Meses después de su clausura, el Mundial de Clubes 2025 sigue resonando no por la tecnología inmersiva o los nuevos modelos de negocio que prometía, sino por haber provocado un sismo en las estructuras de poder del fútbol global. Lo que se anticipaba como una consolidación de la hegemonía europea, amplificada en un formato de 32 equipos, se convirtió en una crónica sobre su vulnerabilidad. Las sorpresivas eliminaciones de potencias como el Paris Saint-Germain (PSG) y el Manchester City no fueron anécdotas, sino síntomas de un cambio tectónico que ha obligado a todo el ecosistema del fútbol a reevaluar sus certezas.
La narrativa del torneo cambió drásticamente el 20 de junio, cuando Botafogo, el campeón de la Copa Libertadores, derrotó con una solidez táctica admirable al PSG, monarca de la Champions League. La prensa europea, desde L'Équipe hasta Marca, habló de un gigante que "cayó de un pedestal", reconociendo la tenacidad brasileña frente a un equipo parisino que, además, lidiaba con sus propios demonios internos, como la grave denuncia por acoso moral que su exestrella, Kylian Mbappé, interpuso en plena competencia.
Sin embargo, el verdadero terremoto llegó diez días después. El Al Hilal de Arabia Saudita, un club transformado por una inyección de capital sin precedentes, eliminó al Manchester City de Pep Guardiola en un vibrante 4-3. Este no fue un triunfo defensivo y especulativo; fue una batalla de igual a igual que expuso las debilidades del campeón inglés. La prensa británica no tuvo piedad, calificando la derrota como una "vergüenza para la Premier League" y un "terremoto" en el torneo. La victoria saudí no fue un milagro, sino la consecuencia visible de una estrategia de inversión que superó los 1.900 millones de dólares en fichajes y que se materializó en un premio de más de 125 millones de dólares para el plantel por esa sola victoria.
La caída de los gigantes europeos se completó con la eliminación del Bayern Múnich, dejando un panorama impensado en las fases finales y consolidando la idea de que el dinero y la planificación estratégica de otras latitudes han comenzado a cerrar la brecha competitiva.
El análisis de estos resultados genera una disonancia constructiva. Desde una perspectiva europea, las derrotas se atribuyeron a la soberbia, la falta de inspiración y la fragilidad defensiva. El propio Luis Enrique, técnico del PSG, reconoció que Botafogo fue "el equipo que mejor nos ha defendido en toda la temporada". Para los críticos ingleses, la caída del City fue un llamado de atención sobre la autocomplacencia de la liga más rica del mundo.
En contraste, desde Sudamérica y Asia, las victorias se interpretaron como una reivindicación. Para Botafogo, fue la confirmación de que la astucia táctica y la garra colectiva aún pueden competir contra presupuestos estratosféricos. Para Al Hilal, fue la validación de un proyecto geopolítico que utiliza el fútbol como herramienta de poder blando. La emoción de su presidente, Fahad Bin Nafel, y los millonarios bonos repartidos no son solo anécdotas, sino la prueba de que su apuesta va en serio.
Una tercera visión, más estructural, apunta a la FIFA y su nuevo formato. Al expandir el torneo, se multiplicaron los enfrentamientos de alta tensión, creando el caldo de cultivo perfecto para que estas sorpresas ocurrieran. El Mundial de Clubes dejó de ser un epílogo de la temporada europea para convertirse en un campo de batalla global donde el poder económico se ha descentralizado.
Históricamente, la Copa Intercontinental y las primeras ediciones del Mundial de Clubes eran vistas casi como un trámite para el campeón europeo. El torneo de 2025 rompió con esa tradición de forma definitiva. No fue un evento aislado, sino la culminación de una tendencia de globalización económica que finalmente se tradujo en resultados deportivos de alto impacto.
Hoy, el debate ya no es si otras confederaciones pueden competir, sino cómo lo harán de manera sostenida. El mercado de fichajes post-torneo refleja esta nueva realidad: el interés del Bayern Múnich por el chileno Felipe Loyola, figura de Independiente, demuestra que los ojos de los grandes clubes ahora miran con mayor seriedad a talentos de ligas no europeas. El Mundial de Clubes 2025 no dio todas las respuestas, pero cambió radicalmente las preguntas. Dejó instalada una duda fundamental: ¿fue esto una anomalía histórica o el prólogo de un nuevo orden multipolar en el deporte más popular del planeta?