A más de dos meses de que el informe de la Contraloría General de la República cayera como una bomba en el debate público, el estruendo inicial ha dado paso a un análisis más sosegado pero igualmente inquietante. Lo que comenzó en mayo de 2025 como una cifra escandalosa —25.078 funcionarios públicos que viajaron fuera de Chile mientras estaban con licencia médica— ha madurado hasta convertirse en una radiografía de las fracturas en la confianza y la probidad del aparato estatal. La discusión ya no se centra solo en el fraude, sino en las fallas sistémicas, las responsabilidades políticas y la cultura institucional que permitieron que una herramienta de protección social se transformara en un mecanismo de abuso generalizado.
La revelación de la Contraloría fue solo el primer acto. Lo que siguió fue un goteo incesante de casos específicos que le pusieron rostro y contexto al problema, demostrando que no se trataba de hechos aislados, sino de un patrón transversal.
El caso del Cesfam de Pemuco, donde los siete médicos titulares se ausentaron simultáneamente con licencias, algunas emitidas entre ellos mismos como medida de presión por un bono no pagado, fue uno de los primeros en ilustrar la audacia del fenómeno a nivel local. Pronto, la crisis escaló a las altas esferas del poder y a distintas regiones.
En Magallanes, la exdelegada presidencial Luz Bermúdez (Frente Amplio) admitió haber viajado a Argentina durante una licencia psiquiátrica. En el Biobío, se abrió un sumario contra Amanda Monsalve, hija del exsubsecretario Manuel Monsalve, por presuntamente emitir una licencia irregular a su padre. En Los Lagos, se notificó de sumarios a 79 funcionarios de la salud municipal de Puerto Montt y una fiscal de Puerto Varas fue suspendida por la misma razón, llevando el escándalo hasta el Poder Judicial.
La crisis tocó directamente al círculo del Presidente Gabriel Boric con la renuncia de su cuñada, Fiona Bonati, quien trabajaba en la Segegob y viajó al extranjero durante su licencia postnatal. Estas renuncias y sumarios, si bien buscaron actuar como cortafuegos, no hicieron más que confirmar la profundidad y extensión del problema.
La reacción ante la crisis ha sido un crisol de posturas que reflejan las tensiones políticas y sociales del país:
El abuso de licencias médicas no es un problema nuevo en Chile; ha sido un debate recurrente sobre el gasto fiscal y el ausentismo laboral. Sin embargo, la crisis de 2025 marcó un punto de inflexión al conectar este abuso directamente con la fe pública y la probidad de quienes sirven al Estado. Dejó de ser una estadística económica para convertirse en una crisis de confianza.
Actualmente, el tema ha transitado de la noticia de impacto a una fase de gestión administrativa y legislativa. Los 1.908 sumarios iniciados solo en el sector salud son procesos lentos cuyas conclusiones tardarán en llegar. El debate legislativo continúa, buscando un equilibrio entre sanciones ejemplificadoras y el respeto a los derechos de los trabajadores. La pregunta que queda abierta es si esta crisis servirá como un catalizador para una reforma profunda de los mecanismos de control y una reflexión sobre la ética en la función pública, o si, una vez pasada la tormenta mediática, las malas prácticas volverán a arraigarse en un sistema que demostró ser profundamente permeable al fraude.