El Nuevo Rostro del Estado: Entre la Promesa de Seguridad y el Riesgo de una Ciudadanía Algorítmica

El Nuevo Rostro del Estado: Entre la Promesa de Seguridad y el Riesgo de una Ciudadanía Algorítmica
2025-07-19
  • La digitalización del Estado avanza en dos frentes: la promesa de seguridad mediante la vigilancia biométrica y el riesgo de una burocracia algorítmica ineficiente y excluyente.
  • Emerge una tensión fundamental sobre la soberanía de los datos: ¿pertenece nuestra identidad digital al Estado, a las corporaciones o al propio individuo?
  • Los futuros de la ciudadanía se debaten entre un control centralizado para la seguridad y modelos de identidad soberana que devuelven el poder a las personas.

La Convergencia Inevitable: Seguridad y Servicio en la Era Digital

En las últimas semanas, una serie de eventos aparentemente inconexos han dibujado los contornos de un futuro inminente para la relación entre el Estado y el ciudadano. En Francia, el gobierno intensifica la vigilancia para desmantelar redes de narcoterrorismo. En Chile, una operación conjunta con el FBI demuestra la capacidad transnacional del Estado para rastrear y neutralizar el crimen organizado. Paralelamente, la administración estadounidense endurece sus políticas migratorias, utilizando el perfil digital de los individuos como criterio de acceso. Y en el ámbito local, las fallas en la plataforma del Servicio de Impuestos Internos (SII) durante la Operación Renta exponen la fragilidad de la promesa de un Estado digital eficiente.

Estos hechos no son anécdotas aisladas. Son señales claras de una convergencia: el Estado está redefiniendo su rostro a través de la tecnología, presentándose simultáneamente como un protector todopoderoso y un proveedor de servicios automatizado. La piedra angular de esta transformación es la identidad digital y biométrica del ciudadano. Su implementación masiva no es una cuestión de si ocurrirá, sino de cómo y con qué consecuencias. A continuación, exploramos los escenarios probables que se desprenden de esta encrucijada.

Escenario 1: El Estado Fortaleza y la Seguridad como Moneda de Cambio

Impulsado por la percepción de un aumento en la criminalidad y las amenazas globales, el escenario más inminente es la consolidación del Estado Fortaleza. En este futuro, la seguridad se convierte en el principal argumento para la adopción de un sistema de identidad biométrica nacional unificado. El carnet de identidad con chip, el reconocimiento facial en espacios públicos y el cruce de bases de datos (financieras, de salud, de viajes) se normalizan como herramientas indispensables para mantener el orden.

  • La Lógica: La narrativa dominante, sostenida por actores políticos que buscan proyectar firmeza y por agencias de seguridad, es simple: para combatir a un enemigo que opera en las sombras y a través de las fronteras, el Estado debe tener la capacidad de ver y anticipar. El ciudadano promedio, preocupado por su seguridad, podría estar dispuesto a ceder una porción significativa de su privacidad a cambio de esta promesa de protección.
  • Puntos de Inflexión: Un ataque terrorista de alto impacto o una crisis de seguridad pública prolongada podrían acelerar drásticamente la implementación de estas medidas, minimizando el debate público sobre sus implicaciones. La colaboración internacional, como la vista entre la PDI y el FBI, se volvería la norma, creando una red de vigilancia global.
  • Riesgos Latentes: Este modelo entraña el peligro de una ciudadanía estratificada. Quienes se ajustan al patrón de "normalidad" definido por los algoritmos gozan de los beneficios del sistema, mientras que disidentes, minorías o simplemente individuos con perfiles atípicos son marcados como riesgosos. El "error del sistema", como el que experimentaron los contribuyentes con el SII, adquiere aquí una dimensión dramática: ser excluido de un servicio esencial o ser falsamente identificado como una amenaza por un fallo algorítmico.

Escenario 2: El Ciudadano Algorítmico en el Estado-Plataforma

Paralelamente al discurso de la seguridad, avanza la visión del Estado-Plataforma, un modelo que busca la máxima eficiencia a través de la automatización. En este escenario, la identidad digital es la llave de acceso a un ecosistema de servicios públicos personalizados y proactivos. El Estado no solo responde a las solicitudes, sino que se anticipa a ellas: calcula impuestos automáticamente, asigna beneficios sociales según los datos de ingresos y salud, y optimiza la burocracia hasta hacerla casi invisible.

