Ha pasado más de un mes desde que Jeannette Jara (PC) se impuso con un sorpresivo y contundente 60% en las primarias presidenciales del oficialismo. Lo que debía ser el punto de partida para una campaña unificada se ha transformado, en cambio, en un catalizador de tensiones latentes. La victoria de la exministra del Trabajo, lejos de consolidar a la izquierda, ha funcionado como un sismo que agrietó el mapa político, exponiendo las fracturas entre el Partido Comunista, un Frente Amplio en introspección y una centroizquierda que hoy debate su propia supervivencia.
La pregunta ya no es quién liderará al sector, sino qué proyecto político es viable y a qué costo se puede construir una mayoría. El triunfo de Jara no cerró un debate; lo abrió a una nueva fase, más compleja y descarnada.
La principal réplica del triunfo de Jara se sintió en el corazón del Socialismo Democrático (SD) y la Democracia Cristiana (DC). La derrota de Carolina Tohá (PPD) no fue solo electoral, sino simbólica. Como señaló el analista Rafael Sousa en La Tercera, su candidatura representaba el intento más serio desde 2009 de revivir “el espíritu de la Concertación”. Su 27% de los votos y su posterior decisión de pasar a una segunda línea —“buscaré otras formas de aportar”, declaró— dejaron un vacío de liderazgo y un mar de dudas sobre la vigencia de ese proyecto.
Las reacciones no se hicieron esperar. El presidente del PPD, Jaime Quintana, fue tajante al afirmar que “el programa de Jara sigue siendo un mal texto”, condicionando el apoyo de su partido a una “convergencia programática” que modere las propuestas económicas iniciales, calificadas por algunos como “kirchneristas”.
Pero la crisis más profunda estalló en la Democracia Cristiana. La misma noche de la primaria, su entonces presidente, Alberto Undurraga, dio un portazo a cualquier tipo de apoyo: “No se puede apoyar una candidatura del PC”. Pese a su férrea oposición, la Junta Nacional del partido, en una tensa sesión el 26 de julio, optó por respaldar a Jara por 167 votos contra 97, una decisión pragmática para asegurar un pacto parlamentario que evite la desaparición legal de la falange. El resultado fue la renuncia inmediata de Undurraga, dejando al partido fracturado entre un ala que busca sobrevivir y otra que se niega a aliarse con el comunismo. Economistas históricos de la tienda como Alejandro Micco y Carlos Massad criticaron la decisión, mientras otros como Ricardo Ffrench-Davis y el diputado Eric Aedo se cuadraron con la candidata, evidenciando una división que parece insalvable.
Mientras la centroizquierda procesaba su derrota, el bloque ganador tampoco encontraba la paz. El Frente Amplio, cuyo candidato Gonzalo Winter apenas alcanzó un 9%, inició un duro proceso de autocrítica. Documentos internos filtrados a la prensa revelaron un diagnóstico crudo: el partido fue percibido como “elitista y alejado de la ciudadanía”, con una campaña que “careció de contenido político” y se centró en una retórica generacional contra la Concertación que ya no moviliza.
En el Partido Comunista, la victoria también trajo consigo sus propios desafíos. El presidente del partido, Lautaro Carmona, admitió que durante la campaña se generaron “desinteligencias evidentes”, en alusión a sus propias declaraciones que obligaron a Jara a marcar distancia. Este patrón se repitió de forma aún más conflictiva con la fallida estrategia de “suspender la militancia” de la candidata para atraer al centro. La idea, adelantada por Daniel Jadue, generó un profundo malestar, con acusaciones de “mansplaining” y una crítica directa de la propia Jara: “Hay liderazgos que pretenden hablar en mi nombre, lo encuentro muy inadecuado”.
Finalmente, la candidata zanjó el tema afirmando que la suspensión “no está sobre la mesa”, una decisión que reafirma su identidad pero que, como admitió en privado, deja en “pausa” su relación con el ala más anticomunista de la DC liderada por Undurraga.
Con un pie en cada una de las dos almas del gobierno, el principal desafío de Jeannette Jara es construir un relato que convoque más allá de su base. Sus gestos hacia el centro han sido constantes: se reunió con figuras del Socialismo Democrático como Ana Lya Uriarte y buscó sumar a su equipo económico al exministro Nicolás Eyzaguirre, aunque este último finalmente declinó un rol formal en el comando.
Sin embargo, la desconfianza persiste. El economista Tomás Rau calificó su propuesta económica inicial como “del antiguo comunismo reflotado en tiempos modernos”. El expresidente de la CPC, Juan Sutil, la comparó con Hugo Chávez, mientras que el economista e histórico militante del PS, Óscar Landerretche, anunció que anulará su voto por diferencias irreconciliables con la visión “marxista-leninista”.
El camino de Jara hacia noviembre está marcado por esta dualidad. Por un lado, la necesidad de ofrecer garantías de gobernabilidad y estabilidad económica para seducir a un electorado moderado y a una Democracia Cristiana que la apoya con condiciones. Por otro, la presión de su propio partido y de su base electoral para no renunciar a las transformaciones que encarna su figura. La primaria terminó, pero la verdadera campaña, la de definir el alma de su proyecto, recién comienza.
2025-07-10