A más de un mes de las primarias presidenciales del oficialismo, el ruido de la campaña ha dado paso a un decantado análisis de sus consecuencias. Lo que el 29 de junio de 2025 fue una contienda por definir un nombre en la papeleta, hoy se revela como un sismógrafo que registró el reacomodo de las placas tectónicas de la izquierda chilena. La victoria de Jeannette Jara (PC) sobre Carolina Tohá (PPD), Gonzalo Winter (FA) y Jaime Mulet (FRVS) no fue solo un resultado electoral; fue la constatación de un nuevo equilibrio de poder, el diagnóstico de una coalición fracturada y el punto de partida de una compleja carrera por unificar dos almas políticas que durante la campaña demostraron ser casi antagónicas.
La carrera por la nominación presidencial oficialista nunca fue un mero trámite. Desde sus inicios, dejó entrever las tensiones acumuladas durante el gobierno del Presidente Gabriel Boric. Las críticas iniciales de Gonzalo Winter a las propuestas económicas de Jeannette Jara y a la postura internacional del Partido Comunista fueron solo el preludio de una disputa más profunda.
El punto de inflexión fue un video de campaña del Partido Socialista en apoyo a Carolina Tohá. Frases como “no es una estudiante en práctica” o “sin ella el gobierno hubiese sido un desastre” fueron interpretadas por el Frente Amplio no como una crítica a un rival, sino como un ataque directo al corazón del proyecto político del Presidente Boric y su generación. La respuesta del FA, calificando la pieza de “irrespetuosa”, oficializó la ruptura del tono fraternal y transformó la primaria en una batalla abierta entre las dos principales almas de la coalición: el Socialismo Democrático, que apostaba por la experiencia y una moderación pragmática, y Apruebo Dignidad, que se debatía entre la defensa del legado gubernamental y la reafirmación de su identidad transformadora.
Los resultados del 29 de junio fueron elocuentes. Jeannette Jara no solo ganó, sino que lo hizo con una capacidad de movilización que superó todas las expectativas, multiplicando por casi 15 veces la base de militantes de su pacto. Su victoria representó el triunfo de una maquinaria partidaria disciplinada y un discurso que conectó con una base de izquierda activa. En la vereda opuesta, la candidatura de Gonzalo Winter sufrió una derrota que los análisis posteriores calificaron de “debacle”. El candidato del partido presidencial perdió el 88% de los votos que Gabriel Boric había obtenido en la primaria de 2021. En comunas emblemáticas para el Frente Amplio como Ñuñoa, sus sufragios apenas superaron el número de militantes inscritos, una señal inequívoca del desgaste de su capital político y de una desconexión con el electorado que antes los había llevado al poder. Carolina Tohá, por su parte, obtuvo un meritorio segundo lugar, consolidando un 28% del voto que hoy es crucial para las aspiraciones de Jara.
El escenario actual no es un evento aislado. Es el más reciente capítulo de la reconfiguración de las izquierdas chilenas que se aceleró tras el estallido social de 2019. El declive de la centroizquierda tradicional, encarnada en la ex-Concertación, dejó un espacio que fue ocupado por nuevas fuerzas como el Frente Amplio. La primaria de 2025 puede interpretarse como el momento en que el Partido Comunista, un actor histórico, capitaliza el desgaste de esa “nueva izquierda” en el poder y reclama el centro del tablero.
Como señala el economista Óscar Garretón, el panorama político chileno se debate en una paradoja: una sociedad mayoritariamente moderada, pero con una oferta política que tiende a los extremos. La elección de Jara, sumada a la consolidación de José Antonio Kast en la derecha, perfila una contienda presidencial entre dos polos. El gran desafío para la candidata oficialista será, precisamente, evitar el destino del primer proceso constituyente: construir una mayoría social que vaya más allá de su núcleo duro y que no sea percibida como una amenaza por el centro político.
El tema está lejos de estar cerrado. Jeannette Jara ha ganado la nominación, pero la construcción de una candidatura unitaria y competitiva recién comienza. Sus llamados a “todas las fuerzas políticas” y sus gestos hacia el centro son el primer paso en un camino complejo. La pregunta que queda abierta es si logrará soldar las fracturas de una coalición que se mostró dividida en lo estratégico y en lo programático. El oficialismo tiene una candidata, pero el desafío de definir un proyecto político que convoque a una nueva mayoría para Chile sigue plenamente vigente.