El Contrato del Espectro Rojo:Cómo la Candidatura de Jeannette Jara Proyecta los Futuros de la Izquierda, el Centro y la Identidad Política en Chile

El Contrato del Espectro Rojo:Cómo la Candidatura de Jeannette Jara Proyecta los Futuros de la Izquierda, el Centro y la Identidad Política en Chile
2025-07-28

- La apuesta por la moderación: La victoria de Jeannette Jara pone a prueba si una candidata comunista puede liderar una gran coalición progresista, superando los vetos históricos.

- La encrucijada del centro: El apoyo de la DC a Jara genera una fractura interna que podría o bien consolidar un nuevo oficialismo o fragmentar al centro y fortalecer la polarización.

- El árbitro económico: Más allá de la ideología, el pragmatismo económico emerge como un factor decisivo que podría forzar un giro en el programa de Jara, tensionando a sus propias bases.

La sorpresiva e contundente victoria de Jeannette Jara en las primarias del oficialismo no fue solo un reordenamiento de fuerzas en la izquierda chilena; fue un sismo político que ha obligado a todo el espectro a recalibrar sus coordenadas. La irrupción de una candidata del Partido Comunista como la carta única del progresismo para La Moneda ha detonado un proceso de redefinición de identidades, alianzas y futuros posibles. Más que una simple contienda electoral, lo que se ha puesto en marcha es una negociación a gran escala sobre los límites de lo posible en la política chilena, poniendo sobre la mesa tres escenarios que marcarán la próxima década.

Escenario 1: La Gran Coalición Progresista y el Fin de los Vetos Históricos

El primer futuro plausible es el de la consolidación de una nueva y amplia coalición de centro-izquierda, liderada paradójicamente por la figura que históricamente generaba más anticuerpos en ese sector. Las señales para este escenario son claras y deliberadas. Desde su discurso de victoria, donde afirmó que “gobernará con todos” y que el gobierno lo conduciría ella —un claro mensaje de autonomía frente a la directiva de su partido—, Jara ha ejecutado una coreografía de moderación.

El punto de inflexión fue, sin duda, la decisión de la Junta Nacional de la Democracia Cristiana de entregarle su apoyo. A pesar de la resistencia de su guardia histórica (Frei, Zaldívar) y la consecuente renuncia de su presidente, Alberto Undurraga, la base del partido optó por un pragmatismo de supervivencia que podría ser el cimiento de esta nueva alianza. Si esta apuesta se consolida, podríamos estar presenciando el desmantelamiento final de los vetos ideológicos heredados de la Guerra Fría.

Este camino, sin embargo, exige un equilibrio precario. Jara deberá continuar demostrando que su liderazgo trasciende las fronteras de su partido, ganando la confianza de un centro que la observa con recelo y de un empresariado, representado por voces como la de Juan Sutil, que la asocia con el “modelo chavista”. El éxito de esta vía no solo redefiniría el progresismo chileno, sino que obligaría a la derecha a repensar su estrategia, enfrentada a un bloque unificado y más amplio de lo que sus cálculos preveían.

Escenario 2: La Fractura del Centro y la Espiral de Polarización

Una posibilidad alternativa es que el “fantasma comunista”, agitado con vehemencia por sus adversarios, termine siendo una profecía autocumplida. En este escenario, la estrategia de la derecha, que combina la retórica apocalíptica de Johannes Kaiser (“Bachelet con esteroides”) con la desconfianza dogmática de José Antonio Kast, logra su objetivo: hacer de la militancia de Jara el único tema de debate.

El apoyo de la DC, en lugar de ser un puente, podría convertirse en un catalizador de la fractura. La renuncia de Undurraga y el silencio de figuras emblemáticas podrían ser el preludio de una fuga de militantes y votantes de centro hacia nuevas alternativas, como la que podría representar Ximena Rincón, o incluso hacia una derecha que se presente como el único dique de contención. El centro político, incapaz de articular un proyecto propio y atrapado entre dos polos, se desintegraría, dejando un vacío que solo la polarización puede llenar.

Este futuro proyecta un país dividido en dos bloques irreconciliables. La gobernabilidad se volvería una quimera, con un debate público dominado por la descalificación y el miedo. Las elecciones se transformarían en una batalla existencial, donde no se elige un gobierno, sino que se busca evitar el triunfo del adversario a toda costa. El mayor riesgo de este camino es la parálisis institucional y un desgaste democrático de consecuencias impredecibles.

Escenario 3: El Pragmatismo Forzado y la Tiranía de la Estabilidad

Un tercer escenario trasciende la lógica de las alianzas políticas para enfocarse en una fuerza más implacable: la realidad económica. Independientemente de la coalición que logre formar, un eventual gobierno de Jeannette Jara se enfrentaría a la disyuntiva que ha marcado a todos los gobiernos de izquierda en la región: transformación versus estabilidad.

En esta proyección, para calmar a los mercados, atraer inversiones y evitar una crisis de confianza, Jara se vería obligada a adoptar un pragmatismo económico que moderaría significativamente sus promesas de campaña. Sería un giro similar al de Lula da Silva en su primer mandato, donde la responsabilidad fiscal y la ortodoxia económica se impusieron sobre el ideario original. Este movimiento buscaría neutralizar el discurso del miedo de sectores empresariales y de la derecha, demostrando con hechos que no hay una agenda de expropiaciones ni de refundación.

Sin embargo, este pragmatismo tendría un alto costo interno. Generaría una profunda tensión ideológica dentro de su propia coalición, especialmente con el ala más dura de su partido y con las bases del Frente Amplio, que podrían sentirse traicionadas. La narrativa política se desplazaría del eje izquierda-derecha al de “gobierno de los posibles” versus “pueblo de las expectativas”. Este escenario no anula los otros dos, sino que los atraviesa, planteando una pregunta fundamental: ¿puede un proyecto que nace con un fuerte sello transformador sobrevivir al ser domesticado por las presiones de la economía global? La respuesta a esa pregunta podría dar forma a una nueva identidad para la izquierda chilena, una más pragmática, pero quizás también más alejada de sus bases históricas.

En última instancia, la candidatura de Jeannette Jara ha abierto una caja de Pandora. Los tres caminos —la coalición amplia, la fractura polarizante y el pragmatismo económico— no son excluyentes y probablemente se entrelacen. Chile se encuentra en un punto de inflexión donde las viejas etiquetas ya no alcanzan para describir la complejidad del momento. La decisión crítica que enfrentan los actores políticos y la ciudadanía no es solo por quién votar, sino qué tipo de pacto social y político están dispuestos a construir para el futuro.

La historia encapsula un momento pivotal en la trayectoria política de una nación, donde la nominación de una candidata de un partido históricamente controvertido fuerza una reevaluación colectiva de la identidad, el pasado y el futuro. La narrativa ha madurado más allá del evento inicial, revelando tensiones y alianzas profundas. Permite analizar cómo se negocian las etiquetas ideológicas en las democracias modernas, los dilemas estratégicos de las coaliciones amplias y el choque entre la memoria histórica y las aspiraciones futuras. Las consecuencias visibles —reajustes políticos, incertidumbre económica y un intenso debate público— proporcionan una base rica para proyectar escenarios sobre la gobernabilidad, la cohesión social y el modelo económico del país.