La Demolición Silenciosa: Cómo la Extinción de Marcas Emblemáticas Proyecta los Futuros de la Memoria Económica y el Paisaje Chileno

La Demolición Silenciosa: Cómo la Extinción de Marcas Emblemáticas Proyecta los Futuros de la Memoria Económica y el Paisaje Chileno
2025-07-25

- El fin de la era industrial-familiar da paso a un capitalismo financiero dominante, donde el capital es fluido y deslocalizado.

- Marcas y edificios icónicos desaparecen, transformando el paisaje urbano y erosionando la memoria económica colectiva.

- Los escenarios futuros oscilan entre una economía homogeneizada gestionada por fondos de inversión y el potencial surgimiento de una nueva y resiliente identidad local.

La Geografía del Olvido

Una esquina emblemática de Ñuñoa, ocupada por décadas por un Pizza Hut, es hoy una farmacia. El icónico edificio de Telefónica, centinela de la Plaza Baquedano, vuelve a estar en venta. El Club de la Unión, bastión de la élite tradicional, se ve forzado a liquidar su patrimonio para pagar deudas. Y empresas con más de 80 años de historia, como la mueblería Fernando Mayer, piden su quiebra, mientras que el gigante agroindustrial Iansa se transforma de productor de azúcar en un trader de commodities.

Estos eventos, ocurridos en un lapso de pocos meses, no son anécdotas aisladas en las páginas económicas. Son las señales superficiales de una demolición silenciosa y profunda. No se trata solo del derrumbe de ladrillos o del cierre de balances, sino del desmantelamiento de un modelo económico y de los símbolos que anclaban la memoria colectiva a un paisaje reconocible. Estamos presenciando la transición acelerada desde un capitalismo de producción, familiar e industrial, hacia uno de gestión de activos, financiero y deslocalizado. El futuro del paisaje chileno, tanto físico como económico, se está reescribiendo en los contratos de venta y en las carteras de inversión.

Del Taller a la Cartera de Inversión: La Metamorfosis del Capital

La historia de la empresa Fernando Mayer, que solicitó su liquidación voluntaria tras 85 años, es un epitafio para la manufactura nacional. En su petición, la propia compañía reconoce que la apertura comercial y la competencia asiática hicieron insostenible su modelo industrial. Intentaron reconvertirse, pero llegaron tarde. Su caída es elocuente: representa el fin de una era donde el valor se creaba en la fábrica.

En el otro extremo del espectro adaptativo se encuentra Iansa. Fundada bajo el alero del Estado para impulsar la industria azucarera, hoy, bajo el control del fondo estadounidense Hartree Partners, se aleja de su núcleo productivo para convertirse en un ágil comerciante global. Ya no es primordialmente un productor de azúcar de remolacha chilena, sino un gestor de cadenas de suministro globales. Esta mutación es la fórmula de supervivencia para el capital tradicional: desprenderse de los activos fijos y la identidad industrial para abrazar la flexibilidad del mercado financiero.

Este movimiento es sistémico. Un reciente informe de la Asociación Chilena de Administradoras de Fondos de Inversión (Acafi) revela dónde está fluyendo el capital de las grandes fortunas chilenas. Los family offices de grupos como Luksic, Matte, Angelini y Cueto ya no apuestan masivamente por la industria local, sino que canalizan sus recursos hacia fondos de inversión inmobiliaria y deuda privada, tanto en Chile como en el extranjero. El capital, ahora gestionado con una lógica de portafolio, busca rendimiento y liquidez, no la construcción de legados industriales. La venta del edificio de Telefónica es un símbolo perfecto de esta tendencia: el activo físico es una carga que se busca convertir en capital líquido para invertir en negocios más rentables y etéreos como el 5G.

Escenario 1: El Futuro Homogeneizado y la Ciudad Genérica

Si esta tendencia se consolida, el escenario más probable a mediano plazo es la profundización de un paisaje económico y urbano homogeneizado. Las esquinas que antes ocupaban negocios familiares o marcas con arraigo local serán reemplazadas por cadenas de farmacias, tiendas de conveniencia y locales de comida rápida, cuyos modelos de negocio garantizan un flujo de caja predecible y atractivo para los fondos de inversión inmobiliaria.

En este futuro, la eficiencia del capital dicta la estética y la función de la ciudad. La identidad de los barrios se diluye, y la memoria económica —el recuerdo de “lo que se hacía aquí”— se borra. Sería un Chile más integrado en los flujos globales de capital, pero con una creciente desconexión entre sus habitantes y su entorno. El riesgo es una ciudad genérica, funcional para el inversor pero potencialmente alienante para el ciudadano, donde el paisaje deja de contar una historia local para reflejar un balance global.

Escenario 2: La Nostalgia como Fuerza Política y Económica

La demolición de símbolos rara vez ocurre sin resistencia. Un segundo escenario plausible es el surgimiento de un contradiscurso basado en la nostalgia y la identidad perdida. La desaparición de marcas y lugares emblemáticos puede generar una demanda por autenticidad y arraigo. Esto podría manifestarse económicamente en el auge de mercados de nicho para productos “hechos en Chile”, artesanales o con historia.

Políticamente, las consecuencias podrían ser más disruptivas. La sensación de pérdida y desposesión es un terreno fértil para narrativas populistas que prometen “recuperar” la soberanía económica y proteger la industria nacional. El declive de instituciones como el Club de la Unión, símbolo de una élite tradicional que, a pesar de sus fallas, mantenía un vínculo tangible con el territorio, deja un vacío de poder que puede ser llenado por nuevos actores que capitalicen el descontento con la globalización financiera. El peligro aquí es una fractura entre una élite económica globalizada y una ciudadanía que se siente abandonada, polarizando el debate sobre el modelo de desarrollo del país.

Hacia un Futuro Incierto: Entre la Adaptación y la Extinción

No hay un único futuro escrito. La resiliencia del sector financiero, demostrada por la recuperación de Primus Capital tras un fraude masivo, indica que este modelo tiene una enorme capacidad para sobreponerse a las crisis y continuar su expansión. Sin embargo, la cuestión fundamental permanece abierta: ¿es posible conciliar la lógica implacable del capital financiero con la necesidad humana de identidad, memoria y pertenencia?

La evolución de Chile en las próximas décadas dependerá de las decisiones que tomen los actores clave. ¿Seguirán los grandes capitales chilenos un camino de deslocalización o reinvertirán en una nueva matriz productiva local, más innovadora y sostenible? ¿Surgirán nuevas marcas capaces de competir globalmente sin renunciar a su identidad local?

El paisaje que habitamos es el reflejo de nuestras prioridades económicas. Cuando una fábrica se convierte en un fondo de inversión y un club histórico en un conjunto de activos a liquidar, algo se gana en eficiencia, pero algo invaluable se pierde en el proceso. Comprender esta dinámica es el primer paso para poder influir, como sociedad, en la configuración del futuro que queremos construir sobre los cimientos de lo que se está demoliendo.

La historia conecta noticias económicas aparentemente aisladas (quiebras, ventas de edificios, transformaciones corporativas) en una narrativa unificada sobre un profundo cambio estructural. Analiza cómo la desaparición de marcas e instituciones icónicas no es solo una crónica financiera, sino un fenómeno cultural que altera la memoria colectiva, el paisaje urbano y la identidad de una nación. El tema ha madurado lo suficiente para revelar un patrón claro, pero sigue siendo un territorio poco explorado en su conjunto, ofreciendo un campo fértil para la reflexión prospectiva sobre la naturaleza cambiante del capitalismo, la nostalgia y la ansiedad económica.