Hace apenas tres meses, el debate público sobre la expansión del comercio chino en Chile se centraba en los pasillos de cientos de nuevos locales de origen asiático, cuya legalidad y prácticas laborales eran cuestionadas por gremios como la Cámara Nacional de Comercio (CNC). Sergio Morales, coordinador de la CNC, alertaba en mayo sobre un universo de entre 200 y más de mil de estos establecimientos operando bajo un modelo de "economía de escala", con denuncias que iban desde infracciones tributarias hasta la venta de productos falsificados. La demanda era clara: fiscalización y un campo de juego nivelado.
Hoy, esa discusión parece casi una anécdota. La conversación ha escalado desde la fiscalización de locales a pie de calle a las mesas de negociación de las grandes empresas. El fenómeno ha mutado, revelando una estrategia mucho más profunda y diversificada que está redibujando el mapa del retail en el país.
Antes de que los contenedores llegaran a los puertos para abastecer a las tiendas físicas, la ofensiva ya estaba en marcha en los teléfonos de millones de chilenos. Según cifras de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS) publicadas en julio, China lidera de manera indiscutida la demanda del comercio electrónico internacional. AliExpress, aunque ha visto disminuir su cuota del 37% al 27%, sigue siendo el rey. Pero la verdadera disrupción viene de sus competidores: Shein ha escalado de un modesto 8% en 2020 a un impresionante 22%, mientras que Temu irrumpió para capturar el 9% del mercado en apenas un año.
George Lever, gerente de estudios de la CCS, atribuye este éxito a una fórmula simple pero demoledora: "alta agresividad en precios y promociones, y una fuerte inversión en marketing, acompañadas de mejoras logísticas". Esta estrategia no solo ha cambiado los hábitos de consumo, privilegiando el bajo costo y la variedad infinita, sino que ha puesto una presión sin precedentes sobre los actores del retail local, que luchan por competir con una maquinaria optimizada a escala global.
El movimiento más significativo, sin embargo, ocurrió en el mundo físico. A mediados de julio, el mercado se sacudió con la noticia de que Beijing Oriental Yuhong, un gigante chino con ingresos anuales de 4.600 millones de dólares, adquiría la cadena de ferreterías Construmart por 123 millones de dólares. Este no es un actor menor. Oriental Yuhong es un proveedor global de materiales de construcción, y su llegada a Chile no es para vender productos de bajo valor, sino para competir directamente con los titanes del mejoramiento del hogar: Sodimac (Falabella) y Easy (Cencosud).
Expertos del sector, citados por Diario Financiero, ven este movimiento como una "puerta de entrada a Latinoamérica". Sin embargo, también recuerdan el estrepitoso fracaso de la estadounidense Home Depot en Chile, una señal de que el dinero y la escala no garantizan el éxito sin una profunda adaptación a las particularidades del mercado local. La compra de una Construmart debilitada sugiere que los nuevos dueños no planean una transición suave, sino una "profunda transformación" para competir, lo que anticipa una guerra de precios y servicios en un sector clave de la economía.
La presión no viene solo desde China. El retail chileno se ha convertido en un campo de batalla global. Mientras los capitales chinos se consolidan, el grupo peruano Intercorp ha comenzado su propia expansión con las tiendas de descuento Mass, transformando los locales de la cadena Erbi que adquirió en 2024. Su modelo de hard discount, probado con éxito en Perú, busca replicarse en Chile con una agresiva estrategia de aperturas, apuntando a un nicho de conveniencia y precios bajos que competirá con formatos como Oxxo y los supermercados express.
Paradójicamente, mientras algunos actores locales resienten esta nueva competencia, otros encuentran oportunidades en dinámicas paralelas, como el auge del turismo de compras argentino. La construcción de nuevos outlets en zonas estratégicas como La Calera, como reportó La Tercera, muestra una industria que intenta adaptarse y capitalizar cualquier nuevo flujo de consumidores.
El tema ha dejado de ser si el comercio chino es legal para convertirse en una pregunta más compleja: ¿cómo compite Chile en este nuevo escenario? La narrativa ha transitado desde la preocupación por la informalidad a un análisis estratégico sobre la inversión extranjera directa y la competencia digital.
Para el consumidor, la promesa es de mayor variedad y precios potencialmente más bajos. Para el empresario local, desde el dueño de la ferretería de barrio hasta los grandes conglomerados, el desafío es inmenso y requiere innovación y eficiencia. Para el Estado, la tarea ya no es solo fiscalizar el pago de patentes, sino regular un ecosistema complejo que incluye flujos de capital globales, derechos laborales en cadenas de suministro internacionales y una cancha digital donde las fronteras se desvanecen.
El dragón ya no está solo en el pasillo; ahora es dueño de parte del edificio y domina las autopistas digitales que llegan a él. La pregunta abierta es si su presencia será un motor de modernización o una fuerza disruptiva que el mercado local no logre asimilar.