Hace ya más de dos meses, el 30 de junio de 2025, Román Blanco se despedía de la gerencia general de Santander Chile con cifras de récord y una cita a Luka Modrić. Su partida, enmarcada en un tono de camaradería —incluso su principal competidor, el gerente general de Banco de Chile, lo calificó de “duro competidor, pero leal y transparente”—, cerró un capítulo de tres años que posicionó a la filial como el banco más grande del país, con una rentabilidad (ROE) del 26% y una acción en máximos históricos. Sin embargo, lo que parecía un simple y exitoso cambio de mando es, en retrospectiva, la primera escena visible de un guion estratégico mucho más amplio, diseñado en la sede central del grupo en España.
La llegada de Andrés Trautmann, un ingeniero de la Universidad de Chile con una larga trayectoria en la banca de inversión de la propia entidad, no fue una simple sucesión. Fue una declaración de intenciones. Su nombramiento como gerente general y country head apunta a un cambio de foco: de la consolidación local a la integración global.
El discurso inaugural de Trautmann, pronunciado el 1 de julio con la presencia del consejero delegado del Grupo Santander, Héctor Grisi, fue elocuente. La clave, afirmó, es “aprovechar esa capacidad global, para a través de nuestra experiencia y conocimiento de los mercados, contribuir al crecimiento de las empresas chilenas”. No se trata solo de ser el banco más grande de Chile, sino de usar la plataforma chilena para conectar a las empresas locales con los mercados internacionales donde Santander tiene una presencia clave.
Esta visión se reforzó semanas después con el nombramiento de Carlos Ruiz de Gamboa, un ejecutivo con más de 30 años de experiencia en J.P. Morgan, como nuevo vicepresidente de Santander Corporate & Investment Banking (CIB). La señal es inequívoca: la banca de inversión y los clientes corporativos son el motor de la nueva etapa. El objetivo ya no es solo administrar el éxito local de Blanco, sino transformarlo en una pieza funcional de una maquinaria global.
El relevo en Santiago no es un hecho aislado. Ocurre mientras el Grupo Santander redefine sus prioridades a nivel mundial. Informes de la prensa económica española de fines de julio revelan una estrategia ambiciosa y dual:
En este contexto, la filial chilena, rentable y estable, deja de ser un fin en sí misma para convertirse en un medio. La misión de Trautmann es alinear la operación local con esta estrategia global, utilizando la solidez del mercado chileno para apalancar las operaciones del grupo en geografías más estratégicas, como Norteamérica.
Mientras la estrategia global de Santander dibuja un horizonte de expansión, la operación en Chile enfrenta sus propios desafíos, que pondrán a prueba la capacidad de ejecución del nuevo liderazgo. Franco Rizza, exdirector de riesgo de Santander Brasil y hoy asesor en Deloitte, identificó recientemente varios frentes complejos para la banca chilena:
La pregunta fundamental que enfrenta la nueva administración de Santander Chile es cómo equilibrar la ambiciosa agenda global con estas presiones locales. ¿Es posible impulsar un crecimiento sofisticado en banca de inversión y, al mismo tiempo, gestionar el riesgo creciente en el crédito de consumo e hipotecario? ¿Cómo se compite con las ágiles fintech mientras se responde a una regulación cada vez más estricta?
El cambio de liderazgo en Santander Chile, por tanto, no es una historia concluida. Es el inicio de un experimento estratégico: la prueba de si una de las filiales más exitosas del grupo puede transformarse en un engranaje de una maquinaria global sin perder su “polo a tierra” en un mercado local cada vez más complejo y desafiante.