Del Luto a la Esperanza: Cómo la Muerte del Papa Francisco Redefinió el Poder en la Iglesia y Abrió un Nuevo Capítulo Latinoamericano

Del Luto a la Esperanza: Cómo la Muerte del Papa Francisco Redefinió el Poder en la Iglesia y Abrió un Nuevo Capítulo Latinoamericano
2025-07-08

- La muerte de Francisco cerró un pontificado que transformó a la Iglesia pero dejó un legado complejo en Chile, marcado por la crisis de abusos.

- La elección de León XIV, un estadounidense nacionalizado peruano, desafía las expectativas y reconfigura el eje de poder del "Sur Global" en el Vaticano.

- Los primeros gestos del nuevo Papa, entre la continuidad pastoral y la identidad panamericana, abren un período de análisis sobre el futuro de la Iglesia.

A más de dos meses de que el humo blanco anunciara un nuevo sucesor en la Plaza de San Pedro, la conmoción por el fallecimiento del Papa Francisco ha decantado en un análisis más profundo sobre la era que se cerró y la que tímidamente comienza. La partida del primer Papa latinoamericano, ocurrida el 21 de abril, no solo generó un duelo global, con hitos como la paralización del fútbol en su natal Argentina, sino que también activó un cónclave cuyo resultado ha instalado una nueva serie de preguntas sobre el rumbo de la Iglesia Católica.

El Fin de una Era: Legado y Heridas Abiertas

El pontificado de Jorge Mario Bergoglio fue uno de movimiento constante. Su llamado a ser una “Iglesia en salida”, a dejar de “balconear” la realidad y a involucrarse en las periferias existenciales, resonó con fuerza en un mundo secularizado. Como recordó el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, Francisco “se tomó en serio el ir por todo el mundo y anunciar la Buena Nueva”. Sus encíclicas sobre ecología y fraternidad humana marcaron una agenda social que trascendió los muros del Vaticano.

Sin embargo, para Chile, su legado es indisociable de la profunda crisis de abusos sexuales clericales. Su visita en 2018 fue un punto de inflexión. Inicialmente percibida como una defensa corporativa de la jerarquía, la visita derivó en una intervención sin precedentes. Francisco convocó a los obispos chilenos a Roma y les entregó un diagnóstico lapidario, reconociendo que la Iglesia local se había vuelto autorreferente, perdiendo “la memoria de su origen y misión”. Este acto, aunque tardío para muchos, fue, según González, un “impulso decisivo” que obligó a la institución a confrontar sus pecados y a iniciar un doloroso camino de reparación.

La muerte de Francisco silenció a un líder que, hasta en sus últimos días, aun convaleciente y ausente del Vía Crucis, seguía denunciando un mundo de “frías lógicas e intereses implacables”. Su deseo de un entierro sencillo, en una tumba de mármol de Liguria —la tierra de sus abuelos—, fue el último gesto de un hombre que nunca abandonó sus raíces.

El Cónclave de la Transición: Buscando un Unificador

El cónclave que se reunió a principios de mayo se desarrolló en un clima de alta expectación. La pregunta no era solo quién sucedería a Francisco, sino qué perfil se necesitaba para una Iglesia global con múltiples tensiones internas. Las deliberaciones, protegidas por un bloqueo de redes móviles y la prohibición total de celulares, buscaban un “unificador”, un pastor capaz de continuar con la apertura de Francisco sin alienar a los sectores más conservadores, y que pudiera gestionar una curia en plena reforma.

La elección de Robert Francis Prevost, un agustino nacido en Chicago pero con décadas de trabajo pastoral en Perú y nacionalizado peruano en 2015, fue una sorpresa que generó una disonancia cognitiva constructiva. No era un europeo ni otro argentino; era un norteamericano con corazón latinoamericano. Al adoptar el nombre de León XIV, la Iglesia señalaba un nuevo capítulo que, si bien mantenía el foco en el Sur Global, lo hacía desde una perspectiva panamericana inédita.

León XIV: Humanidad, Compasión y un DNI Peruano

Los primeros pasos de León XIV han sido observados con lupa. En su primera audiencia general, el 28 de mayo, entregó un mensaje que resuena con el tono de su predecesor, pero con un matiz propio: “Antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos”. Su énfasis en la compasión como un acto de humanidad, más allá del culto, sugiere una línea de continuidad pastoral centrada en la cercanía y la empatía.

Su gesto más simbólico, sin embargo, ocurrió dos días después. Al recibir a funcionarios del Registro Civil de Perú en el Vaticano para actualizar su documento de identidad, León XIV no solo realizó un trámite administrativo. Fue una declaración de principios: su identidad como ciudadano peruano no era un mero dato biográfico, sino un compromiso vigente. Este acto reafirma su conexión con una realidad concreta, la de un país donde sirvió como obispo y que ahora representa, de una forma nueva y compleja, desde la Sede de Pedro.

El pontificado de León XIV recién comienza. La Iglesia ha pasado del luto por un Papa que la sacudió a la expectativa ante un sucesor cuya identidad dual —estadounidense de origen, peruano por elección— encarna las complejidades y oportunidades del catolicismo del siglo XXI. La esperanza no radica en una ruptura o una simple continuación, sino en la capacidad de este nuevo liderazgo para tejer puentes entre mundos, sanar heridas y guiar a una institución milenaria en tiempos de profunda transformación.

El evento presenta un ciclo narrativo completo, desde la conmoción inicial por el fallecimiento de una figura global hasta la elección de su sucesor y las primeras señales de un nuevo liderazgo. Esta evolución permite un análisis profundo sobre el poder institucional, el legado histórico y las dinámicas de transición en una de las organizaciones más influyentes del mundo. La historia ha madurado lo suficiente para observar sus consecuencias directas y las reinterpretaciones de su significado, ofreciendo múltiples ángulos para la reflexión crítica.