El Trono Vacío del Cártel: De la Rendición de un "Chapito" a los Futuros de la Soberanía Criminal y la Paz Negociada

El Trono Vacío del Cártel: De la Rendición de un
2025-07-21

- La declaración de culpabilidad de Ovidio Guzmán no es un final, sino el catalizador de una nueva era de narcopolítica que transforma la "guerra contra las drogas" en una compleja negociación de poder.

- La alianza entre "Los Chapitos" y el CJNG apunta a una transición desde la guerra fragmentada hacia una consolidación de tipo corporativo, creando un potencial narco-conglomerado con un alcance global sin precedentes.

- Los escenarios futuros oscilan entre una "Pax Mafiosa" controlada por una entidad criminal consolidada y una "Guerra Total" con facciones atomizadas e hiperviolentas, desafiando la soberanía del Estado en todo el continente.

El tablero reconfigurado

La declaración de culpabilidad de Ovidio Guzmán López en una corte de Chicago, lejos de ser el epílogo de una era, es la señal más clara de una profunda reconfiguración en el ecosistema del crimen organizado transnacional. Este movimiento, producto de meses de negociación con autoridades estadounidenses, no puede analizarse aisladamente. Ocurre en el contexto de una brutal guerra de sucesión dentro del Cártel de Sinaloa y una audaz alianza estratégica con su antiguo archirrival, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Estos eventos interconectados no representan el debilitamiento del narcotráfico, sino su metamorfosis hacia formas más complejas de poder que desafían las estrategias de seguridad tradicionales y la propia noción de soberanía estatal.

La caída de los grandes capos, un ciclo que se repite desde hace décadas, ya no garantiza la desarticulación de sus imperios. Por el contrario, parece acelerar procesos de evolución. La rendición negociada de un "Chapito" es un punto de inflexión que abre la puerta a futuros radicalmente distintos, cuyas semillas ya son visibles.

Escenario 1: La Consolidación Corporativa y la "Pax Mafiosa"

Un futuro probable, y quizás el más inquietante, es el éxito de la alianza entre la facción de "Los Chapitos" y el CJNG. Si esta fusión se consolida, no estaríamos frente a un cártel tradicional, sino ante una Corporación Criminal Transnacional (CCT) con una lógica de mercado depurada. Su objetivo principal no sería la guerra territorial per se, sino la optimización de la cadena de valor del narcotráfico, especialmente del fentanilo, desde la importación de precursores químicos de Asia hasta la distribución en las calles de Estados Unidos y Europa.

En este escenario, la violencia no desaparecería, pero podría volverse más selectiva y menos espectacular. Una CCT buscaría “pacificar” sus territorios para asegurar la fluidez de sus operaciones, estableciendo una suerte de "Pax Mafiosa". La extorsión y el secuestro a nivel local podrían disminuir en zonas bajo su control hegemónico, siendo reemplazados por una cooptación más profunda y silenciosa de las estructuras económicas y políticas locales. Para ciertos sectores de la sociedad y del poder, una reducción de la violencia cotidiana podría ser vista, tácitamente, como un mal menor, a pesar de que el poder del Estado se vería dramáticamente erosionado. Este modelo presenta a los gobiernos un dilema: combatir a un monstruo consolidado o negociar con él para mantener una precaria estabilidad.

Escenario 2: La Guerra Total y la Atomización del Poder

Una posibilidad alternativa es el fracaso de esta mega-alianza. La unión de dos estructuras tan poderosas y con historiales de traición podría implosionar por disputas internas de poder, o bien, generar una reacción en cadena de sus rivales. Los remanentes de la facción de Ismael "El Mayo" Zambada, junto a otros cárteles regionales, podrían formar un frente anti-CJNG/Chapitos, desatando una "Guerra Total" a una escala nunca antes vista en México.

Este escenario no sería una repetición de las guerras del pasado, sino una atomización del conflicto. La violencia se volvería más caótica, descentralizada e impredecible. Pequeños grupos armados, desprendidos de las grandes estructuras, lucharían por el control de economías ilícitas locales: minería ilegal, tráfico de migrantes, extorsión digital y control de puertos. Para el Estado, esta fragmentación representa el peor de los mundos: un enemigo sin cabeza, sin centro de gravedad, que convierte vastas regiones en zonas grises ingobernables. La crisis de seguridad se transformaría en una crisis humanitaria, con desplazamientos forzados y un colapso de los servicios básicos.

El Estado Redefinido: Entre la Soberanía Negociada y la Intervención

El caso de Ovidio Guzmán pone en evidencia una tendencia dominante: el desplazamiento del centro de gravedad de la justicia desde México hacia Estados Unidos. La negociación directa de la justicia estadounidense con un líder criminal de alto perfil, con aparentes implicaciones para su familia y su facción, sugiere un nuevo paradigma de soberanía negociada. El Estado mexicano, superado por la capacidad de fuego y corrupción de los cárteles, podría verse compelido a aceptar, de manera formal o informal, que las reglas del juego se dicten desde Washington.

Este pragmatismo no está exento de riesgos monumentales. Legitimar las negociaciones con actores criminales, especialmente si son mediadas por una potencia extranjera, sienta un precedente que debilita estructuralmente al Estado. Se abre la puerta a que la política de seguridad deje de ser una función pública para convertirse en una serie de pactos opacos con las élites criminales. Históricamente, este tipo de arreglos, como los vistos en otros países de la región, rara vez conducen a una paz duradera. Más bien, transforman a los grupos criminales en actores políticos de facto con capacidad de veto sobre las decisiones del Estado.

Síntesis de Futuros Plausibles

El futuro del crimen organizado en México y el continente no se decidirá por una victoria militar, sino por la consolidación de un nuevo orden. La tendencia dominante es la "corporativización" del crimen, que busca la eficiencia del mercado por sobre la simple dominación territorial. El mayor riesgo no es solo la violencia, sino la normalización de un modelo donde la soberanía es un bien transable y la paz, un servicio que puede ser subcontratado al mejor postor criminal.

Sin embargo, esta crisis extrema también podría ser una oportunidad latente. La evidente obsolescencia de la "guerra contra las drogas" podría forzar a los Estados a explorar, finalmente, alternativas radicales basadas en la regulación, la reducción de daños y la construcción de una paz que no dependa de la eliminación del adversario, sino de la transformación de las condiciones que lo originan. La rendición de un "Chapito" no cierra un capítulo; nos obliga a preguntarnos qué tipo de orden —estatal, mafioso o caótico— estamos dispuestos a construir sobre las ruinas del modelo actual, y cuál es el verdadero precio de la paz.

La historia marca un punto de inflexión en la saga de uno de los cárteles más poderosos del mundo. La rendición de una figura heredera, lejos de ser un final, abre un complejo abanico de escenarios sobre la reconfiguración del poder criminal, la atomización de la violencia y la eficacia de las estrategias de seguridad transnacionales. Su madurez temporal permite analizar no solo el evento, sino sus profundas consecuencias en la soberanía estatal y el futuro del crimen organizado en el continente.