El Juicio a Crespo y el Espejo Roto de 2019: Entre la Evidencia de Brutalidad y la Fractura Social

El Juicio a Crespo y el Espejo Roto de 2019: Entre la Evidencia de Brutalidad y la Fractura Social
2025-07-08

- La revelación de videos del ex carabinero Claudio Crespo reabrió el debate sobre la violencia policial y los derechos humanos durante el estallido social.

- Las reacciones expusieron una profunda polarización política y social, con sectores que justifican el actuar en un contexto de violencia extrema y otros que exigen una condena ejemplar.

- El desarrollo del juicio ha derivado en complejas estrategias legales que, más allá de la culpabilidad individual, ponen en tensión la responsabilidad institucional de Carabineros.

A más de dos meses de que una serie de videos sacudieran nuevamente la memoria colectiva del país, el caso del ex teniente coronel de Carabineros, Claudio Crespo, ha madurado más allá del impacto inicial para convertirse en un complejo barómetro de las fracturas sociales, políticas y judiciales que dejó el estallido de 2019. Las imágenes, grabadas por la propia cámara corporal del oficial, no solo revivieron la crudeza de la violencia en las calles, sino que también catalizaron un debate sobre la rendición de cuentas, la legitimidad del uso de la fuerza y las narrativas contrapuestas que aún luchan por definir ese período de la historia chilena.

El Desarrollo Analítico: Del Shock a la Estrategia Judicial

La publicación de los registros a fines de abril por el medio CIPER fue contundente. Mostraban a Crespo, en el contexto de las masivas protestas de fines de 2019, profiriendo amenazas explícitas como “Te vamos a sacar los ojos, culiao” a un detenido, una frase de particular resonancia en un país marcado por las más de 400 víctimas de trauma ocular. Otras secuencias lo exhibían mostrando indiferencia ante un manifestante en llamas (“Que se queme, el culiao. Que se queme”), agrediendo físicamente a detenidos y dando órdenes que contravenían los protocolos sobre el uso de armas disuasivas.

La reacción de Crespo fue inmediata y desafiante. “No me arrepiento de nada”, declaró a la salida del tribunal, enmarcando sus acciones en la “extrema violencia” que enfrentaban y acusando una filtración malintencionada por parte de la Fiscalía o el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH). Su postura activó de inmediato a su base de apoyo.

Perspectivas Contrastadas: La Batalla por el Relato

El caso se convirtió rápidamente en un microcosmos de la polarización nacional. Por un lado, figuras como el líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, salieron en defensa de Crespo, justificando su lenguaje y actuar como una reacción natural a la “tensión y la adrenalina” del momento. Esta perspectiva sostiene que las fuerzas policiales actuaron en defensa del orden público frente a una violencia insurreccional y que el juicio a Crespo es una persecución política contra quienes cumplieron su deber.

En la vereda opuesta, organizaciones de derechos humanos, víctimas del estallido y una parte importante del espectro político vieron en los videos la prueba irrefutable de una cultura de abuso y de impunidad arraigada en Carabineros. Para este sector, el caso de Gustavo Gatica —cuya ceguera se le imputa a Crespo— es el símbolo máximo de una represión estatal desmedida, y el juicio representa una oportunidad crucial para establecer responsabilidades y sentar un precedente.

Sin embargo, con el paso de las semanas, el foco se ha desplazado del debate moral al campo de batalla legal. La defensa de Crespo ha desplegado una estrategia que busca sembrar la duda sobre su autoría directa en las lesiones de Gatica. A mediados de junio, el testimonio del capitán José Cárdenas, otro oficial presente en el lugar de los hechos, introdujo una nueva variable. La defensa lo sindica como el posible autor de los disparos. Cárdenas reconoció haber utilizado su escopeta y herido a un manifestante, pero aseguró que sus características no correspondían a las de Gatica. Su declaración, donde además relató haberse sentido presionado por la defensa de Crespo, evidencia las tensiones internas y la complejidad de probar la cadena de mando y la responsabilidad individual en operativos caóticos.

Contexto y Estado Actual: Una Herida Abierta

El caso Crespo no es un hecho aislado. Se inscribe en el largo y doloroso historial de cuestionamientos a la actuación de las policías en Chile, un debate que se agudizó tras la dictadura y que encontró en el estallido social su punto más crítico. Los “ojos perdidos” se transformaron en una herida simbólica que trascendió fronteras, cuestionando la idoneidad de los protocolos y la formación en derechos humanos de la institución.

Actualmente, el tema está lejos de cerrarse. El juicio oral continúa, y cada testimonio añade capas de complejidad a una historia que la opinión pública creyó ver resuelta con la crudeza de los videos. La resolución judicial, cuando llegue, será un hito. Pero más allá del veredicto, el eco de las palabras de Crespo y las imágenes de 2019 ya han cumplido un rol: recordarle a Chile que las conversaciones más importantes sobre su pasado reciente siguen pendientes y que la justicia, la memoria y la reconciliación son procesos aún en construcción.

La historia ha alcanzado un punto de madurez que permite un análisis profundo sobre la memoria colectiva, la justicia y las fracturas sociales persistentes. La aparición de nuevas evidencias y las reacciones posteriores han transformado la narrativa inicial, ofreciendo una oportunidad única para examinar la evolución de la percepción pública y las consecuencias institucionales de un evento traumático reciente. El tema trasciende la cronología de los hechos para explorar debates fundamentales sobre derechos humanos, responsabilidad y polarización política.