A más de dos meses del anuncio presidencial en la Cuenta Pública, la decisión sobre el futuro del espacio más emblemático y disputado de Santiago está zanjada: la estatua del General Manuel Baquedano regresará a su plinto, pero no lo hará sola. A su lado se erigirá una nueva escultura en honor a la poeta y premio Nobel, Gabriela Mistral. Lo que a primera vista parece una solución de consenso, un intento por suturar una herida abierta desde el estallido social de 2019, es en realidad un complejo mapa de las tensiones, aspiraciones y contradicciones del Chile contemporáneo. La plaza, que para algunos nunca dejó de ser Baquedano y para otros se transformó en el corazón de la Dignidad, se prepara para albergar un diálogo de estatuas que representa el difícil camino del país por construir una memoria compartida.
Para comprender la magnitud de la decisión, es necesario rebobinar. La estatua ecuestre del General Baquedano, instalada en 1928, fue durante décadas un punto de referencia neutral para celebraciones y un hito geográfico. Sin embargo, a partir de octubre de 2019, se convirtió en el epicentro de las mayores protestas sociales en la historia reciente de Chile. El monumento fue intervenido, pintado y resignificado incontables veces, transformándose en un lienzo de las demandas ciudadanas y un símbolo de la revuelta contra el modelo establecido.
El 12 de marzo de 2021, tras reiterados intentos de vandalización e incendios, el Consejo de Monumentos Nacionales decidió retirar la escultura para su restauración. El pedestal vacío se convirtió en un potente símbolo en sí mismo: para algunos, la imagen de la derrota de un orden antiguo; para otros, una dolorosa ausencia y una falta de respeto a la historia patria. Desde entonces, el debate sobre qué o quién debía ocupar ese lugar ha sido un termómetro de la polarización nacional.
El Gobierno ha enmarcado la decisión como un acto de reconciliación. La subsecretaria del Patrimonio Cultural, Carolina Pérez, afirmó que el objetivo es la “recuperación de un espacio público en donde no haya ganadores ni perdedores”. La idea es transformar el conflictivo nudo vial en un nuevo “punto de encuentro” ciudadano, fruto de una conversación entre actores diversos como el Gobierno central, el Gobierno Regional y la Municipalidad de Providencia, liderada por la oposición (UDI).
Esta solución busca equilibrar dos visiones de país. Por un lado, se reconoce la figura de Baquedano, un héroe de la Guerra del Pacífico y una figura central para el Ejército y los sectores más conservadores. Por otro, se incorpora a Gabriela Mistral, una mujer, intelectual, premio Nobel y figura de talla mundial, cuyo legado cultural y social resuena con una visión más progresista e inclusiva de la nación. Es, en esencia, una apuesta por la “convivencia” de memorias, una materialización de la política “en la medida de lo posible” que ha caracterizado otros momentos de la historia chilena.
Lejos de generar un consenso unánime, la solución ha sido interpretada desde prismas opuestos:
Más allá de la disputa simbólica, análisis como el del académico Naim Bro recuerdan que Plaza Italia es una frontera real y tangible. Los datos socioeconómicos, urbanísticos y culturales confirman que allí termina un tipo de ciudad y comienza otro, dividiendo Santiago en al menos tres grandes zonas con realidades marcadamente distintas. La pugna por la estatua es, en el fondo, una pugna por cuál de esos “Santiagos” impone su relato en el punto que los une y los separa.
La pregunta que queda abierta es si esta convivencia de bronce entre el general del siglo XIX y la poeta del siglo XX logrará tender un puente real sobre esa fractura. ¿O se limitará a ser una representación estática de un conflicto que sigue latente en la sociedad?
La decisión está tomada y las grúas, eventualmente, harán su trabajo. El General y la Poeta compartirán un espacio que ha sido testigo de las alegrías y las rabias de un país. El resultado no es un final, sino el comienzo de un nuevo capítulo en la interminable conversación chilena sobre su memoria. Si este diálogo forzado entre dos figuras tan dispares inspirará un futuro de mayor cohesión o si simplemente se convertirá en un monumento a la incapacidad de acordar un relato común, es algo que solo el tiempo y los ciudadanos que transiten por esa nueva plaza podrán responder.