La derecha se fractura: El pacto de no agresión ha muerto:De adversarios electorales a "matones": cómo la batalla entre Matthei y Kast por la hegemonía desató una guerra que redefine la gobernabilidad.

La derecha se fractura: El pacto de no agresión ha muerto:De adversarios electorales a
2025-07-29
  • Guerra abierta: La competencia electoral entre Matthei y Kast escaló a una ruptura total, con acusaciones de "campañas asquerosas" y "matonaje".
  • Fugas estratégicas: El traspaso de figuras como Rodolfo Carter al bando republicano y la fractura de Amarillos evidenciaron un profundo reordenamiento de fuerzas.
  • Dos proyectos en pugna: El conflicto expone una disyuntiva de fondo: la derecha de la gobernabilidad y la experiencia versus la derecha del relato duro y la movilización ideológica.

La implosión: de la tensión a la guerra abierta

A fines de julio, lo que era una competencia electoral se transformó en una guerra declarada. Evelyn Matthei, la carta presidencial de Chile Vamos, acusó al Partido Republicano de orquestar una "campaña asquerosa" de desinformación en su contra, calificándolos de "matones" y sentenciando que es "difícil hacer alianzas con alguien que sonríe en la foto y te acuchilla por la espalda”. La amenaza de acciones legales y, más importante aún, su negativa a garantizar un apoyo a José Antonio Kast en una eventual segunda vuelta, marcaron la defunción del pacto de no agresión que, hasta entonces, sostenía el equilibrio de poder en el sector.

Este quiebre no es un exabrupto aislado, sino la culminación de un proceso de meses donde las tensiones ideológicas, las estrategias contrapuestas y las ambiciones personales erosionaron los cimientos de una coalición que aspiraba a gobernar. Lo que se observa, a más de 60 días de los primeros enfrentamientos directos, no es solo una disputa por votos, sino una redefinición profunda de lo que significa ser de derecha en el Chile actual.

Crónicas de un divorcio anunciado: las primeras grietas

La unidad de la derecha ya mostraba fisuras a principios de mayo. Mientras la campaña de Matthei se enfocaba en adversarios del oficialismo, las críticas más agudas provenían de su propio flanco. Figuras de la derecha más dura, como la exconvencional Teresa Marinovic y la comunicadora Patricia Maldonado, cuestionaban la idoneidad y la lealtad ideológica de Matthei, acusándola de moderarse por "conveniencia" y de traicionar su pasado pinochetista. Estas críticas, aunque provenientes de actores externos a los partidos, daban cuenta de una desconfianza latente en la base más conservadora hacia el proyecto de la exalcaldesa.

Paralelamente, el "carácter" de Matthei se instaló como un tema de debate central. Sus "salidas de libreto", que para algunos representaban autenticidad, para otros eran una señal de inestabilidad. El candidato del Frente Amplio, Gonzalo Winter, capitalizó esta percepción al afirmar que "volvió la Evelyn Matthei de los garabatos", sugiriendo que no era apta para las relaciones internacionales. Este flanco, explotado por adversarios de todo el espectro, generó una discusión interna en Chile Vamos sobre si su principal atributo era también su mayor debilidad, abriendo un espacio para un contendiente con un estilo más controlado como Kast.

El reacomodo de fuerzas: fugas, alianzas y fracturas

El punto de inflexión estratégico llegó el 11 de junio, cuando el exalcalde de La Florida, Rodolfo Carter, anunció su incorporación a la campaña de Kast. Tras meses buscando sin éxito una primaria en Chile Vamos, su adhesión al proyecto republicano fue un golpe simbólico y práctico. Carter, con un discurso centrado en la "recuperación de Chile" a través de la seguridad, arrastró consigo un capital político mediático que Matthei no pudo retener. Su rol, definido por él mismo como el de un "obrero en la reconstrucción de Chile", consolidó la imagen de Kast como el líder natural del electorado que demanda orden y mano dura.

