El Fantasma del G-3: Cómo la Desafiante Impenitencia de Claudio Crespo Reabrió las Heridas del Estallido Social

El Fantasma del G-3: Cómo la Desafiante Impenitencia de Claudio Crespo Reabrió las Heridas del Estallido Social
2025-07-16

- Videos inéditos revelan amenazas y agresiones del ex teniente coronel Claudio Crespo durante las protestas de 2019.

- La reacción del ex oficial —"No me arrepiento de nada"— y el respaldo de sectores políticos intensifican el debate sobre el uso de la fuerza.

- El caso reaviva la polarización en torno a la memoria del estallido social, enfrentando las narrativas de violación a los derechos humanos y la de una policía sobrepasada por la violencia.

A más de dos meses de que el medio de investigación CIPER publicara una serie de videos que sacudieron la esfera pública, el eco de sus imágenes sigue resonando. El metraje, capturado por la cámara corporal del ex teniente coronel de Carabineros Claudio Crespo durante el apogeo del estallido social de 2019, hizo más que añadir pruebas a un juicio en curso; resucitó los fantasmas de un conflicto que Chile aún no ha logrado procesar. Las crudas imágenes y las posteriores declaraciones desafiantes de Crespo han forzado al país a mirar de nuevo el abismo de octubre, reavivando un debate que expone las profundas fracturas en la memoria y el sentido de justicia de la nación.

"Te vamos a sacar los ojos": Lo que revelaron las cintas

Los siete videos, presentados como prueba en el juicio contra Crespo por las lesiones oculares que dejaron a Gustavo Gatica completamente ciego, son una crónica descarnada del caos en la Plaza Italia. Muestran no solo la extrema violencia que enfrentaban los piquetes policiales, con un constante bombardeo de piedras, bombas molotov y fuegos artificiales por parte de la denominada "primera línea", sino también la respuesta del oficial al mando.

Las grabaciones captan a Crespo profiriendo amenazas explícitas a detenidos, entre las que destaca: "Cagaste, flaco, cagaste. Te vamos a sacar los ojos, culiao. ¿Escuchaste, o no?". Esta frase fue dicha el 6 de diciembre de 2019, cuando la controversia por los traumas oculares ya era un escándalo nacional e internacional. Otros registros lo muestran tomando del cuello a un detenido que no oponía resistencia, arrancando un mechón de pelo a otro para luego compartir la foto en un grupo de WhatsApp llamado "LA TIJERA", y reaccionando con indiferencia ante la noticia de una persona quemándose: "Que se queme, el culiao. Que se queme. Qué te preocupai de hueás". El metraje también documenta instrucciones a sus subalternos que contravienen los protocolos sobre el uso de la fuerza, como ordenar apuntar las escopetas lanzagases directamente al cuerpo de los manifestantes.

"Me importa un comino": La impenitencia como defensa

Frente al impacto público de las revelaciones, la respuesta de Claudio Crespo no fue de contrición, sino de reafirmación desafiante. En un video difundido en sus redes sociales, desestimó el reportaje como una filtración malintencionada de la fiscalía o de organismos de derechos humanos. "No me arrepiento de nada" y "me importa un comino", sentenció, enmarcando su actuar en el contexto de la "extrema violencia" de la época.

Su argumento despliega una contranarrativa: que sus palabras, aunque quizás condenables hoy, fueron pronunciadas en el fragor del enfrentamiento y no se tradujeron en torturas o abusos posteriores. Desafió a sus críticos a buscar a las personas de los videos y preguntarles si sufrieron algún daño más allá de la detención. Esta postura lo presenta no como un agresor, sino como un policía que cumplió con su deber en circunstancias imposibles, un relato que encontró terreno fértil en determinados sectores políticos y sociales.

Dos Chiles, dos verdades: El eco en la arena política

La controversia escaló rápidamente a la arena política, cristalizando dos visiones irreconciliables del estallido. Por un lado, figuras de la derecha salieron en férrea defensa de Crespo. El líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, justificó el actuar del ex oficial, afirmando no ver "nada inapropiado" y atribuyendo su comportamiento a "la tensión y la adrenalina" del momento.

Llevando el argumento más lejos, el diputado Johannes Kaiser sostuvo que la respuesta policial fue, de hecho, demasiado contenida. "Debieron haber disparado munición real", afirmó, desestimando los protocolos institucionales como irrelevantes cuando los funcionarios enfrentan ataques directos. Esta perspectiva valida el uso de la fuerza como herramienta legítima para restaurar el orden y considera las críticas como un ataque político a una institución que defendía al país del caos.

En la vereda opuesta se sitúa la perspectiva centrada en los derechos humanos. Para las víctimas, sus representantes y una parte importante del espectro político, los videos son la prueba irrefutable de una actuación represiva que sobrepasó con creces los protocolos establecidos. Las palabras de Crespo no se interpretan como exabruptos aislados, sino como la verbalización de una mentalidad que derivó en más de 400 casos de trauma ocular severo. Desde esta óptica, la justicia no exige justificación, sino rendición de cuentas y una reforma institucional que garantice la no repetición.

Un juicio y una memoria en disputa

El caso de Claudio Crespo es hoy más que una batalla legal por un hecho específico; se ha transformado en un símbolo de las tensiones no resueltas heredadas de 2019. El proceso judicial sigue su curso y su desenlace será determinante. Sin embargo, el juicio social ya está dividido. Un comentario de la magistrada que preside el tribunal, quien calificó el episodio del mechón de pelo como "irrelevante para el tribunal", añade otra capa de complejidad, evidenciando la distancia entre la pertinencia jurídica y el significado social de los actos.

En definitiva, el "caso Crespo" demuestra que el estallido social no es un capítulo cerrado. Permanece como una herida abierta donde los conceptos de víctima y héroe, justicia y orden, memoria e impunidad se disputan con fiereza. Los videos y las reacciones a ellos no crearon esta división, pero la han expuesto con una claridad brutal, recordando a Chile que la construcción de un futuro compartido requiere confrontar las páginas más dolorosas de su pasado reciente. El debate, irresuelto, continúa en los tribunales, en el Congreso y en la conciencia colectiva.

La historia es seleccionada por su significativa resonancia social y política, ofreciendo un claro caso de estudio sobre cómo los conflictos pasados continúan moldeando el discurso actual. El evento central —las declaraciones desafiantes de una figura clave del estallido social de 2019— desencadenó una cascada de consecuencias visibles, incluyendo reacciones políticas polarizadas y un renovado debate público sobre derechos humanos, justicia y responsabilidad institucional. Esta narrativa ha madurado con el tiempo, permitiendo un análisis profundo de las heridas no cicatrizadas en la sociedad, la evolución de las posturas políticas y la persistente tensión entre la memoria y los relatos institucionales. Proporciona una lente poderosa para explorar temas de impunidad, polarización y el complejo proceso de reconciliación social.