La derecha se acusa de traición:De la competencia electoral a la guerra de "matones" que redefine el poder

La derecha se acusa de traición:De la competencia electoral a la guerra de
2025-07-29
  • Una competencia electoral se transformó en una guerra abierta entre Evelyn Matthei y José Antonio Kast.
  • Las acusaciones de "campaña asquerosa" y "matones" han puesto en duda la lealtad y una futura alianza en la derecha.
  • La fractura no es solo por el poder, sino por la definición misma de la identidad y la gobernabilidad del sector.

Pregunta Inicial: ¿Cómo una disputa por el liderazgo de la derecha se convirtió en una guerra pública que amenaza con fracturar al sector?

Lo que hace 90 días parecía el guion predecible de una competencia electoral en la derecha —una candidata consolidada de Chile Vamos, Evelyn Matthei, enfrentando el desafío de un contendor del Partido Republicano, José Antonio Kast— ha mutado en una guerra civil de acusaciones públicas. El conflicto escaló a un punto de no retorno a fines de julio, cuando Matthei calificó a sus rivales de "grupo de matones" y los acusó de apuñalarla "por la espalda". Más que una disputa por votos, lo que se observa hoy es una profunda crisis de identidad, lealtad y proyecto político cuyas consecuencias definirán el futuro del poder en Chile.

Este artículo reconstruye, con la distancia del tiempo, cómo las tensiones internas se transformaron en una fractura expuesta, moviendo el eje del debate desde la estrategia electoral a la ética política.

Acto 1: Las primeras grietas y la deslealtad como presagio (Mayo - Junio)

A principios de mayo, la carrera presidencial de la derecha parecía un tablero ordenado. Evelyn Matthei lideraba las encuestas, pero su campaña, liderada por el exdiputado Diego Paulsen, mostraba signos de fragilidad. Informes de prensa de principios de junio, como los publicados en La Tercera, ya advertían de una estructura de vocerías caótica y una sobreexposición de la candidata, quien a menudo improvisaba, interrumpiendo incluso a su propio jefe de campaña. "Pese a su arribo (de Paulsen) y la incorporación de voceros temáticos, Matthei continúa haciéndose parte de todos los debates", señalaba un artículo del 7 de junio, evidenciando una falta de control en el comando.

Mientras el equipo de Matthei luchaba por consolidar su mensaje, el de Kast avanzaba con una estrategia clara. El 9 de junio, Radio Cooperativa informaba que el ascenso de Kast se debía a un "trasvasije de votos de Johannes Kaiser", consolidando el voto de la derecha más dura. El golpe más significativo llegó dos días después: el mediático alcalde Rodolfo Carter, exmilitante UDI, anunciaba su incorporación al comando de Kast. Fue el primer acto de una deslealtad que resonó en Chile Vamos, no solo como una pérdida de un activo político, sino como la materialización de una amenaza que ya se vivió en 2021 con la candidatura de Sebastián Sichel.

Las críticas internas no tardaron en arreciar. Para el 18 de junio, la presión sobre Paulsen era insostenible. Parlamentarios de Chile Vamos pedían cambios urgentes, centralizar las vocerías y reforzar el trabajo territorial. "Son demasiados voceros y voceras que muchas veces se llevaban la candidata ‘para la casa’", criticaba el diputado RN Miguel Mellado. La inquietud era tal que, según La Tercera, en Renovación Nacional ya se especulaba soterradamente con un "Plan B" si Matthei no repuntaba.

Acto 2: La batalla por el relato y la definición del adversario (Junio - Julio)

Con la campaña de Matthei en problemas, la estrategia viró hacia la diferenciación programática. El 4 de julio, su coordinador de contenidos, Juan Luis Ossa, lanzó una crítica directa a su rival: "Cuando yo leo los planes semanales de José Antonio Kast, no veo mucha sustancia (...) Veo muy buenos títulos, veo una muy buena campaña publicitaria, pero veo menos contenido". El objetivo era claro: posicionar a Matthei como la candidata de la gobernabilidad y la seriedad, frente a un Kast de eslóganes efectivos pero, según ellos, vacíos.