La respuesta del comando de Matthei fue sumar apoyos que, si bien relevantes, expusieron la fragilidad de su coalición. El respaldo de Amarillos por Chile a principios de junio provocó una fractura inmediata en el partido de centro, con la renuncia de fundadores históricos como Soledad Alvear y Gutenberg Martínez, quienes argumentaron que la decisión los alejaba de su vocación centrista. Más tarde, la senadora Carmen Gloria Aravena, exrepublicana, se sumó a Matthei, pero el impacto fue menor en comparación con la resonancia del "fichaje" de Carter por parte de Kast.

La batalla de relatos: gobernabilidad versus épica

La fractura ha dejado en evidencia dos proyectos antagónicos que compiten por el mismo electorado.

Por un lado, el equipo de Matthei, liderado por Diego Paulsen y el coordinador programático Juan Luis Ossa, ha intentado posicionarla como la candidata de la experiencia y la gobernabilidad. Su estrategia se basa en la presentación de propuestas técnicas detalladas, criticando la campaña de Kast por tener "muy buenos títulos" pero "menos contenido". Apelan a un votante de centro y a la derecha tradicional que valora la seriedad fiscal y la capacidad de gestión, como lo demostró la propia Matthei en la alcaldía de Providencia.

Por otro lado, la campaña de Kast se ha construido sobre un relato épico y de confrontación directa. Con eslóganes claros y un enfoque implacable en seguridad, ha logrado movilizar a un electorado que se siente abandonado por la política tradicional. La incorporación de Carter reforzó este eje, mientras que el propio Kast ha mantenido una disciplina comunicacional que contrasta con los exabruptos de su rival. Su campaña no busca convencer con tecnicismos, sino movilizar con convicción.

Esta divergencia llegó a un punto crítico cuando el generalísimo de Matthei, Diego Paulsen, declaró que Kast era su "adversario electoral", mientras que el gobierno era el "adversario político". La frase, aunque tácticamente comprensible, desató una tormenta en la UDI, que la calificó como "un error", evidenciando la descoordinación y la creciente ansiedad dentro de Chile Vamos ante el ascenso republicano en las encuestas.

Un futuro incierto: las consecuencias de la ruptura

El conflicto ha entrado en una fase donde las lealtades personales y los códigos políticos se han roto. La acusación de Matthei sobre una campaña de desinformación que busca instalar la idea de que padece Alzheimer, y su posterior negativa a comprometer un apoyo en segunda vuelta, marca un antes y un después. La derecha chilena ya no es un bloque con dos almas; son dos ejércitos en un campo de batalla abierto.

Las consecuencias son profundas. Primero, la fragmentación del voto de derecha en primera vuelta se da por sentada, abriendo un escenario de alta incertidumbre sobre quién logrará pasar al balotaje. Segundo, la capacidad de cualquiera de los dos candidatos para unificar al sector en una segunda vuelta está severamente comprometida. La animosidad ha escalado a un nivel personal que hará muy difícil una reconciliación creíble. Finalmente, la gobernabilidad futura de un eventual gobierno de derecha se ve amenazada. Sin una mayoría parlamentaria cohesionada, cualquier programa de gobierno enfrentará obstáculos insalvables, no solo desde la oposición, sino desde el fuego amigo.

La implosión de la derecha no es solo el fin de una coalición. Es el inicio de una nueva etapa política en Chile, donde la lucha por la hegemonía en un sector ha puesto en jaque la viabilidad de su propio proyecto de país. El tema, lejos de estar cerrado, recién comienza a mostrar sus verdaderas dimensiones.

La historia documenta la fractura de una coalición política dominante, revelando una evolución narrativa desde tensiones latentes hasta un conflicto abierto. Este proceso permite analizar las dinámicas de poder, la reconfiguración ideológica y las consecuencias a largo plazo para la gobernabilidad y el equilibrio político de una nación, ofreciendo un caso de estudio sobre la fragilidad de las alianzas y la lucha por la hegemonía.

Fuentes