Un nuevo epicentro ha reconfigurado el mapa del Pacífico Sudamericano, y no es de origen tectónico. La reciente inauguración del megapuerto de Chancay, a 80 kilómetros al norte de Lima, representa un punto de inflexión estratégico cuyas ondas de choque apenas comienzan a sentirse en Chile. Financiado mayoritariamente por capitales chinos a través de la naviera Cosco Shipping, Chancay no es solo una obra de infraestructura; es la pieza clave de la "Ruta de la Seda" en Sudamérica. Su promesa es simple y demoledora: reducir en más de diez días el tránsito de mercancías hacia Asia, convirtiendo a Perú en la puerta de entrada y salida del continente.
Mientras la presidenta peruana, Dina Boluarte, invitaba a las economías vecinas a utilizar esta nueva arteria comercial, en Chile resonaba un silencio preocupante. La puesta en marcha de Chancay expone con una crudeza inédita una vulnerabilidad chilena largamente advertida pero sistemáticamente ignorada: la ausencia de una política marítima y portuaria con visión de Estado.
La paradoja chilena es dolorosa. Con más de 6.000 kilómetros de costa, el país ha operado históricamente como si el océano fuera un mero telón de fondo. Como ha señalado la Liga Marítima de Chile, la omisión del mar en los discursos estratégicos nacionales es un síntoma de una profunda desconexión entre la geografía y la política. Esta ceguera estratégica se ha manifestado en una infraestructura portuaria que, si bien es robusta, ha evolucionado de forma reactiva y fragmentada.
La decisión del grupo CAP de crear una filial para consolidar sus terminales, aunque lógica desde una perspectiva empresarial, refleja este paradigma: optimizar la salida de minerales, el "sueldo de Chile", en lugar de proyectar al país como un hub logístico continental. Se refuerza el modelo extractivista justo cuando este muestra signos de agotamiento, con la pérdida del liderazgo en el litio y la incertidumbre en el mercado del cobre.
A esta inercia se suma un obstáculo interno que actores de diversos sectores, desde la salmonicultura hasta el mundo portuario, han bautizado como "permisología". Una maraña burocrática e ideológica que, bajo el pretexto de la prevención, ha inducido una parálisis en proyectos de infraestructura críticos. Mientras Chile debate internamente sobre los límites de su modelo productivo, Perú, con pragmatismo, ha construido una plataforma que amenaza con dejar obsoletos a los puertos de Valparaíso y San Antonio.
El impacto de Chancay no es una certeza, sino un campo de posibilidades que dependerá de las decisiones que Chile tome —o no tome— en el corto plazo. Se vislumbran tres grandes escenarios.
1. La "Balkanización" Logística y el Aislamiento Estratégico
En este futuro, el más pesimista, Chile no logra articular una respuesta coordinada. La inercia se impone. El megapuerto de Chancay se consolida como el gran hub del Pacífico Sur, atrayendo no solo la carga de Brasil y Bolivia a través de corredores bioceánicos, sino también la de las regiones del norte de Chile, que encontrarán más eficiente y económico exportar a través de Perú.
Los puertos chilenos, especialmente Valparaíso y San Antonio, serían degradados a la categoría de puertos "feeder" o alimentadores, manejando principalmente carga local y perdiendo relevancia internacional. Esta "balcanización" logística no solo tendría un severo impacto económico, sino que también erosionaría la soberanía, al reorientar las dinámicas económicas del norte chileno hacia un polo extranjero. Chile se convertiría en una isla logística, observando desde la periferia cómo fluye el comercio continental por nuevas rutas que lo eluden.
2. La Competencia Asimétrica y la Resistencia del Cono Sur
Este escenario intermedio supone una reacción. El "shock Chancay" obliga a Chile a tomar medidas, aunque tardías. Se materializa la propuesta de unificar la gestión de Valparaíso y San Antonio en un "megapuerto central" para competir en escala. El país se enfoca en nichos donde aún posee ventajas competitivas: carga refrigerada de alto valor como fruta y salmón, servicios especializados y las rutas del Cono Sur.
Se desata una competencia asimétrica. Perú ofrece volumen y una conexión directa con China; Chile contraataca con especialización, eficiencia y la fiabilidad de sus instituciones. El éxito de este camino depende de un factor crítico de incertidumbre: la capacidad del sistema político chileno para superar la "permisología" y forjar un acuerdo nacional estratégico que trascienda los ciclos de gobierno. Sin esa voluntad política, este escenario podría ser solo una transición hacia el primero.
3. El Catalizador de la Reinvención: De Puerto a Plataforma
El futuro más optimista, y también el más exigente, es aquel en que Chile utiliza la crisis como un catalizador para una reinvención profunda. El país comprende que no puede ganar compitiendo solo en tamaño de grúas y profundidad de calado. La respuesta no es solo construir un puerto más grande, sino desarrollar un ecosistema de valor agregado en torno a sus terminales.
En este escenario, Chile se posiciona como una plataforma de servicios logísticos, tecnológicos y financieros para el comercio internacional. Aprovecha su relativa estabilidad institucional y su capital humano para ofrecer soluciones sofisticadas que van más allá del simple trasbordo de contenedores: trazabilidad con blockchain, seguros, financiamiento comercial y desarrollo de software para la cadena de suministro. En lugar de ser el "Rotterdam" de Sudamérica, aspira a ser su "Singapur": un centro neurálgico de inteligencia comercial que atrae inversiones diversificadas, quizás de Europa y Norteamérica, como contrapeso a la influencia china.
El mapa del futuro comercial del Pacífico se está dibujando ahora. La inauguración de Chancay no es el final de la historia, sino el comienzo de un nuevo capítulo en el que el rol de Chile está en juego. La pregunta fundamental es si el país seguirá gestionando su presente con las herramientas del pasado o si será capaz de imaginar y construir un futuro diferente. Cada día de inacción, cada debate estéril, es un paso más hacia la irrelevancia en un océano que, a pesar de definir su geografía, sigue siendo un horizonte ajeno en su conciencia nacional.