  • La Lógica: Promovido por tecnócratas y sectores empresariales, este modelo promete reducir costos, eliminar la corrupción y ofrecer una experiencia de usuario sin fricciones. La ciudadanía es redefinida en términos de "cliente" del Estado.
  • El Surgimiento del Ciudadano Algorítmico: La consecuencia directa es la aparición del ciudadano algorítmico. El acceso a derechos y oportunidades —un crédito hipotecario, una beca estudiantil, una visa— deja de ser un derecho universal para convertirse en el resultado de un cálculo de puntuación. Tu historial digital, tus conexiones sociales y tus patrones de comportamiento alimentan un perfil que determina tu valía y fiabilidad ante el sistema.
  • Nuevas Desigualdades: Esta dinámica genera nuevas formas de exclusión. La brecha ya no es solo económica, sino también digital y de datos. Aquellos sin una huella digital "limpia" o suficiente, o quienes no comprenden cómo funciona el sistema, quedan marginados. La pregunta fundamental que surge es: ¿quién diseña estos algoritmos? ¿Con qué sesgos? La neutralidad de la tecnología se revela como un mito, y la gobernanza se vuelve una caja negra.

Escenario 3: La Soberanía Individual y el Mercado de la Identidad

Como reacción a la vigilancia del Estado Fortaleza y a la deshumanización del Estado-Plataforma, un tercer escenario emerge con fuerza: la lucha por la soberanía de la identidad personal (Self-Sovereign Identity o SSI).

  • La Lógica: Impulsado por activistas de la privacidad, académicos y emprendedores de tecnologías descentralizadas (como blockchain), este modelo invierte la ecuación del poder. En lugar de que el Estado o las corporaciones posean y gestionen nuestros datos, cada individuo controla su propia "billetera de identidad digital".
  • Un Nuevo Paradigma: El ciudadano se convierte en el administrador de sus credenciales verificables. Para abrir una cuenta bancaria, en lugar de entregar una fotocopia del carnet y otros documentos, se presenta una prueba criptográfica que certifica la mayoría de edad, sin revelar la fecha de nacimiento exacta. Para acceder a un servicio de salud, se autoriza el acceso temporal solo a la información médica pertinente. El control es granular, revocable y está en manos del individuo.
  • Desafíos y Oportunidades: Este escenario fomenta un nuevo mercado: el de las tecnologías de la confianza. Sin embargo, enfrenta obstáculos significativos, como la complejidad técnica, la necesidad de una alta alfabetización digital y la resistencia de los poderes establecidos, que verían mermada su capacidad de control. El Estado pasaría de ser un custodio de datos a un mero verificador de credenciales dentro de un ecosistema más amplio y distribuido.

La Síntesis Incierta: ¿Qué Futuro Elegiremos?

No nos dirigimos hacia uno solo de estos futuros, sino hacia una compleja y, a menudo, contradictoria superposición de los tres. Es probable que veamos un Estado Fortaleza gestionando las fronteras y la seguridad nacional, un Estado-Plataforma administrando los servicios básicos, y una creciente demanda ciudadana por herramientas de soberanía individual para navegar este nuevo ecosistema.

La trayectoria final dependerá de decisiones críticas que se tomarán en los próximos años. La legislación sobre protección de datos, la transparencia algorítmica y la educación digital serán campos de batalla decisivos. La sociedad civil, la academia y los ciudadanos reflexivos tienen el desafío de participar activamente en este debate, para que la promesa de un Estado más seguro y eficiente no se construya sobre los cimientos de una ciudadanía disminuida y controlada. El rostro futuro del Estado, en última instancia, será un reflejo del tipo de sociedad que decidamos ser.

El tema representa un punto de inflexión global en la relación entre el ciudadano, el Estado y la tecnología. La implementación de una identidad biométrica nacional centralizada cristaliza debates fundamentales sobre soberanía personal, vigilancia, seguridad y la definición misma de ciudadanía en el siglo XXI. Su evolución narrativa, desde una promesa de modernización a un campo de batalla por los derechos digitales, ofrece una oportunidad única para analizar las arquitecturas de poder del futuro y sus consecuencias a largo plazo para la sociedad.