La fumata blanca del 8 de mayo de 2025 no solo anunció un nuevo Papa; marcó el final de una era y el comienzo de un experimento. La elección del cardenal Robert Francis Prevost —un agustino nacido en Chicago, forjado como misionero y obispo en Perú, y ahora León XIV— fue una solución inesperada a la profunda polarización que dejó el pontificado de Francisco. Tras 90 días de gestos medidos y señales contrapuestas, su papado se perfila como un laboratorio para el futuro del catolicismo, atrapado entre la restauración doctrinal, la herencia social de su predecesor y un nuevo tablero geopolítico.
El pontificado de Francisco fue disruptivo, pastoral y, para muchos, ambiguo. Su sucesor parece encarnar, en cambio, la deliberación y la síntesis. No es el continuista puro que anhelaba el ala progresista ni el restaurador doctrinario que exigía el sector conservador, cuyo anhelo se vio reflejado en el respaldo de figuras como Donald Trump al cardenal Timothy Dolan. León XIV es, por ahora, un enigma cuyos primeros actos son las únicas pistas para proyectar los futuros posibles de una institución con 1.300 millones de fieles.
Los primeros tres meses de un pontificado son un ejercicio de semiótica. Y los de León XIV han sido particularmente densos. La elección del nombre es la primera gran señal: no es Francisco II, sino León, en explícita alusión a León XIII y su encíclica Rerum Novarum (1891). Con ello, se posiciona no como un continuador del estilo de Bergoglio, sino como un Papa enfocado en la doctrina social de la Iglesia frente a una nueva revolución industrial, la de la inteligencia artificial y la precariedad digital.
Sin embargo, este guiño a la modernidad social convive con gestos hacia la tradición. El uso de la mozzetta (la capa corta roja que Francisco evitaba) y el canto en latín han sido interpretados como un acercamiento a los católicos más tradicionales. Su defensa del matrimonio como un "modelo concreto de amor" entre hombre y mujer, a principios de junio, fue una declaración doctrinal mucho más tajante que las que solía ofrecer su predecesor.
A esta dualidad se suma un tercer eje: el geopolítico. Al renovar su documento de identidad peruano, León XIV no realizó un mero trámite administrativo. Fue un acto calculado para afirmar su identidad latinoamericana y su conexión con el Sur Global. No obstante, es innegable que es el primer Papa nacido en Estados Unidos, la nación que alberga a una de las iglesias católicas más ricas, influyentes y polarizadas del mundo. Esta doble identidad es, quizás, la clave fundamental de su pontificado.
Si la tendencia marcada por sus gestos doctrinales y litúrgicos se consolida, podríamos estar ante un futuro de restauración controlada. Este escenario no implicaría una anulación total del legado de Francisco, sino una reinterpretación restrictiva de sus aperturas.
- Proyección a mediano plazo: Podría haber un freno a las discusiones sobre la comunión para los divorciados vueltos a casar o una pastoral más inclusiva con las personas LGTBQ+. Se priorizaría la claridad doctrinal sobre la ambigüedad pastoral. Los nombramientos clave en la Curia Romana se inclinarían hacia perfiles más conservadores, buscando realinear a la Iglesia tras lo que algunos consideran una década de deriva.
- Consecuencias: Este camino apaciguaría a los sectores conservadores de Estados Unidos y Europa, que financiaron y apoyaron la oposición a Francisco. Sin embargo, arriesga a profundizar la brecha con las iglesias más liberales, como la alemana y su "Camino Sinodal", y podría generar una desafección en la base de fieles que se sintió acogida por el estilo de Bergoglio. El riesgo latente es el de un cisma de facto, con distintas regiones operando bajo lógicas eclesiales casi incompatibles.
Una posibilidad alternativa, y quizás más probable, es que León XIV intente una síntesis audaz: combinar la forma tradicional con un fondo social radical, actualizando la Rerum Novarum para el siglo XXI.
- Proyección a mediano plazo: Este escenario vería la publicación de una gran encíclica social sobre la dignidad humana en la era digital, la ética de la inteligencia artificial, la crisis climática y las nuevas formas de explotación laboral. León XIV utilizaría un lenguaje doctrinal clásico para defender posturas sociales progresistas, buscando un terreno común que trascienda la dicotomía izquierda-derecha.
- Punto de inflexión crítico: La clave será su capacidad para demostrar que la tradición no es incompatible con la justicia social. Podría, por ejemplo, defender la familia tradicional como núcleo de resistencia frente a un capitalismo de consumo que disuelve los vínculos, conectando así dos agendas aparentemente opuestas. Si tiene éxito, podría forjar un nuevo consenso católico. Si fracasa, podría ser acusado de incoherencia por ambos flancos.
Ningún pontificado es ajeno a la geopolítica, pero el de León XIV está intrínsecamente ligado a ella por su biografía. Su origen estadounidense le otorga un acceso y una comprensión del poder global distintos a los de sus predecesores.
- Proyección a largo plazo: El Vaticano podría adoptar un rol de mediador más pragmático en los conflictos globales. La doble identidad de León XIV le permitiría actuar como puente entre el Norte y el Sur. Podría dialogar con Washington con una familiaridad inédita, mientras que su ciudadanía peruana le daría legitimidad para hablar en nombre de las naciones en desarrollo.
- Factores de incertidumbre: ¿Cómo será percibido por potencias rivales como China y Rusia? ¿Su origen estadounidense será visto como una ventaja para el diálogo o como una marca de alineamiento? Su manejo de la compleja relación del Vaticano con Pekín será una de las primeras y más definitorias pruebas de su diplomacia.
Estos tres escenarios no son mutuamente excluyentes. Lo más plausible es una combinación de ellos: un pontificado que busca una restauración doctrinal en lo moral y litúrgico (Escenario 1), mientras impulsa una agenda social avanzada (Escenario 2), todo ello enmarcado en un nuevo activismo geopolítico (Escenario 3).
Los primeros 90 días de León XIV han sido una clase magistral en el manejo de la ambigüedad calculada. Ha ofrecido señales de esperanza a los tradicionalistas sin declarar la guerra a los reformistas. Ha reafirmado su identidad del Sur sin renunciar a su origen en el Norte.
Las próximas decisiones serán decisivas. Sus primeros nombramientos para puestos clave en la Curia, su primera encíclica y su primer gran viaje internacional revelarán si esta aparente contradicción es en realidad una estrategia coherente. El mundo observa si el Papa inesperado será el hombre que logre sanar las fracturas de la Iglesia o el que, intentando contentar a todos, termine por no satisfacer a nadie. La respuesta definirá no solo el futuro de la fe católica, sino su relevancia en un mundo cada vez más secularizado y fragmentado.