La violencia simbólica se instala en la carrera presidencial: Por qué los muñecos colgados de Kast y Kaiser son más que una provocación

La violencia simbólica se instala en la carrera presidencial: Por qué los muñecos colgados de Kast y Kaiser son más que una provocación
2025-07-28
  • Un acto de protesta con efigies se convirtió en un punto de inflexión político nacional.
  • El incidente provocó una condena transversal, pero a la vez expuso profundas fracturas y la instrumentalización de la memoria histórica.
  • Dos meses después, el debate ya no es sobre el acto en sí, sino sobre los límites de la expresión y la salud del diálogo democrático en Chile.

La Relevancia de un Símbolo: Dos Meses Después

Han pasado más de sesenta días desde que la imagen de dos muñecos colgados frente al Palacio de La Moneda sacudió el debate público. Lo que comenzó como una acción de protesta en la marcha del Día del Trabajador, y que fue amplificado por una publicación fugaz en redes sociales, ha madurado hasta convertirse en un caso de estudio sobre la temperatura de la democracia chilena. El evento trascendió la anécdota para instalarse como un síntoma de la polarización y un catalizador de discusiones incómodas sobre la violencia, la memoria y los límites del discurso en un año pre-electoral. Hoy, la pregunta ya no es solo sobre quién colgó los muñecos, sino qué fisuras revelaron en el proceso.

Anatomía de una Provocación

El 1 de mayo de 2025, dos efigies con los rostros de los candidatos presidenciales José Antonio Kast (Partido Republicano) y Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario) aparecieron colgadas de los tobillos en un paradero de la Alameda, en Santiago. Las figuras portaban brazaletes con esvásticas y emulaban explícitamente la ejecución pública del dictador fascista Benito Mussolini y sus seguidores en Milán en 1945. La imagen fue difundida como una "historia" de Instagram por la cuenta de las Juventudes Comunistas (JJCC) de Santiago, musicalizada con el himno del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Aunque fue eliminada en menos de 24 horas, la captura de pantalla ya se había viralizado, detonando una tormenta política inmediata.

El Coro de Condenas y sus Disonancias

La reacción fue inmediata y abarcó todo el espectro político, aunque con matices que evidenciaron las distintas trincheras ideológicas.

  • La derecha y la acusación de "violencia política": Desde la oposición, la respuesta fue unánime en calificar el acto como una inaceptable manifestación de violencia. La candidata de Chile Vamos, Evelyn Matthei, lo describió como "la violencia política que día a día ejerce la izquierda en Chile por intermedio del PC, hoy en el gobierno", exigiendo un repudio transversal. El diputado republicano Luis Sánchez lo tildó de hipócrita y reafirmó su postura de que "el comunismo es una ideología asesina". Los aludidos también reaccionaron. Kast habló de "odio y violencia" para frenar su proyecto, mientras Kaiser acusó al Partido Comunista de "falta de conocimiento histórico", evocando el pacto Molotov-Ribbentrop para vincular a los comunistas con los nazis.
  • El oficialismo y el imperativo de la condena: Dentro de la coalición de gobierno, la condena también fue generalizada, pero con un énfasis en la defensa de los principios democráticos. La candidata Carolina Tohá (PPD) fue enfática: "Quienes condenamos los abusos de la dictadura debemos ser los primeros en alejarnos de toda práctica que promueva la brutalidad y el odio". Gonzalo Winter (Frente Amplio) lo calificó de "tajante condena", y Jaime Mulet (FRVS) emplazó directamente a la candidata comunista, Jeannette Jara, a pronunciarse, evidenciando las tensiones internas. Incluso el Ministro de Justicia, Jaime Gajardo (PC), afirmó desde el gobierno que no se podía permitir "ningún atisbo de violencia política".
  • La respuesta del Partido Comunista: La presión surtió efecto. La candidata Jeannette Jara declaró públicamente: "Quiero ser clara en que rechazo esta publicación. Todos saben que pienso muy distinto de Kast y de Kaiser, y quiero derrotarlos en las urnas, no a través de una publicación que no corresponde".

La Defensa: Entre la Distancia y la Reivindicación

La declaración más compleja provino de la Dirección Nacional de las Juventudes Comunistas. En un comunicado, tomaron distancia del acto ("la difusión de dichas imágenes no corresponden a los canales de comunicación oficial"), pero inmediatamente pivotaron el argumento. Recordaron su propia historia como víctimas de "persecuciones y exterminio", afirmando: "Nuestra propuesta para combatir al fascismo no es el exterminio, porque a diferencia de estos adversarios, lo nuestro es el debate de ideas, no la desaparición forzada ni la ejecución política".

Este movimiento discursivo es clave: sin avalar el método, lo resignificaron como una respuesta —aunque desproporcionada para muchos— a discursos que, según ellos, relativizan las violaciones a los derechos humanos. De esta forma, la JJCC transformó una defensa en una contraofensiva política, pidiendo a quienes condenaban los muñecos que también condenaran el "negacionismo".

El Espejo de la Memoria: ¿Sátira, Amenaza o Síntoma?

El episodio obliga a una reflexión más profunda. ¿Fue un acto de sátira política, en la tradición de quemar efigies de personajes públicos, o una amenaza velada que cruzó una línea roja? La respuesta depende del cristal con que se mire.

Para un sector, la referencia a un linchamiento y la asociación con el nazismo constituye una incitación al odio intolerable en una democracia. Para otro, es una hipérbole visual que busca denunciar lo que consideran el avance de ideas de ultraderecha, utilizando un lenguaje simbólico de la lucha antifascista histórica.

El incidente no es un hecho aislado. Ocurre en un contexto de creciente polarización, donde la memoria histórica no es un terreno de consenso, sino un campo de batalla. La dictadura de Pinochet, el estallido social y los debates constitucionales han dejado un lenguaje político cargado de acusaciones cruzadas de "fascismo" y "comunismo", a menudo vaciadas de su rigor histórico pero llenas de poder emocional.

Un Debate Inconcluso

El tema no está cerrado; ha mutado. Las efigies ya no cuelgan de un paradero, pero su espectro sigue presente en el discurso político. El incidente se ha convertido en un arma arrojadiza en la campaña, un ejemplo recurrente para hablar de la "violencia de la izquierda" o de la "amenaza de la ultraderecha".

Más allá de la condena fácil, el evento dejó al descubierto la fragilidad de los códigos de convivencia democrática en Chile. Forzó a todos los actores a posicionarse frente a la violencia simbólica y expuso la dificultad de trazar una línea clara entre la libertad de expresión crítica y el discurso de odio. La conversación que provocó, aunque incómoda y polarizada, sigue siendo fundamental para una sociedad que aún debate cómo procesar sus heridas y construir un futuro sobre un pasado que se niega a quedar en silencio.

El evento, originado como un acto de protesta, trascendió la inmediatez para convertirse en un caso de estudio sobre la polarización social y los límites de la libertad de expresión. Con el paso del tiempo, las diversas reacciones de los actores políticos y sociales revelaron fracturas profundas en el diálogo democrático y permitieron analizar cómo un símbolo puede ser instrumentalizado para agudizar conflictos. La historia ha madurado lo suficiente para examinar sus consecuencias a mediano plazo en el discurso público y la cultura política, ofreciendo una narrativa completa sobre la violencia simbólica y sus repercusiones en una sociedad dividida.