Sin embargo, la propia Matthei contribuía a la confusión estratégica. A fines de junio, en una declaración desconcertante, afirmó que Johannes Kaiser, conocido por sus posturas de ultraderecha, era "mucho más respetuoso con las mujeres" que Kast. El movimiento, interpretado como un intento de dividir el voto duro, generó más ruido que beneficios.

El punto de inflexión discursivo llegó el 8 de julio. En una entrevista con La Tercera, Diego Paulsen intentó ordenar el tablero definiendo a Kast como el "adversario electoral", mientras que el "adversario político" era el gobierno. La distinción, aunque técnicamente comprensible en una primera vuelta, fue un error político mayúsculo. Figuras de la UDI, como María José Hoffmann, lo calificaron de "error", y la exconvencional Constanza Hube escribió en X: "Refleja los errores estratégicos y de posicionamiento que explican por qué el comando no logra conectar con el momento político". La declaración de Paulsen oficializó la existencia de dos frentes de batalla, uno de ellos interno.

Acto 3: La declaración de guerra (Finales de Julio)

Lo que eran críticas estratégicas y disputas de contenido explotó a fines de julio. El día 28, Evelyn Matthei denunció públicamente lo que llamó una "campaña asquerosa" y de desinformación orquestada desde el Partido Republicano, acusándolos de alterar videos para sugerir que padecía Alzheimer. "Si ellos hacen esto estando en la oposición, uno se pregunta qué estarían capaces de hacer si alguna vez tuvieran el poder", declaró en Radio Infinita, anunciando una posible querella.

La escalada fue total. Matthei abandonó el lenguaje medido y calificó a sus adversarios de "grupo de matones". La frase que dinamitó los puentes fue su respuesta sobre un eventual apoyo a Kast en segunda vuelta: "Es bien difícil hacer alianzas con alguien que sonríe en la foto y te acuchilla por la espalda”. Con estas palabras, la candidata de Chile Vamos no solo rompió el pacto de no agresión, sino que puso en duda la viabilidad de una derecha unida para gobernar.

Conclusión: Una fractura de identidad en curso

Dos meses después del inicio de las hostilidades abiertas, la derecha chilena se encuentra en una encrucijada existencial. La pugna ya no es solo por quién pasará a segunda vuelta, sino por definir qué es ser de derecha en el Chile actual. Por un lado, el proyecto de Chile Vamos, que se presenta como sinónimo de experiencia y gobernabilidad, pero que ha demostrado serias dificultades para conectar con un electorado que demanda cambios más drásticos. Por otro, el proyecto Republicano, que capitaliza el descontento con un discurso de orden y convicciones firmes, pero cuya metodología es acusada de socavar las bases de la confianza y la lealtad política.

La guerra civil de la derecha ha dejado de ser una metáfora. Las acusaciones de traición y las tácticas de demolición han expuesto una fractura que va más allá de lo electoral. La pregunta que queda abierta, y cuya respuesta definirá la próxima década, es si estos dos proyectos pueden volver a coexistir en una misma coalición o si, por el contrario, asistimos al nacimiento de dos derechas irreconciliables.

La historia documenta la fractura expuesta de una coalición política en un momento crítico, transitando desde tensiones internas a una guerra pública de acusaciones. Este quiebre no es meramente electoral, sino que revela una profunda crisis de identidad y proyecto a futuro, cuyas consecuencias redefinirán el equilibrio de poder, la capacidad de gobernabilidad y el propio concepto de 'derecha' en el país. Permite analizar la colisión entre el pragmatismo y la pureza ideológica, y cómo la lealtad se convierte en la primera víctima en la lucha por la hegemonía.