La Frecuencia Fantasma: Cómo la Invasión Silenciosa de RT en la TV Chilena Proyecta los Futuros de la Soberanía Mediática y el Contrato con la Verdad

La Frecuencia Fantasma: Cómo la Invasión Silenciosa de RT en la TV Chilena Proyecta los Futuros de la Soberanía Mediática y el Contrato con la Verdad
2025-07-24
  • El desembarco de RT no es un mero acuerdo comercial, sino una señal geopolítica que pone a prueba la resiliencia regulatoria de Chile frente a la guerra de información global.
  • El caso fuerza una redefinición de la soberanía mediática: ante la crisis de medios locales, el contenido estatal extranjero ocupa los vacíos, desafiando el rol tradicional de la prensa nacional.
  • Se expone la fragilidad del “contrato con la verdad”, acelerando un futuro donde la ciudadanía debe navegar un ecosistema fragmentado de narrativas en competencia, a menudo patrocinadas por Estados.

La Señal de Fondo: Más Allá de un Cambio de Programación

A mediados de junio de 2025, una frecuencia de televisión abierta en Chile, hasta entonces relegada a la irrelevancia de los infomerciales y las repeticiones, cambió de rostro. Telecanal, un actor marginal del ecosistema mediático, comenzó a emitir de forma ininterrumpida la señal de RT en Español, el brazo mediático internacional financiado por el Kremlin. Lo que a primera vista podría parecer una anécdota de la industria televisiva es, en realidad, una señal de alta definición sobre los futuros posibles para la soberanía informativa, el debate público y la confianza en la era de la propaganda algorítmica.

El evento no es un hecho aislado, sino la manifestación local de dos tendencias globales convergentes: la crisis terminal del modelo de negocio de los medios tradicionales y la sofisticación de las estrategias de poder blando de actores estatales en la arena global. La llegada de RT a la televisión abierta chilena no se mide en puntos de rating, sino en su capacidad para testear las fronteras de una regulación concebida para un mundo que ya no existe y para instalar una narrativa alternativa directamente en los hogares, sin los filtros del periodismo local.

Escenario 1: La Normalización del Caballo de Troya

Un futuro probable es aquel donde la controversia inicial se disipa y la presencia de RT se normaliza. En este escenario, el canal se convierte en una voz más dentro del ruido mediático, consolidando una audiencia de nicho, particularmente entre aquellos sectores de la población con alta desconfianza hacia las instituciones y los medios tradicionales. La estrategia de RT podría evolucionar hacia una “chilenización” de sus contenidos: incorporar analistas y líderes de opinión locales que, desde sus propias plataformas, validen y amplifiquen la línea editorial del medio, enfocándose en temas que exacerban la polarización interna, como críticas a la política exterior occidental, teorías sobre el poder de las élites globales o la defensa de modelos autoritarios como alternativa al desorden liberal.

Los factores que impulsarían este escenario son la inacción regulatoria, amparada en una interpretación laxa de la libertad de expresión, y la apatía de una ciudadanía ya sobrecargada de información. La consecuencia a largo plazo no sería un adoctrinamiento masivo, sino algo más sutil y corrosivo: la erosión de una base fáctica común para el diálogo democrático. El modelo de influencia extranjera se perfeccionaría, pasando de la intervención directa a una suerte de “franquicia de la propaganda”, donde un actor local en crisis económica cede su soberanía editorial a cambio de supervivencia financiera.

Escenario 2: El Despertar Regulatorio y la Frontera Digital

Una trayectoria alternativa se activaría si la presión política y ciudadana escala. Impulsado por denuncias formales sobre el contenido de RT —por ejemplo, por transgredir el “correcto funcionamiento” de los servicios de televisión al carecer de pluralismo interno o por difundir discursos de odio—, el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) podría verse forzado a actuar. Esto no se limitaría a una sanción contra Telecanal, sino que podría encender un debate nacional impostergable sobre la modernización de la legislación de medios.

En este futuro, Chile se enfrentaría a la necesidad de definir su soberanía mediática en el siglo XXI. ¿Debería el país adoptar una legislación similar a la de la Unión Europea, que prohíbe la emisión de medios controlados por estados considerados hostiles? ¿O debería optar por leyes de transparencia que obliguen a declarar explícitamente el origen y financiamiento de dichos contenidos? Cualquiera de estas rutas implicaría un punto de inflexión. La primera arriesgaría desencadenar tensiones diplomáticas con Rusia y abriría un flanco a acusaciones de censura. La segunda pondría a prueba la capacidad del Estado para fiscalizar complejas estructuras societarias internacionales, como la que se vislumbra detrás de Telecanal y su relación con el conglomerado Albavisión.

Escenario 3: El Contagio del Mercado y la “Plataformización” de la TV

El tercer escenario es el de la lógica de mercado llevada a su extremo. Si el acuerdo Telecanal-RT demuestra ser un modelo de negocio viable —bajo costo operativo para el canal local y acceso directo a una audiencia nacional para el actor extranjero—, podríamos asistir a un efecto contagio. Otros canales con dificultades económicas, tanto en Chile como en la región, podrían replicar el modelo, arrendando su espectro a otros actores estatales con agendas geopolíticas propias, como China, Irán o potencias regionales.

La consecuencia sería la “plataformización” definitiva de la televisión abierta. Los canales dejarían de ser productores de contenido o curadores de una identidad nacional para convertirse en meros “transportistas de frecuencia”, un vehículo neutral para quien pueda pagar. El espectro radioeléctrico chileno, un bien público y estratégico, se transformaría en un mercado persa de narrativas globales. Para la ciudadanía, esto significaría que la construcción de la realidad dejaría de ser un proceso mediado por instituciones locales (con todos sus sesgos y defectos) para convertirse en un acto de consumo individual en un supermercado de propaganda internacional.

El Futuro del Contrato con la Verdad

Independientemente del escenario que prevalezca, la irrupción de RT en la parrilla chilena acelera la ruptura del contrato implícito de confianza entre los medios y la ciudadanía. La figura del medio como un guardián o un verificador de hechos se debilita aún más, y la carga de la prueba se traslada por completo al espectador. El futuro no exigirá únicamente ciudadanos informados, sino curadores críticos de su propio flujo de información, capaces de discernir no solo entre noticias falsas y verdaderas, sino entre las sofisticadas narrativas enmarcadas por intereses estatales.

La historia de la propaganda, desde la Guerra Fría, nos enseña que las batallas por la opinión pública son un juego de largo aliento. Sin embargo, la diferencia fundamental hoy radica en la velocidad, la escala y, sobre todo, la capacidad de mimetizarse en el ecosistema local. La “frecuencia fantasma” de RT ha dejado de ser una interferencia lejana para convertirse en un canal más del control remoto. La pregunta que queda abierta es si la sociedad chilena —sus instituciones, su industria mediática y sus ciudadanos— desarrollará los anticuerpos necesarios para procesar esta nueva realidad o si, por el contrario, se acostumbrará a convivir con los fantasmas.

El tema representa la cristalización de una tendencia global —la guerra de la información y el uso de medios como herramientas de poder blando— en un caso local concreto y observable. Su evolución, desde el hecho noticioso inicial hasta las reacciones diplomáticas y regulatorias, permite un análisis profundo sobre la fragilidad de la soberanía mediática, la erosión de la confianza pública y los futuros escenarios de la polarización informativa en democracias vulnerables. La historia ha madurado lo suficiente para trascender la anécdota y convertirse en un estudio de caso sobre la nueva geopolítica de la comunicación.