Dos meses después del anuncio que sacudió a la industria del turismo invernal, la euforia inicial ha dado paso a una tensa espera. La propuesta de Mountain Capital Partners (MCP), el gigante estadounidense del esquí, para adquirir el control de los centros El Colorado y Farellones —sumándolos a sus recientes compras de Valle Nevado y La Parva— ya no es solo una noticia económica. Se ha convertido en un caso de estudio que descansa sobre el escritorio de la Fiscalía Nacional Económica (FNE), y en una pregunta fundamental sobre el futuro de la cordillera que custodia Santiago.
La operación, que implica una inyección de hasta $6.000 millones de pesos para rescatar a la endeudada operadora local Andacor, promete cumplir un viejo anhelo: unificar los cuatro centros de la zona central en un único dominio esquiable, el más grande del Hemisferio Sur. Pero mientras la nieve de la temporada comienza a derretirse, las implicancias de este movimiento maduran, revelando un paisaje mucho más complejo.
La narrativa de MCP, liderada por su socio gerente James Coleman, es seductora. Habla de modernización, de sinergias operativas y, sobre todo, de “democratizar la montaña”. La promesa es clara: conectar los valles para crear una experiencia comparable a los grandes circuitos europeos, atraer turismo internacional y hacer el esquí más accesible para las familias chilenas con pases asequibles y programas para niños.
“Si se conectan estas montañas podrían ofrecer una experiencia comparable a los grandes circuitos de esquí de Europa”, afirmó Coleman a la prensa, destacando que su objetivo es aumentar el volumen de visitantes, no necesariamente los precios. Esta visión es respaldada por actores de la industria, como la Asociación de Centros de Ski de Chile (Aceski), que ve en MCP la capacidad de inversión y la visión de futuro que los operadores locales, golpeados por años de sequía y los efectos de la pandemia, ya no podían garantizar.
La situación de Andacor, la empresa controlada por la familia Leatherbee, es el pilar de este argumento. Enfrentando una reorganización judicial para evitar la quiebra, la llegada de MCP se presenta no como una adquisición hostil, sino como un rescate inevitable. Ricardo Margulis, gerente general de Holding MCP Chile, planteó la disyuntiva para la FNE como una paradoja: si la fiscalía bloquea la compra para evitar un monopolio, Andacor podría liquidarse, dejando a MCP como el único actor relevante de todos modos. La pregunta que flota en el aire es: ¿es preferible un monopolio planificado y regulado a uno surgido del colapso del competidor?
A medida que el debate se profundiza, surgen voces que invitan a la cautela. La concentración del 100% de la oferta de esquí de la principal región del país en manos de un solo actor extranjero es un escenario que genera inquietud. Las preguntas van más allá de la libre competencia: ¿Qué significa para la soberanía de un ecosistema estratégico? ¿Qué poder de negociación tendrán las pequeñas empresas locales —escuelas de esquí, arriendos, restaurantes de Farellones— frente a un operador único? ¿Y qué impacto tendrá en los precios a largo plazo, una vez que la fase de captación de mercado haya terminado?
Para encontrar respuestas, algunos analistas miran más allá de nuestras fronteras. La experiencia de destinos como Mallorca, en España, ofrece una potente advertencia. Allí, décadas de turismo masivo y capital extranjero transformaron un paraíso local en un “parque de atracciones” para visitantes, con un mercado inmobiliario inaccesible para los residentes, una erosión de la cultura local y una presión insostenible sobre los recursos naturales. Escritores y activistas locales hoy narran una “sensación de extinción”. Este paralelo, aunque geográficamente distante, obliga a plantear una disonancia cognitiva constructiva: ¿es el modelo de crecimiento de MCP el que Chile desea, o podría ser el primer paso hacia una “mallorquinización” de los Andes?
El caso MCP no ocurre en un vacío. Se enmarca en un intenso debate nacional sobre el crecimiento económico y la llamada “permisología”. Desde influyentes centros de estudio y gremios empresariales, se ha instalado la idea de que la burocracia y la regulación ambiental son los principales frenos a la inversión. Proponen “pasar la motosierra” a los permisos para agilizar proyectos.
Sin embargo, voces críticas, como las expuestas en un reciente análisis de CIPER, cuestionan este diagnóstico. Sostienen que el problema no es el exceso de regulación, sino su debilidad y la presión constante para flexibilizarla. Datos del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) muestran que solo un 2,2% de los proyectos son rechazados, desmintiendo la idea de un bloqueo sistemático. Desde esta perspectiva, la presión para que la FNE apruebe rápidamente la operación de MCP podría interpretarse como un capítulo más en la ofensiva por priorizar la inversión a gran escala por sobre las salvaguardas sociales y ambientales.
La verdadera discusión no sería sobre la lentitud de los permisos, sino sobre la permisividad de un modelo que favorece a grandes capitales capaces de navegar el sistema, mientras se presentan como víctimas de él. La participación ciudadana y la evaluación rigurosa no serían un obstáculo, sino un ejercicio democrático fundamental para defender el bien común.
Con la decisión de la FNE pendiente, el futuro de los centros de esquí de la zona central se ha convertido en un símbolo de las encrucijadas que enfrenta Chile. La propuesta de MCP ofrece una visión de modernidad, eficiencia y escala global, una promesa de revitalizar una industria en problemas. Pero bajo esa superficie brillante se agitan preguntas complejas sobre monopolios, soberanía territorial y las consecuencias a largo plazo de un modelo de desarrollo turístico intensivo.
La resolución de este caso no solo definirá quién opera las pistas de esquí cercanas a Santiago. Será una señal sobre qué tipo de crecimiento busca el país y qué valor le asigna a sus paisajes, a sus comunidades locales y a los equilibrios que, una vez rotos, son muy difíciles de restaurar. La cordillera espera, en silencio, el veredicto.