Hace más de dos meses, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publicó una cifra que, aunque esperada, no dejó de impactar: la tasa de fecundidad en Chile alcanzó su mínimo histórico. Lo que pudo ser una nota técnica en las páginas de economía se ha transformado, con el paso de las semanas, en un inesperado y virulento campo de batalla ideológico que hoy domina la carrera presidencial. La pregunta ya no es solo por qué nacen menos chilenos, sino qué tipo de país se debe construir para revertir —o aceptar— esta tendencia.
El Censo 2024 fue categórico. La tasa global de fecundidad se situó en 1,27 hijos por mujer, muy por debajo del 2,1 necesario para el reemplazo generacional. El informe detalló que solo el 56,6% de las mujeres en edad fértil (15 a 49 años) han sido madres, una baja considerable frente al 65,6% de 2017 y el 71,7% de 2002. La Región Metropolitana, y en particular comunas como Providencia (con solo un 31,5% de mujeres madres), lideran este descenso, evidenciando que la decisión de tener hijos está profundamente ligada a factores urbanos, económicos y de desarrollo personal, como la postergación de la maternidad hasta una edad promedio de 30 años.
El primero en capitalizar políticamente la crisis fue el precandidato del Partido Republicano, José Antonio Kast. Su propuesta fue directa y de alto impacto mediático: una asignación universal de un millón de pesos a la madre al momento del nacimiento y otro millón en una cuenta de ahorro para el hijo. Sin embargo, su diagnóstico trascendió lo económico. En foros internacionales como la CPAC en Hungría, Kast enmarcó la baja natalidad como una consecuencia de una "cultura de izquierda" que promueve "el egoísmo y el aborto", convirtiendo el debate demográfico en una guerra cultural.
La respuesta no tardó en llegar desde su propio sector. La precandidata de Chile Vamos, Evelyn Matthei, presentó un plan que, si bien comparte el objetivo, se distancia del enfoque. Para Matthei, "un bono solo no altera nada". Su programa se enfoca en condiciones estructurales: facilitar el acceso a la vivienda para familias con hijos, rediseñar los beneficios sociales para no "castigar" a los hogares constituidos y, crucialmente, ampliar la garantía GES para incluir programas de fertilidad. Su visión apunta a un Estado que genera un ecosistema de apoyo, una aproximación más pragmática y multidimensional que la batalla cultural de Kast.
Desde el Frente Amplio, el precandidato Gonzalo Winter contraatacó directamente el diagnóstico de Kast, acusándolo de "culpar a las mujeres". Su plan, "Chile nace contigo", propone un rol estatal mucho más activo y una redefinición de los roles de género. Las medidas incluyen la creación de un Banco Nacional de Óvulos y Espermios de carácter público, centros de reproducción asistida en regiones para usuarios de Fonasa, y un postnatal masculino obligatorio de un mes. Para Winter, el problema no es cultural, sino material: la falta de "certezas" y el alto costo de la crianza. Su propuesta busca garantizar el derecho a formar una familia, incluyendo a parejas del mismo sexo y mujeres sin pareja, y forzar un avance en la corresponsabilidad.
Bajo la superficie de las propuestas presidenciales subyace un dilema complejo que pocos han abordado de frente. Un informe reciente de la fundación ChileMujeres advierte que extender los permisos parentales sin un diseño cuidadoso puede ser contraproducente. La evidencia internacional y nacional es clara: una gran asimetría entre el postnatal maternal y el paternal tiende a desincentivar la contratación femenina y a ampliar la brecha salarial.
Esta disonancia es palpable en las cifras: en 2023, solo el 0,2% de los permisos postnatales parentales fueron utilizados por hombres, a pesar de que la ley permite transferir semanas. Mientras Chile debate cómo fomentar la natalidad, sigue teniendo uno de los permisos paternales más bajos de la OCDE (apenas 5 días). La discusión, por tanto, no es solo sobre dar más tiempo, sino sobre cómo redistribuir equitativamente las tareas de cuidado para que la maternidad no siga siendo un factor de precariedad laboral para las mujeres.
Expertos del área de la salud, como Cinthia Chareca de Merck Group, han calificado la situación como una "conversación pendiente" y una "urgencia nacional". Más allá de las políticas públicas, se necesita una "conciencia fértil" que democratice la información, por ejemplo, a través de exámenes como el de la hormona antimuleriana, recientemente codificado por Fonasa.
Lo que comenzó con un dato estadístico ha evolucionado hacia un debate profundo sobre el futuro de Chile. La cuna vacía no es solo un indicador demográfico; es el reflejo de las ansiedades y aspiraciones de una sociedad que se pregunta qué significa formar una familia hoy. Las respuestas que ofrezcan los candidatos no solo definirán sus posibilidades electorales, sino que moldearán el contrato social chileno para las próximas décadas. El tema está lejos de cerrarse; más bien, parece que acaba de comenzar.