Tras años de discusiones intermitentes en comisiones y pasillos del Congreso, el debate sobre la eutanasia en Chile ha abandonado el terreno de lo hipotético para instalarse en el centro de la agenda legislativa. A más de dos meses de que el gobierno decidiera ponerle "urgencia inmediata" a su tramitación, la conversación pública ha mutado: la pregunta ya no es si se debe legislar, sino cómo hacerlo. La sociedad chilena se enfrenta ahora a la definición de los contornos de un derecho que redefine la vida, la muerte y la autonomÃa personal.
A mediados de junio, el Ejecutivo presentó ante la comisión de Salud del Senado una serie de indicaciones que dibujan el esqueleto de la futura ley. La propuesta, defendida por la ministra de Salud, Ximena Aguilera, no es "patrimonio ideológico ni de izquierda ni de derecha", sino el resultado de cuatro proyectos refundidos que buscan responder a una demanda social por autonomÃa.
El diseño propuesto es meticuloso y busca establecer salvaguardas claras:
La aceleración del proyecto ha intensificado la colisión de visiones que subyace al debate. Por un lado, se encuentran quienes defienden la eutanasia como la última expresión de la dignidad humana.
Desde la bioética, la académica SofÃa Salas Ibarra argumenta que, incluso con acceso a excelentes cuidados paliativos, existen pacientes para quienes la vida se vuelve "insufrible". Para ellos, una ley bien regulada no es el "descarte de los vulnerables", sino "la única alternativa posible para que esa persona tenga una vida digna hasta el final". Esta perspectiva sitúa la autonomÃa de una persona competente y bien informada como el pilar de la decisión.
En la vereda opuesta, se alzan voces que apelan a la sacralidad de la vida. A principios de junio, el Papa León XIV, en un mensaje que resonó en los sectores más conservadores del paÃs, criticó a quienes invocan "la libertad no para dar vida, sino para quitarla". Esta postura, anclada en una profunda convicción religiosa, entiende el matrimonio entre hombre y mujer como el "modelo del verdadero amor" y la vida como un don que no puede ser interrumpido por voluntad humana.
El avance de la eutanasia no ocurre en un vacÃo. CrÃticos como la abogada y académica Marisol Peña, del Centro de Justicia Constitucional de la UDD, advierten sobre una posible estrategia más amplia. Peña conecta esta discusión con la reciente publicación del reglamento que regula la objeción de conciencia en la ley de aborto en tres causales.
Según su análisis, al endurecer las condiciones para la objeción de conciencia y presentarla como una "excepción a la regla general", se estarÃa preparando el terreno para normalizar el aborto y, por extensión, la eutanasia. Esta perspectiva genera una disonancia constructiva: ¿estamos ante la simple expansión de libertades individuales o frente a un reordenamiento ideológico que busca cambiar la comprensión fundamental del derecho a la vida en la legislación chilena?
El debate, por tanto, ha trascendido la eutanasia misma. Se ha convertido en un campo de batalla sobre el rol del Estado, los lÃmites de la libertad personal y la influencia de las convicciones morales y religiosas en la ley. Mientras el proyecto sigue su curso en el Senado, con audiencias de expertos y un intenso lobby de parte de todos los sectores, una cosa es clara: la decisión final no solo establecerá un nuevo procedimiento médico, sino que también dejará una marca indeleble en la definición de lo que Chile entiende por dignidad.