El Pasaporte del Corazón: Del Exilio Deportivo a los Futuros de la Soberanía Afectiva y la Nación por Elección

El Pasaporte del Corazón: Del Exilio Deportivo a los Futuros de la Soberanía Afectiva y la Nación por Elección
2025-07-21

- El mérito y el afecto se perfilan como nuevos criterios de nacionalidad, desafiando la idea tradicional basada en el nacimiento.

- La historia del para-atleta Yunerki Ortega es una señal del futuro: una nación que se elige y que, a su vez, elige a sus nuevos ciudadanos por su contribución.

- Chile se encuentra en una encrucijada estratégica: convertirse en un polo de talento global o replegarse hacia una identidad más cerrada y excluyente.

La Fuga que Reveló un Futuro

Cuando el para-atleta cubano Yunerki Ortega decidió no tomar su vuelo de regreso tras los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023, su acto individual se convirtió en un potente símbolo. Meses después, al recibir la nacionalidad por gracia de un Congreso que aplaudió su decisión, su historia dejó de ser una anécdota deportiva para transformarse en una señal de profundas transformaciones. El caso Ortega no es solo sobre un deportista buscando un futuro mejor; es el prólogo de un debate ineludible sobre qué significa ser chileno en el siglo XXI. Su pasaporte, más que un documento, representa la tensión entre la nación heredada y la nación por elección.

Este fenómeno emerge en un contexto de alta movilidad global y de una redefinición de las lealtades. Mientras Chile debate acaloradamente sobre los derechos y deberes cívicos de su población migrante —como la obligatoriedad del voto—, casos como el de Ortega, o previamente los de Santiago Ford y Yasmani Acosta, introducen un nuevo paradigma: el mérito como criterio de pertenencia. Estos atletas no solo adoptan la bandera chilena; la eligen activamente y prometen honrarla con medallas, un capital simbólico de alto valor en la construcción de la identidad colectiva. Este gesto plantea una pregunta fundamental: ¿vale más nacer en un territorio o elegirlo y contribuir a su prestigio?

Escenario 1: El Hub de Talentos y el Pasaporte por Mérito

A mediano plazo, una trayectoria probable es que Chile profundice su rol como un hub de talento regional. Impulsado por su estabilidad económica relativa y su atractivo como marca-país —a pesar del "peor marketing del mundo", como ironizaba una influencer—, el Estado podría formalizar mecanismos para atraer y nacionalizar a individuos de alto rendimiento no solo en el deporte, sino también en las ciencias, las artes y la tecnología.

En este escenario, la "nacionalidad por gracia" dejaría de ser un acto excepcional para convertirse en una herramienta estratégica de soft power. Podríamos ver el surgimiento de políticas de "pasaporte por mérito", diseñadas para competir por capital humano global. El punto de inflexión crítico sería la creación de un marco legal que estandarice estos procesos, moviéndose más allá de la voluntad política del momento. Sin embargo, este camino encierra un riesgo: la creación de una ciudadanía estratificada, donde los migrantes de "primera clase" (talentosos y celebrados) coexistan con una masa de migrantes en situación precaria, agudizando la desigualdad y la fragmentación social.

Escenario 2: La Fortaleza Identitaria y el Repliegue Nacional

Una contratendencia, igualmente plausible, es el repliegue hacia una fortaleza identitaria. Las ansiedades generadas por la crisis migratoria, amplificadas por campañas de desinformación sobre el "voto extranjero" y debates sobre la seguridad, podrían consolidar una narrativa política que priorice la identidad tradicional. En este futuro, las leyes migratorias y de ciudadanía se endurecerían. El derecho a voto para extranjeros podría ser restringido o eliminado, y la obtención de la nacionalidad se convertiría en un proceso más largo y arduo, reservado para quienes demuestren una asimilación cultural completa.

El factor decisivo para este escenario sería el ascenso de fuerzas políticas que capitalicen el miedo al "otro" y promuevan una visión de la nación como una comunidad cerrada, definida por la sangre y la historia compartida, más que por un proyecto de futuro. La defensa a ultranza de símbolos como el "acento chileno", hoy una anécdota en redes sociales, podría evolucionar hacia políticas de Estado que refuercen una única forma de ser chileno, limitando la diversidad cultural en el espacio público. Este camino promete cohesión, pero a costa del dinamismo, el talento global y, potencialmente, el aislamiento.

La Soberanía Afectiva como Tercera Vía

Entre estos dos polos emerge una tercera posibilidad: el desarrollo de una soberanía afectiva. Este concepto sugiere que la pertenencia a la nación se define cada vez más por un vínculo emocional y un compromiso voluntario. La frase de Yunerki Ortega, "lo que siento es más grande que un oro olímpico", captura la esencia de esta idea. La lealtad no se impone por ley ni se hereda por nacimiento, sino que se construye a través de la experiencia, la gratitud y la identificación con un proyecto de vida.

En este futuro, Chile no solo se define por sus leyes, sino por las historias que cuenta sobre sí mismo. Las narrativas de los "nuevos chilenos" como Ortega se integrarían al relato nacional, enriqueciéndolo y haciéndolo más complejo. El desafío aquí es cultural y educativo. ¿Puede el sistema educativo y los medios de comunicación fomentar una identidad pluralista que abrace estas nuevas formas de chilenidad sin que las identidades tradicionales se sientan amenazadas? La soberanía afectiva no niega el conflicto, sino que lo gestiona, reconociendo que el "nosotros" es un concepto en permanente negociación.

Los Futuros de la Pertenencia

El caso de Yunerki Ortega ha abierto una ventana a los futuros posibles de la nación chilena. El país se debate entre un pragmatismo que busca talento para competir globalmente y un instinto conservador que teme la disolución de su identidad. La controversia sobre el voto extranjero es solo la punta del iceberg de esta tensión.

La dirección que tome Chile dependerá de decisiones críticas en los próximos años. ¿Se legislará pensando en la nación como un ente estático o como un proyecto dinámico y en construcción? ¿Se priorizará la seguridad de las fronteras físicas o la apertura a las fronteras del talento y el afecto? Las respuestas a estas preguntas no solo definirán las políticas migratorias, sino que moldearán el alma misma de la chilenidad del futuro, decidiendo si el pasaporte es un certificado de origen o un pacto de corazón.

La historia presenta una narrativa completa y conmovedora que trasciende el evento noticioso para explorar temas universales como la identidad, la pertenencia y el significado de la nacionalidad en un mundo globalizado. Su evolución, desde la aspiración personal de un atleta hasta un debate público sobre el mérito y el afecto como criterios de ciudadanía, permite un análisis profundo sobre la construcción de la identidad colectiva y el contrato social. El caso ofrece un punto de partida para proyectar escenarios sobre cómo las naciones podrían redefinir sus fronteras simbólicas en el futuro.