Las imágenes de multitudes agolpándose para el "remate final" de Corona no son solo la crónica de una quiebra; son el estruendo de un modelo que se derrumba. El cierre de la emblemática multitienda, tras 50 años de historia, no es un evento aislado. Ocurre en paralelo a la liquidación de otros gigantes de antaño, como la mueblería Fernando Mayer, que tras 85 años sucumbió a una tormenta perfecta de competencia global y falta de adaptación. La caída de Corona no es un fin, sino una señal inequívoca y ruidosa de una reconfiguración estructural que está redibujando el mapa del comercio, el trabajo y la identidad de la clase media chilena.
Si bien la causa inmediata del cierre fue la imposibilidad de asegurar un financiamiento de $22.000 millones para su plan de reorganización, las raíces del colapso son más profundas. El modelo de la "tienda ancla", basado en grandes superficies, un inventario masivo y un negocio crediticio robusto, se volvió anacrónico. Enfrentó una competencia multifrontal: la agilidad del fast fashion, la conveniencia ilimitada del e-commerce y un consumidor post-pandemia más cauto, digitalizado y menos leal a las marcas tradicionales. Corona, un símbolo del consumo aspiracional para generaciones, se convirtió en una reliquia de una era económica que ya no existe. Su valor de marca, tasado en más de $12.000 millones antes de la quiebra, se evaporó junto con su modelo de negocio.
El cierre de 51 locales de Corona abre una pregunta fundamental sobre el futuro del espacio físico comercial. Se perfilan dos escenarios divergentes.
Un futuro optimista sugiere una rápida reconversión. Los activos inmobiliarios de la familia Schupper, dueña de Corona, valorados en cerca de US$80 millones y estratégicamente ubicados, probablemente no quedarán vacíos por mucho tiempo. Podrían ser absorbidos por nuevos actores o subdivididos en locales más pequeños para dar paso a gimnasios, centros de salud, gastronomía o servicios. Esta visión se alinea con las millonarias inversiones anunciadas por operadores como Cenco Malls, Parque Arauco y Vivo, que apuestan por más de US$600 millones en nuevos proyectos. Sin embargo, no son los malls de antes: son outlets, centros comerciales de concepto abierto con lagunas artificiales, o proyectos de uso mixto que integran viviendas y oficinas. La estrategia de Grupo Patio, que se deshace de activos hoteleros para concentrarse en strip centers y locales vecinales, confirma la tendencia: el capital migra hacia formatos más ágiles, especializados y de proximidad.
El escenario pesimista, sin embargo, advierte sobre la creación de "desiertos comerciales". En ciudades intermedias o comunas periféricas, donde la demanda inmobiliaria es menor, los locales vacíos de Corona podrían convertirse en cicatrices urbanas, deprimiendo su entorno, afectando la seguridad y eliminando focos de actividad económica local. La gestión de estos "activos tóxicos" será un punto crítico para las economías regionales.
Para una parte importante de la clase media chilena, Corona no era solo una tienda; era un rito, un símbolo de acceso al crédito y al consumo. Su desaparición es también la pérdida de un referente cultural y de estatus. El futuro del consumidor chileno se proyecta más fragmentado y complejo. Ya no existe un único modelo de consumo masivo, sino una constelación de nichos:
La nostalgia por marcas como Corona podría convertirse en un fenómeno cultural, pero difícilmente se traducirá en lealtad para futuros modelos de negocio que intenten replicar la fórmula del pasado. La identidad del consumidor ya no se ancla en una gran tienda, sino que fluye entre múltiples plataformas y experiencias.
Los 1.800 despidos de Corona son la consecuencia más inmediata y dolorosa de esta transición. A largo plazo, el impacto en el empleo será de reconversión. El retail del futuro demandará un perfil de trabajador radicalmente distinto. Se necesitarán menos vendedores de piso y cajeros, y más especialistas en logística de última milla, analistas de datos para personalizar la oferta, expertos en experiencia de usuario (UX), y gestores de comunidades online.
Este cambio representa un desafío mayúsculo para la fuerza laboral actual del sector, mayoritariamente compuesta por personas con habilidades orientadas al modelo tradicional. Sin políticas activas de recapacitación y adaptación, la brecha entre las nuevas demandas del mercado y las competencias existentes podría generar un desempleo estructural difícil de absorber, especialmente fuera de los grandes centros urbanos.
El colapso de Corona no es un punto final, sino un punto de inflexión. El futuro del retail chileno se decidirá en la confluencia de varias tendencias y decisiones críticas. El éxito de los nuevos formatos de centros comerciales, la capacidad del mercado para reconvertir los espacios vacantes y la habilidad de la fuerza laboral para adaptarse a nuevas funciones son los grandes factores de incertidumbre.
La caída de esta corona no deja un trono vacío, sino un ecosistema abierto donde múltiples modelos competirán. Representa el fin de la hegemonía del retail masivo y el comienzo de una era más diversa, especializada y fluida. La forma en que Chile gestione esta transición definirá no solo sus paisajes comerciales, sino también la resiliencia de sus ciudades y las oportunidades de su gente en las próximas décadas.