La Democracia Cristiana pacta con el Partido Comunista para sobrevivir:El costo de la identidad en la balanza electoral

La Democracia Cristiana pacta con el Partido Comunista para sobrevivir:El costo de la identidad en la balanza electoral
2025-07-29
  • Para asegurar su supervivencia parlamentaria, la Democracia Cristiana respaldó a la candidata presidencial comunista Jeannette Jara, provocando la renuncia de su presidente.
  • La decisión expuso una fractura histórica entre un sector pragmático que priorizó el cálculo electoral y un ala doctrinaria que denunció una "ruptura moral".
  • El pacto redefine el mapa de la centroizquierda y abre un debate sobre el futuro de los partidos tradicionales en un escenario de alta polarización.

La anatomía de una decisión inevitable

A más de dos meses de la Junta Nacional que partió en dos a la Democracia Cristiana (DC), el eco de la decisión aún resuena en el panorama político chileno. El 26 de julio de 2025, con un 63% de los votos, el partido que gobernó Chile tras la dictadura y que se fundó sobre un pilar anticomunista, acordó apoyar la candidatura presidencial de Jeannette Jara, militante del Partido Comunista. La consecuencia fue inmediata: la renuncia de su presidente, Alberto Undurraga, y la ascensión de una nueva directiva liderada por el senador Francisco Huenchumilla, dispuesta a ejecutar el mandato.

Lo que hoy se observa no es el fin de un debate, sino el comienzo de sus consecuencias visibles. La DC se ha integrado formalmente a las negociaciones parlamentarias del pacto oficialista "Unidad por Chile", pero lo hace con una herida abierta. Figuras históricas como Andrés Zaldívar y Carolina Goic han manifestado públicamente su disidencia, mientras analistas como Alfredo Joignant y Aldo Cassinelli sentencian que el partido es hoy una fuerza "marginal" que optó por el pragmatismo más extremo para no desaparecer. La pregunta que queda suspendida en el aire es si el costo de la supervivencia no fue, precisamente, la propia identidad.

Sobrevivir o ser: las dos almas de la Falange

La crisis de la DC no es nueva, pero la decisión de julio la expuso con una crudeza inédita. En el fondo, se enfrentaron dos visiones irreconciliables sobre el futuro del partido.

Por un lado, el ala pragmática, encabezada por Francisco Huenchumilla y la secretaria general Alejandra Krauss, planteó un diagnóstico lapidario: la DC estaba en riesgo de extinción. Con una representación parlamentaria mermada a apenas cuatro diputados y un historial de declive electoral sostenido —del 26% en 1989 al 4,19% en 2021—, ir en solitario a las próximas elecciones era, en palabras de Huenchumilla, "la ruta más directa hacia la extinción política". El argumento central fue la supervivencia. La oferta de la alianza oficialista, que según transparentó Krauss en la junta, rondaba los 22 cupos parlamentarios, se convirtió en un incentivo tangible. Para este sector, el anticomunismo de la Guerra Fría es una doctrina obsoleta frente a la amenaza de una derecha en ascenso y la necesidad de mantener la incidencia política. "Nos estamos jugando la supervivencia del partido", sentenció Huenchumilla durante el debate.

En la vereda opuesta, el ala doctrinaria, liderada por el ahora expresidente Alberto Undurraga y respaldada por una carta de seis ex timoneles —incluidos Carmen Frei, Andrés Zaldívar y Carolina Goic—, vio el pacto como una traición a los principios fundacionales. Para ellos, la alianza con el Partido Comunista representaba una "ruptura moral" y el "ocaso del partido", como lo calificó Goic. Undurraga argumentó que "cuando se abandona nuestro electorado, izquierdizando nuestra propuesta, la gente no nos sigue", recordando la fallida apuesta institucional por el "Apruebo" en el primer proceso constitucional. La exmilitante y hoy timonel de Demócratas, Ximena Rincón, fue más allá, citando a Frei Montalva para recordar que "los comunistas no creen en la libertad". Para este grupo, la DC estaba transando su alma a cambio de un puñado de escaños, desdibujando su rol histórico como una tercera vía humanista y cristiana.

Crónica de una fractura anunciada

El clímax de la Junta Nacional fue el resultado de una tensión acumulada durante semanas. A fines de julio, el debate ya era público y enconado. Alberto Undurraga había puesto su cargo sobre la mesa: si la junta optaba por Jara, él renunciaría. La presión externa también jugó un rol, con declaraciones de la presidenta del Partido Socialista, Paulina Vodanovic, que condicionaban una lista parlamentaria única al apoyo a la candidata oficialista, lo que fue calificado como un "chantaje" por diputados DC.

El debate telemático del 26 de julio fue un reflejo de esta división profunda. Las intervenciones, filtradas a la prensa, mostraron la pasión y el dolor de la militancia. El expresidente Ricardo Hormazábal exclamó: "¿Quieren tener de presidente a una persona que apoya a Cuba y a su sistema político? Váyanse al diablo". En contraste, la alcaldesa Claudia Pizarro respondía: "Estamos en Chile", y advertía sobre el riesgo de "tomar palco" mientras la derecha amenazaba con "desmantelar los avances sociales".

Finalmente, la matemática electoral se impuso a la historia. El 63% de los delegados optó por el pragmatismo, sellando el pacto y la salida de Undurraga.

El nuevo escenario: un centro en disputa

Con la decisión tomada, la Democracia Cristiana ha entrado en una nueva etapa. Jeannette Jara celebró el respaldo, afirmando que se fortalece "una de las coaliciones más amplias desde los años 90" y abrió las puertas para que técnicos y profesionales DC se sumen a su comando. El diputado Eric Aedo fue el primero en aceptar la invitación.

Sin embargo, la unidad es solo aparente. Figuras como Andrés Zaldívar han adelantado que no votarán por Jara, y economistas históricamente ligados al partido, como Alejandro Micco y Carlos Massad, han expresado duras críticas a la decisión. La fractura no es solo política, sino también intelectual y emocional.

El pacto ha dejado a la DC en una posición compleja: es un socio minoritario en una coalición liderada por fuerzas a su izquierda, lo que alimenta la percepción de que el centro político tradicional está siendo absorbido. La pregunta sobre si el partido logrará influir en un eventual gobierno de Jara o si será, como temía Zaldívar, "el vagón de cola", sigue abierta. La respuesta dependerá de la habilidad de la nueva directiva para negociar el programa y los cupos parlamentarios, pero sobre todo, del veredicto de las urnas. Solo entonces se sabrá si la Democracia Cristiana eligió la vida o simplemente una forma más lenta de desaparecer.

La historia documenta un punto de inflexión para una fuerza política históricamente relevante, exponiendo la tensión entre la supervivencia pragmática y la coherencia ideológica. El evento central, un pacto electoral controversial, desencadenó consecuencias inmediatas y visibles —como renuncias de figuras clave y fracturas internas— que permiten un análisis profundo sobre la reconfiguración del espectro político, el declive de los partidos tradicionales y las estrategias de poder en un escenario de alta polarización. La narrativa ofrece una crónica completa de la toma de una decisión crítica, sus justificaciones y sus repercusiones, sirviendo como un caso de estudio sobre la transformación de las identidades políticas en el siglo XXI.

Fuentes