Han pasado más de dos meses desde que las calles de Los Ángeles se convirtieron en el epicentro de una confrontación que puso a prueba los cimientos del federalismo estadounidense. Lo que comenzó como una serie de redadas migratorias escaló hasta un choque directo entre el gobierno federal y el estado de California, culminando en el despliegue de la Guardia Nacional en contra de la voluntad del gobernador. Hoy, con la tensión mediática disminuida, es posible analizar con mayor profundidad las causas, consecuencias y las narrativas que dejó este pulso de poder, cuyas réplicas aún resuenan en los tribunales y en la vida de miles de personas.
La ofensiva de la administración Trump no fue súbita. Se construyó sobre una serie de medidas previas que buscaban endurecer el control migratorio. A principios de mayo, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) lanzó un programa que ofrecía US$1.000 a inmigrantes que optaran por la "autodeportación", una medida presentada como una alternativa "rentable" frente al costo de una deportación forzosa, cifrado en US$17.000 por persona. Sin embargo, el verdadero giro se produjo a fines de ese mes, cuando Stephen Miller, principal asesor del presidente, y la secretaria del DHS, Kristi Noem, establecieron una cuota de 3.000 arrestos diarios para el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), triplicando las cifras anteriores.
El escenario para la confrontación estaba listo, y Los Ángeles, una declarada "ciudad santuario", fue el lugar elegido. A principios de junio, el ICE lanzó operativos a gran escala, interviniendo lugares de trabajo como lavados de autos y empresas textiles. La redada en el Westchester Hand Wash, donde fue detenido Jesús Cruz, un trabajador con más de 30 años en el país y sin antecedentes penales, se convirtió en un símbolo del impacto humano de estas políticas. "Mi esposo no tiene antecedentes penales. (...) Pagamos nuestros impuestos", declaró su esposa, Noemí, a la BBC, reflejando la angustia de una comunidad que se sentía perseguida indiscriminadamente.
La respuesta no se hizo esperar. Miles de personas salieron a las calles a protestar. La situación escaló cuando, el 10 de junio, el presidente Trump tomó una decisión sin precedentes en la historia moderna: invocando el Título 10, federalizó a 2.000 efectivos de la Guardia Nacional de California para proteger a los agentes federales, pasando por alto la autoridad del gobernador demócrata Gavin Newsom. La medida fue calificada por expertos militares como una "politización de las fuerzas armadas" y un "abuso descarado de poder" por parte de Newsom.
El conflicto expuso dos visiones irreconciliables sobre la gobernanza y la ley en Estados Unidos.
El concepto de "ciudad santuario" no es nuevo. Nació en la década de 1980 como una respuesta de comunidades religiosas y ciudades para acoger a refugiados de las guerras civiles en Centroamérica, a quienes el gobierno federal de Reagan negaba el asilo. Desde entonces, ha evolucionado para describir a jurisdicciones que limitan su cooperación con las autoridades federales de inmigración. California se declaró "estado santuario" en 2018. El conflicto de junio no fue, por tanto, un hecho aislado, sino la culminación de años de tensión entre una política federal de mano dura y una arraigada tradición de resistencia local que defiende una visión distinta de la comunidad y la integración.
Aunque un juez federal declaró ilegal el despliegue de la Guardia Nacional, la decisión fue apelada por el gobierno, dejando el debate legal abierto. Las protestas masivas han disminuido, pero el clima de miedo y desconfianza en las comunidades inmigrantes persiste. El enfrentamiento entre la Casa Blanca y California dejó una profunda fractura en la relación entre el poder federal y los estados, y planteó preguntas críticas sobre los límites de la autoridad presidencial en tiempos de polarización. La "guerra por las ciudades santuario" no ha terminado; simplemente ha cambiado de escenario, de las calles a las cortes, donde su resolución final definirá el equilibrio de poder en Estados Unidos para los años venideros.