El Juicio del Enjambre:De la "Funa" en Redes a los Futuros de la Verdad, la Reputación y la Justicia sin Juez

El Juicio del Enjambre:De la
2025-07-17

- La reputación se consolida como una moneda de cambio y un arma en conflictos públicos y privados.

- La justicia algorítmica de las redes sociales, inmediata y viral, amenaza con desplazar al debido proceso institucional.

- El ciclo de denuncia y contra-denuncia escala hacia un vigilantismo digital que erosiona la posibilidad de una verdad compartida.

El Fenómeno: La Justicia Instantánea como Norma

En las últimas semanas, una serie de eventos aparentemente inconexos —desde la controversia en un matinal de televisión hasta disputas de propiedad intelectual entre emprendedores y conflictos de celebridades— han dejado al descubierto una tendencia que redefine las reglas del juego social: el juicio del enjambre. La "funa", antes un acto de denuncia de nicho, ha mutado en un mecanismo de justicia popular, instantáneo y algorítmicamente amplificado, que opera al margen de cualquier estructura formal. Este fenómeno no es una simple moda pasajera; es una señal inequívoca de un futuro donde la reputación es la moneda más volátil, la verdad es un campo de batalla narrativo y el debido proceso parece una reliquia de un tiempo más lento.

El caso de la tienda Pippa, que tras iniciar una acción legal por propiedad intelectual se vio arrastrada a una campaña de desprestigio masiva orquestada por influencers, ilustra el poder de este nuevo tribunal. Una disputa comercial legítima fue transformada en una narrativa de "David contra Goliat", con consecuencias económicas y de seguridad reales. De manera similar, la reacción visceral del público ante la conducta de un periodista de Chilevisión, o las batallas mediáticas entre figuras como Benjamín Vicuña y "China" Suárez, demuestran que la plaza pública digital no solo juzga, sino que dicta sentencias en tiempo real, a menudo con información parcial y un fuerte sesgo emocional.

Escenario 1: La Reputación como Capital y Arma

A medida que avanzamos, la reputación digital se consolida como un activo más valioso y frágil que el capital financiero. Ya no es solo una cuestión de imagen pública, sino el eje central sobre el cual giran las oportunidades laborales, las relaciones comerciales y la validación social. En este escenario, la gestión de la reputación se convierte en una industria de primera necesidad, dando lugar a "guardaespaldas digitales" y, en su contraparte, a "sicarios reputacionales" que operan en las sombras de la red.

Los conflictos ya no se dirimen únicamente en tribunales, sino en la arena de la percepción pública. Una acusación, sea verídica o no, puede destruir una carrera o un negocio en horas, como lo demuestran las acusaciones cruzadas en el caso del actor Juan Pablo Sáez. La defensa ya no consiste en presentar pruebas ante un juez, sino en construir una contra-narrativa lo suficientemente potente como para sobrevivir al veredicto del enjambre. Esto podría llevar a un futuro donde las empresas y los individuos inviertan más en blindaje narrativo y guerra de información que en asesoría legal tradicional.

Escenario 2: La Tiranía del Algoritmo y el Ocaso del Debido Proceso

El sistema judicial, con sus tiempos pausados y su rigor metodológico, es percibido por muchos como lento, ineficaz y desconectado de la urgencia ciudadana. En su lugar, emerge una forma de justicia algorítmica, impulsada por las plataformas de redes sociales. Sus características son la inmediatez, la viralidad y la recompensa a la indignación. Un post, un video o un hilo de X (antes Twitter) pueden lograr en un día lo que a la justicia formal le tomaría años: una condena social indeleble.

El problema fundamental es que los algoritmos no están diseñados para encontrar la verdad, sino para maximizar el "engagement". Premian la simplificación, el maniqueísmo y la emoción cruda sobre el matiz y la evidencia. El caso de la influencer "Miau Astral", donde la sanción judicial llegó mucho después de que la "funa" y el doxxing (exposición de datos privados) hubieran dictado su propia sentencia, es un presagio. Si esta tendencia se mantiene, podríamos enfrentarnos a un futuro donde el principio de "inocente hasta que se demuestre lo contrario" se invierta por completo, dando paso a una presunción de culpabilidad basada en la viralidad de una acusación. El punto de inflexión crítico será si las sociedades deciden regular este poder o si aceptan la privatización de la justicia en manos de corporaciones tecnológicas.

Escenario 3: El Contra-Enjambre y la Espiral del Vigilantismo

La acción del enjambre no queda sin respuesta. Como reacción, está surgiendo un fenómeno de vigilantismo digital inverso. La tendencia global de exponer públicamente los perfiles de quienes emiten comentarios de odio o participan en campañas de acoso es un ejemplo claro. Es una forma de "dar de su propia medicina", una estrategia que, si bien puede sentirse justiciera, corre el riesgo de perpetuar una espiral de violencia.

Este ciclo de funa y contra-funa amenaza con fragmentar aún más el espacio público. En lugar de un diálogo, por más tenso que sea, nos dirigimos hacia una guerra de trincheras digitales, donde cada bando utiliza las mismas herramientas de exposición y humillación. El resultado no es la verdad ni la justicia, sino una cacofonía de narrativas en conflicto, donde la victoria pertenece a quien tiene la comunidad más movilizada o las tácticas más agresivas. La opinión del académico Claudio Broitman resuena con fuerza: confundir el periodismo, con su método de verificación, con el impulso reactivo de las redes es un error categórico que debilita la democracia.

Síntesis de Futuros Plausibles

Nos encontramos en una encrucijada. El camino dominante nos lleva hacia una sociedad donde la verdad objetiva es un concepto en disputa permanente, y la estabilidad de una persona o institución depende de su capacidad para navegar tormentas virales. El mayor riesgo es la normalización de la justicia sin juez, un sistema de castigo colectivo que carece de garantías, matices o posibilidad de redención.

Sin embargo, una oportunidad latente reside en la posible fatiga social. El caos y la polarización podrían generar una revalorización de los procesos lentos, deliberados y basados en evidencia. Podría surgir una demanda por una nueva alfabetización mediática, una que no solo enseñe a usar la tecnología, sino a comprender y resistir su poder de manipulación. La pregunta que queda abierta no es si podremos detener al enjambre, sino qué tipo de cortafuegos —éticos, legales y educativos— seremos capaces de construir para que su juicio no sea la única palabra.

El tema aborda la transformación fundamental de los mecanismos de justicia y control social en la era digital. La historia ha madurado desde incidentes aislados de 'cancelación' a un fenómeno sistémico con consecuencias tangibles en la vida de personas, empresas e instituciones. Permite analizar la colisión entre la libertad de expresión y el derecho al honor, el desmantelamiento del debido proceso tradicional y el surgimiento de una nueva economía de la reputación. La narrativa evoluciona desde el acto de denuncia inicial, pasando por la viralización y el juicio público, hasta las secuelas permanentes, ofreciendo un campo fértil para proyectar escenarios futuros sobre la cohesión social, la gobernanza de las plataformas y la propia naturaleza de la verdad en la esfera pública.