El Duelo Interespecie: Cómo los Cementerios de Mascotas Proyectan el Futuro del Vínculo Humano-Animal y el Contrato Afectivo en Chile

El Duelo Interespecie: Cómo los Cementerios de Mascotas Proyectan el Futuro del Vínculo Humano-Animal y el Contrato Afectivo en Chile
2025-07-22

- La formalización del duelo por mascotas, a través de rituales y cementerios, está pasando de ser una práctica de nicho a una norma social que valida un dolor antes minimizado.

- Emerge una nueva “economía del afecto”, un mercado de servicios que trasciende el cuidado físico para abordar las necesidades emocionales del vínculo, desde terapias hasta despedidas simbólicas.

- La creciente integración de los animales en espacios íntimos y terapéuticos (como hospitales) desafía su estatus legal como “bienes”, abriendo un debate sobre su futuro reconocimiento como miembros sintientes de la unidad familiar.

La Señal: Más Allá del Jardín

Lo que hasta hace una década era una anécdota excéntrica o un privilegio de pocos, hoy se ha convertido en un paisaje emocional cada vez más común en Chile: los cementerios de mascotas. Lápidas pequeñas, epitafios sinceros y flores frescas no solo marcan el lugar de descanso de un animal, sino que actúan como una poderosa señal de un cambio cultural profundo. Este fenómeno, junto a la reciente implementación de protocolos que permiten el ingreso de perros y gatos a Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) como apoyo terapéutico, revela que el vínculo humano-animal ha trascendido la esfera privada del hogar para demandar un espacio de reconocimiento en la vida pública, la salud y, crucialmente, en la muerte.

Con más de tres millones de mascotas inscritas formalmente en el país, según datos del Registro Nacional, la escala de esta relación ya no es anecdótica. Estamos ante una fuerza social que está reconfigurando silenciosamente conceptos tan fundamentales como la familia, el afecto y el duelo. La pregunta ya no es si amamos a nuestros animales, sino cómo la sociedad se adaptará para formalizar y dar cabida a la intensidad de ese vínculo.

Escenario 1: La Institucionalización del Duelo Interespecie

El dolor por la pérdida de una mascota ha sido históricamente un duelo no autorizado, a menudo minimizado o ridiculizado por el entorno social. Sin embargo, la proliferación de cementerios y servicios crematorios desde Arica hasta la Patagonia es la evidencia más clara de que esta percepción está cambiando. Estos espacios ofrecen un marco ritual que valida el dolor y permite a las personas procesar la pérdida de una manera socialmente aceptada, similar a los ritos funerarios humanos.

A mediano plazo, es probable que veamos una mayor institucionalización de este duelo. Podríamos observar cómo empresas de servicios funerarios tradicionales expanden sus operaciones para incluir a las mascotas, ofreciendo paquetes integrales que incluyan velatorios, memoriales y soporte psicológico para los dueños. Del mismo modo, la experiencia de hospitales que ya reconocen el poder curativo de las mascotas podría extenderse. Si la presencia de un animal es considerada una intervención terapéutica legítima, su ausencia por fallecimiento podría, en un futuro, ser reconocida como un evento vital estresante que merezca, por ejemplo, la consideración de permisos laborales por duelo, un tema que hoy parece lejano pero que sigue la lógica de la humanización del vínculo.

Escenario 2: El Auge de la “Economía del Afecto”

El mercado de mascotas ha evolucionado. De vender alimentos y accesorios, ha pasado a ofrecer servicios que responden a una demanda emocional. Esta “economía del afecto” se fundamenta en tratar al animal no como un objeto de cuidado, sino como un sujeto de experiencias y emociones. Los hoteles de lujo para perros, los spas, los planes de salud con cobertura psicológica y los fotógrafos especializados en retratos familiares interespecie son solo el comienzo.

A largo plazo, esta economía se sofisticará aún más. Un punto de inflexión crítico será el ámbito legal. A medida que las parejas se separan, la pregunta sobre “quién se queda con el perro” dejará de ser una negociación informal para convertirse en un punto de disputa en mediaciones familiares. Esto podría impulsar la creación de servicios de asesoría legal especializada en “tuición” de mascotas, estableciendo criterios basados en el bienestar del animal y su vínculo con cada persona. Asimismo, podrían surgir figuras como los fideicomisos para el cuidado de mascotas, asegurando su bienestar económico tras el fallecimiento de su cuidador, un paso más allá de la simple herencia del animal como si fuera un bien mueble.

Escenario 3: La Tensión Jurídica y el Nuevo Contrato Afectivo

El mayor factor de incertidumbre y el debate más complejo a futuro reside en el estatus legal de los animales. El Código Civil chileno los sigue considerando “bienes muebles semovientes”, es decir, propiedad. Sin embargo, la realidad social y emocional los trata como miembros de la familia. Esta disonancia es insostenible a largo plazo.

Las decisiones de permitir su ingreso a hospitales o la creación de registros nacionales son pasos que, implícitamente, los reconocen como algo más que objetos. El futuro nos enfrentará a preguntas incómodas: si un animal puede mejorar la salud de un paciente terminal, ¿no tiene un valor que trasciende lo monetario? Si su pérdida genera un duelo que requiere rituales, ¿no es su vida digna de una protección legal más robusta?

Una visión prospectiva sugiere que no necesariamente se les otorgarán “derechos humanos”, pero sí podríamos transitar hacia una nueva categoría jurídica: la de “seres sintientes miembros de un núcleo familiar”. Este cambio no sería solo simbólico; tendría consecuencias prácticas en casos de maltrato (con penas más severas al considerarse violencia intrafamiliar), en disputas de tuición y en la obligación del Estado y los privados de adaptar sus normativas para reconocer esta realidad. La forma en que la sociedad chilena resuelva esta tensión definirá el contorno del contrato afectivo del siglo XXI, uno donde las fronteras entre especies se vuelven, en el plano emocional, cada vez más difusas.

La historia documenta una transformación silenciosa pero profunda de los valores sociales, donde el vínculo afectivo con los animales trasciende lo doméstico para generar nuevas industrias, rituales de duelo y debates éticos. Su evolución desde una práctica marginal a un fenómeno con consecuencias económicas y culturales visibles permite analizar el futuro del concepto de familia, la gestión del duelo en la sociedad contemporánea y la mercantilización del afecto.