El ruido inmediato de las primarias presidenciales se ha disipado, dando paso a la verdadera reconfiguración política. Hoy, el foco está puesto en la Democracia Cristiana (DC), el partido que alguna vez definió el centro político chileno y que ahora enfrenta una decisión que podría determinar su propia existencia. La victoria de Jeannette Jara, militante del Partido Comunista (PC), como abanderada del oficialismo, ha forzado a la DC a un profundo y público examen de conciencia, cuya resolución se espera en su próxima Junta Nacional. La interrogante es mucho más compleja que un simple respaldo electoral; se trata de qué significa ser un partido de centro en una era de extremos.
La crisis era previsible. La DC, bajo la presidencia del diputado Alberto Undurraga, optó por no participar en la primaria oficialista, argumentando que su base electoral no apoyaría a un candidato del Frente Amplio o del Partido Comunista. Esta "honestidad política", como la definió Undurraga, los dejó como espectadores de una contienda que, inevitablemente, los obligaría a tomar partido. Con el triunfo de Jara, la hipótesis se hizo realidad, fracturando a la colectividad en dos corrientes claramente definidas.
El debate que hoy consume a la DC expone una tensión fundamental entre la pureza ideológica y la supervivencia política.
La Vía de los Principios y la Autonomía: Esta facción, liderada por Alberto Undurraga y respaldada por una parte importante de los liderazgos regionales, rechaza un pacto con Jara. Su argumento se ancla en la historia y la identidad: la DC, sostienen, no puede subordinarse a un proyecto encabezado por el PC debido a "profundas diferencias". El temor no es solo la traición ideológica, sino la aniquilación electoral. Como advirtió Undurraga, sin un candidato de centro, sus votantes se dispersarían hacia la izquierda y la derecha, borrando su espacio político. Este grupo explora activamente un "camino propio", buscando un candidato —dentro o fuera del partido— que represente a un "centro progresista" como alternativa a la polarización.
La Vía del Pragmatismo y la Supervivencia: En la vereda opuesta, figuras influyentes como los senadores Francisco Huenchumilla y Yasna Provoste, junto al vicepresidente de la Cámara de Diputados, Eric Aedo, abogan por una alianza estratégica. Su argumento es de un realismo crudo. La advertencia de Aedo resuena con claridad: "Una lista parlamentaria en solitario de la DC, augura la elección de cero parlamentarios o de uno o de dos parlamentarios y con eso la DC deja de existir en el Congreso". Para esta ala, la prioridad inmediata es la supervivencia. Apoyar a Jara no sería un acto de rendición ideológica, sino un paso necesario para conformar una coalición amplia de centroizquierda, asegurar una lista parlamentaria competitiva y, crucialmente, presentar un frente unido contra el avance de la derecha. Como sentenció Huenchumilla, "la DC necesita de una coalición de partidos que nos permita ser competitivos".
Esta pugna interna es más que una reacción a un resultado electoral. Como sostienen militantes históricos como Jaime Hales y Ricardo Hormazábal, el dilema actual es un síntoma de una enfermedad de larga data: "la falta de formación política y doctrinaria, la preeminencia de intereses particulares, las ambiciones de poder, los errores en la conducción". Argumentan que el partido ha perdido el rumbo, abandonando su misión fundacional de construir un "nuevo orden social" más allá del capitalismo y el comunismo. Su llamado a un plebiscito interno para que decida toda la militancia refleja una profunda desconfianza en una dirigencia que perciben como "confundida".
Esta perspectiva reformula el debate: ya no es un mero cálculo político, sino una búsqueda fundamental de una identidad perdida. El partido no solo está decidiendo a quién apoyar; está decidiendo qué representa en el Chile del siglo XXI.
A medida que se acerca la decisiva Junta Nacional, la tensión es palpable. Circulan "votos políticos" contrapuestos que formalizan el cisma. Una propuesta faculta a Undurraga para encontrar un candidato alternativo que rompa con las "candidaturas extremas". Otra llama explícitamente a "adherir a la candidatura de Jeannette Jara" para contrarrestar el "riesgo de que la extrema derecha pueda gobernar".
El resultado es incierto. Lo que está claro es que la decisión tendrá consecuencias en cascada, no solo para el futuro de la DC, sino para todo el espectro político chileno. El partido que durante décadas actuó como el eje estabilizador del país, hoy ve cómo su propio centro colapsa, forzado a elegir un bando en la misma polarización que fue creado para superar. El laberinto no tiene una salida fácil.