicios de “blindaje reputacional” para individuos y empresas, utilizando IA para monitorear riesgos y generar narrativas preventivas. Por otro, florecerá un mercado negro de “funas por encargo”, donde se podrá contratar la destrucción de la imagen de un competidor o un adversario.

Actores como los influencers se convertirán en mercenarios de la opinión, capaces de movilizar a sus audiencias para validar o desestimar una acusación, como se vio en el caso de la tienda Pippa. El factor de incertidumbre clave aquí es la erosión de la verdad verificable. Con la proliferación de deepfakes y la desinformación como servicio (DaaS), distinguir una denuncia legítima de una campaña de desprestigio será casi imposible para el ciudadano promedio. Esto no solo devalúa las denuncias genuinas, sino que genera un estado de cinismo generalizado donde nada es creíble.

Escenario 3: La Contra-Funa y la Búsqueda de Soberanía Digital

Frente a la tiranía de la multitud anónima, un movimiento de resistencia ya está tomando forma. La tendencia a exponer los perfiles de quienes emiten comentarios de odio, como documentan medios internacionales, es una primera manifestación de la “contra-funa”: un intento de devolver la responsabilidad al agresor. Este escenario proyecta el desarrollo de herramientas de autodefensa digital más sofisticadas. Podríamos ver la creación de redes sociales descentralizadas basadas en blockchain, donde la identidad es verificada pero controlada por el usuario, y la reputación es un registro transparente e inmutable, no sujeto a la viralidad del momento.

Políticamente, esto se traducirá en una fuerte presión por legislar sobre la soberanía de la identidad digital y un “derecho a la redención” o al olvido efectivo. El punto de inflexión podría ser un escándalo de doxxing masivo que exponga a miles de agresores anónimos, forzando un debate nacional sobre los límites de la libertad de expresión y el derecho al anonimato. Este futuro no elimina el conflicto, pero sí reequilibra el poder, devolviendo parte de la agencia al individuo frente a la masa.

Visiones en Tensión: ¿Herramienta de los Sin Voz o Arma de Destrucción Masiva?

Las perspectivas sobre este futuro están profundamente divididas. Para activistas y grupos históricamente marginados, la funa sigue siendo una de las pocas herramientas efectivas para exigir rendición de cuentas a figuras e instituciones poderosas que operan con impunidad en el sistema formal. Desde esta óptica, cualquier intento de regulación es visto como un esfuerzo por silenciar a las víctimas.

Desde el mundo del derecho y la academia, la principal preocupación es el desmantelamiento del debido proceso. Se advierte que la condena pública sin juicio previo, pruebas ni derecho a defensa constituye un retroceso civilizatorio. Argumentan que la justicia, para ser justa, debe ser reflexiva y garantista, todo lo contrario a la inmediatez emocional de las redes.

El sector empresarial, por su parte, lo ve como un riesgo operacional inmanejable. El temor a una funa paraliza la innovación y la toma de decisiones, y obliga a las empresas a adoptar una postura defensiva y a menudo hipócrita, cediendo a presiones que no siempre son justas por miedo al impacto en sus ventas y su marca.

Un Espejo de Nuestro Tiempo

La cultura de la funa no es la causa de nuestra polarización, sino su más fiel reflejo. Actúa como un espejo que magnifica nuestras fracturas sociales, nuestra desconfianza en las instituciones y nuestro anhelo de una justicia que sentimos ausente. Los futuros que de aquí se desprendan dependerán de decisiones críticas que debemos tomar como sociedad. ¿Seguiremos alimentando el tribunal de la multitud, aceptando sus veredictos instantáneos como la nueva normalidad? ¿O buscaremos formas de canalizar la legítima demanda de justicia hacia mecanismos que no sacrifiquen la verdad, la empatía y la posibilidad de redención? El juicio, por ahora, sigue abierto.

El tema representa una transformación fundamental en las dinámicas de poder social, donde las plataformas digitales se erigen como nuevos tribunales públicos, a menudo eludiendo los procesos institucionales tradicionales. La narrativa ha madurado desde incidentes aislados hasta convertirse en un patrón cultural identificable, con consecuencias tangibles para individuos, empresas y el discurso cívico. Este fenómeno plantea interrogantes cruciales sobre la naturaleza de la verdad, la reputación, la privacidad y el debido proceso en la era conectada. La evolución de casos específicos permite un análisis profundo que trasciende la indignación inmediata para explorar los impactos a largo plazo en la cohesión social, la salud mental y la ética mediática, ofreciendo un terreno fértil para la proyección de escenarios futuros.