Lo que comenzó en enero de 2023 como un prometedor acuerdo de cooperación científica, hoy es un monumento a la complejidad de la geopolítica del siglo XXI. A más de dos meses de que el Gobierno chileno decidiera “congelar” la instalación de un telescopio chino en Cerro Ventarrones, Región de Antofagasta, la controversia ha decantado, permitiendo observar con claridad sus múltiples aristas. El proyecto, una colaboración entre la Universidad Católica del Norte (UCN) y el Observatorio Nacional Astronómico de China para instalar el telescopio TOM, se ha convertido en el epicentro de un silencioso pero intenso pulso entre Estados Unidos y China, con Chile como escenario y actor forzado.
La situación escaló en abril de este año, cuando la Cancillería chilena, tras recibir advertencias diplomáticas de altos funcionarios estadounidenses, puso en pausa el convenio. La razón esgrimida por Washington fue la preocupación por un posible “uso dual” del telescopio. Más allá de su propósito científico declarado —estudiar objetos cercanos a la Tierra—, se alertó sobre su capacidad para rastrear satélites en órbita, una función con evidentes implicancias en defensa y seguridad estratégica.
La decisión del gobierno chileno de intervenir desató una reacción en cadena que expuso las tensiones subyacentes. El caso revela no solo la creciente competencia entre las dos mayores potencias mundiales, sino también la falta de un marco regulatorio en Chile para proyectos de esta naturaleza.
La Perspectiva Estadounidense: Seguridad Ante Todo
Para Estados Unidos, el telescopio TOM no es un instrumento aislado, sino una pieza más en el tablero de la expansión tecnológica y estratégica de China en América Latina. La preocupación por el “uso dual” se enmarca en una política más amplia de Washington para limitar el acceso de Beijing a tecnología sensible y a infraestructura crítica en países aliados. La presión ejercida sobre Chile no fue un hecho aislado, sino la manifestación local de una estrategia global que busca contener la influencia china en áreas consideradas vitales para su seguridad nacional.
La Respuesta China: Acusaciones de Hegemonía
La embajada de China en Santiago reaccionó con dureza, calificando la intervención estadounidense como una “expresión moderna de la Doctrina Monroe”. Beijing defendió el carácter puramente científico del proyecto, argumentando que sus objetivos son similares a los de otros observatorios internacionales en Chile, como el Telescopio Vera C. Rubin, financiado principalmente por EE.UU. Para el gigante asiático, la objeción no es técnica, sino política: un intento de Washington por obstaculizar la cooperación Sur-Sur y mantener su hegemonía en la región.
Chile en la Encrucijada: Soberanía y Pragmatismo
El Gobierno chileno se encontró en una posición incómoda. El convenio original, firmado entre una universidad privada y una entidad estatal china sobre terrenos fiscales concedidos por el Ministerio de Bienes Nacionales, operó inicialmente fuera del radar de la política exterior central. La intervención de Cancillería fue una reacción tardía que evidenció una falta de coordinación interna.
El episodio ha forzado a Chile a confrontar un dilema que definirá su política exterior en los próximos años: ¿cómo mantener la tradicional “neutralidad activa” y beneficiarse de las relaciones con ambas potencias sin quedar atrapado en su rivalidad? La dependencia comercial con China, su principal socio, y los lazos históricos y de seguridad con Estados Unidos, crean un equilibrio delicado que el caso del telescopio ha puesto a prueba.
Aunque el futuro del telescopio TOM sigue en suspenso, la principal consecuencia de esta crisis ha sido la apertura de un debate nacional impostergable. Expertos en relaciones internacionales, parlamentarios y la comunidad científica coinciden en la necesidad de desarrollar una Estrategia Nacional de Infraestructura Crítica. Dicha estrategia debería definir qué se considera estratégico —desde puertos y redes 5G hasta observatorios astronómicos— y establecer protocolos claros para la inversión extranjera en estas áreas, ponderando los beneficios científicos y económicos con los riesgos para la seguridad y la soberanía nacional.
El telescopio de Cerro Ventarrones ha dejado de ser solo un asunto de astronomía. Se ha transformado en un caso de estudio sobre cómo un país como Chile, con una ubicación y cielos privilegiados, debe navegar un orden mundial cada vez más fragmentado. La decisión final sobre su instalación, o su cancelación definitiva, sentará un precedente sobre cómo Chile pretende defender su autonomía estratégica en una era de gigantes en colisión.