Del Pupitre Roto a la Ciudad Amenazada: Los Futuros del Contrato Social en la Era de la Furia Juvenil

Del Pupitre Roto a la Ciudad Amenazada: Los Futuros del Contrato Social en la Era de la Furia Juvenil
2025-07-19

- La violencia en el INBA no es un hecho aislado, sino una señal del futuro de los conflictos urbanos y la crisis de la educación pública.

- Se perfilan tres escenarios: la "escuela fortaleza", el conflicto atomizado que se expande por la ciudad, o un improbable diálogo comunitario para refundar el pacto educativo.

- La sospecha de redes de adultos que financian la violencia introduce un factor de incertidumbre que podría escalar el conflicto más allá de las demandas estudiantiles tradicionales.

El Síntoma y la Enfermedad

Los eventos de violencia que han sitiado al Internado Nacional Barros Arana (INBA) durante los últimos meses —con encapuchados, agresiones a directivos y la quema de un bus del transporte público— son mucho más que una crónica roja escolar. Observados con la distancia de 90 días, estos hechos dejan de ser incidentes aislados para convertirse en señales potentes de una fractura más profunda en el contrato social chileno. Lo que ocurre en los liceos emblemáticos no es solo un problema de orden público o de gestión educativa; es un laboratorio donde se están gestando los futuros de la convivencia urbana, la legitimidad de las instituciones y las nuevas gramáticas de la protesta.

La narrativa tradicional que opone a estudiantes movilizados con autoridades reactivas ya no es suficiente. La irrupción de una variable clave, confirmada por querellas municipales e investigaciones periodísticas —la sospecha fundada de redes de adultos que organizan, financian y participan en los actos vandálicos—, transforma el diagnóstico. Ya no hablamos solo de furia juvenil espontánea, sino de una posible insurgencia de baja intensidad, metódica y con objetivos que trascienden las demandas estudiantiles clásicas. Este factor es el principal punto de incertidumbre que podría determinar si estamos ante el fin de un ciclo de protesta o el inicio de algo nuevo y más complejo.

Escenario 1: La Escuela Fortaleza, el Búnker del Saber

Si la respuesta institucional se mantiene en la trayectoria actual —querellas, mayor presencia policial, protocolos de seguridad cada vez más estrictos—, el futuro más probable a mediano plazo es la consolidación del modelo de la "escuela fortaleza". En este escenario, los liceos emblemáticos se transforman en enclaves securitizados, con accesos controlados, cámaras de vigilancia y una creciente desconfianza entre directivos, docentes y estudiantes.

El foco se desplaza de la pedagogía a la contención. La consecuencia directa sería la aceleración del éxodo de familias que aún apuestan por la educación pública de excelencia, junto con la fuga de docentes. La violencia podría disminuir en frecuencia dentro del recinto, pero a costa de aniquilar el proyecto educativo. Los liceos dejarían de ser motores de movilidad social para convertirse en monumentos de un fracaso colectivo, generando una generación de egresados marcados por el resentimiento y la alienación. El punto de inflexión crítico para este escenario sería un evento de violencia con consecuencias fatales, que justificaría políticamente la securitización total.

Escenario 2: El Conflicto Atomizado, la Metástasis Urbana

Una posibilidad alternativa, y no excluyente de la anterior, es que la táctica del "overol blanco" se normalice y replique. Si las redes externas que operan en el INBA logran sus objetivos de desestabilización sin ser desarticuladas, el modelo podría exportarse a otros territorios y causas. El conflicto se atomizaría, abandonando el espacio simbólico del liceo para manifestarse en otros nodos urbanos: estaciones de metro, servicios públicos, centros comerciales.

En este futuro, la violencia se vuelve endémica, esporádica pero crónica. La ciudad se convierte en un tablero de micro-conflictos sin un centro claro ni demandas unificadas. Para el Estado, sería un desafío mayúsculo, ya que la respuesta policial tradicional es ineficaz contra grupos pequeños, ágiles y descentralizados. El temor y la desconfianza se instalarían como el estado de ánimo dominante en la ciudadanía, erosionando la cohesión social. La gran incógnita aquí es la naturaleza de estas redes de apoyo: ¿son grupos anarquistas, facciones políticas radicalizadas o actores con otros intereses? Su identidad definirá la escala y la dirección de esta metástasis.

Escenario 3: El Diálogo Roto, la Apuesta por la Reinvención

Un tercer escenario, más improbable pero no imposible, surgiría de una decisión política audaz: reconocer que la estrategia puramente punitiva ha fracasado. En lugar de sitiar la escuela, se buscaría comprender las causas profundas del malestar que sirve de caldo de cultivo para la violencia. Esto implicaría convocar a un diálogo amplio y vinculante, que incluya no solo a los representantes estudiantiles formales, sino también a sociólogos, psicólogos, urbanistas y, crucialmente, a las comunidades de base (padres, apoderados, vecinos).

El objetivo no sería "negociar con los violentos", sino refundar el pacto educativo en torno a los liceos emblemáticos. ¿Qué rol deben jugar en el Chile del siglo XXI? ¿Cómo se abordan la salud mental, la falta de perspectivas y la desafección política de los jóvenes? Este camino es el más riesgoso y complejo. Exige que los actores políticos superen el cálculo electoral de corto plazo y que la comunidad educativa esté dispuesta a una autocrítica profunda. Sin embargo, es la única vía que ofrece una oportunidad latente para transformar una crisis destructiva en un motor de reinvención institucional.

El Futuro en Disputa

La trayectoria que tome el conflicto del INBA no es trivial. Actúa como un espejo de las tensiones que recorren la sociedad chilena. La visión de los sectores más conservadores apostará por la "escuela fortaleza", priorizando el orden sobre el proyecto educativo. Las visiones progresistas se debatirán entre la condena a la violencia y el temor a criminalizar la protesta, un dilema que a menudo conduce a la parálisis. Mientras tanto, los actores que promueven la violencia desde las sombras apuestan por la agudización de las contradicciones, esperando que el sistema colapse por su propio peso.

La historia de los movimientos estudiantiles en Chile muestra una evolución desde las masivas marchas con demandas claras (2006, 2011) hacia esta fase de acciones más fragmentadas, performáticas y violentas. No es una simple repetición, sino una transformación del lenguaje del descontento. La pregunta que queda abierta es si la sociedad chilena será capaz de decodificar este nuevo lenguaje a tiempo, o si se limitará a condenar sus manifestaciones más extremas mientras el fuego consume, lentamente, uno de los pilares de su promesa republicana.

La historia presenta una narrativa completa con un claro arco de desarrollo: desde actos de violencia recurrentes hasta una tragedia que revela la complejidad del fenómeno y sus consecuencias humanas. Permite un análisis profundo sobre la evolución de la protesta juvenil, la crisis de las instituciones educativas y la respuesta del Estado, trascendiendo el evento puntual para explorar futuros escenarios sobre el contrato social, la seguridad y el sentido de comunidad. El paso del tiempo ha permitido que la narrativa madure, pasando de la crónica policial a una reflexión sobre las causas estructurales y el surgimiento de respuestas comunitarias inesperadas.