Algo se quebró en el universo MAGA a principios de julio. No fue una derrota electoral ni una ley demócrata. Fue un memorando de dos páginas del propio Departamento de Justicia de Donald Trump. El documento concluía que el financiero Jeffrey Epstein se suicidó y que la famosa "lista de clientes" —un pilar de la mitología del movimiento— nunca existió. Para la base de Trump, que esperaba una revelación apocalíptica contra el "Estado profundo", la noticia fue una traición. La reacción no fue de decepción, sino de furia. Y por primera vez, esa furia se dirigió hacia adentro.
Figuras como Steve Bannon, Tucker Carlson y Laura Loomer, arquitectos y amplificadores de la narrativa MAGA, acusaron abiertamente a la fiscal general Pam Bondi, y por extensión a Trump, de un encubrimiento. En redes sociales, los seguidores que habían defendido a Trump incondicionalmente ahora lo cuestionaban. El rey que prometió destruir el castillo ahora parecía estar protegiendo sus muros. Esta no es una simple disputa política; es la primera gran crisis de fe del trumpismo, un movimiento construido sobre la lealtad absoluta a su líder y la desconfianza total en las instituciones, incluso cuando esas instituciones son las suyas.
El intento inicial de Trump de calmar a sus "chicos y chicas" en Truth Social, defendiendo a Bondi y calificando el caso Epstein como una distracción demócrata, solo echó más leña al fuego. La publicación de nuevas fotos y videos que mostraban una relación más cercana entre Trump y Epstein, incluyendo la presencia del financiero en su boda de 1993, y la demanda de Trump contra el Wall Street Journal por una carta comprometedora, arrinconaron al presidente. Atrapado entre la realidad que su propio gobierno certificaba y la mitología que él mismo había alimentado, Trump activó su manual de supervivencia. No intentó convencer a sus seguidores de la nueva verdad; les ofreció un enemigo más grande y familiar.
El futuro más probable es que el pivote de Trump funcione. La estrategia es simple y probada: reemplazar una conspiración inconveniente con una más útil. La ofensiva contra Barack Obama, acusándolo de traición por la trama rusa de 2016 y difundiendo videos falsos generados por IA, no es una mera distracción. Es una transferencia de energía. La ira de la base MAGA es un torrente poderoso pero sin dirección; Trump es el único capaz de canalizarla.
En este escenario, la base, aunque momentáneamente confundida, elige seguir al líder en lugar de a la idea. El enemigo (Obama, los demócratas, el "Estado profundo" original) es conocido, odiado y más fácil de procesar que la decepcionante verdad sobre el caso Epstein. La lealtad a Trump demuestra ser más fuerte que la lealtad a una teoría específica.
Consecuencias a mediano plazo (1-2 años):
- El caso Epstein se convierte en una nota a pie de página, una "prueba de fe" que el movimiento superó. La disonancia cognitiva se resuelve culpando a los demócratas de haber "creado" la controversia.
- El movimiento MAGA se reunifica y re-energiza, ahora con un foco renovado en la persecución de los responsables de la "trama rusa".
- Trump consolida su poder, demostrando que puede guiar a su base incluso en contra de sus creencias más arraigadas. Su figura se vuelve aún más central.
Una alternativa es que la herida no cicatrice. El cierre del caso Epstein no es un tema secundario; para muchos, era la justificación central de la lucha de Trump. La traición percibida es demasiado profunda para ser olvidada con una nueva cortina de humo.
En este futuro, un segmento significativo de la base, quizás entre un 10% y un 15%, se desilusiona permanentemente. No se vuelven demócratas, pero sí se convierten en "puristas MAGA". Consideran que Trump fue cooptado por el "pantano" que prometió drenar. Influencers como Bannon o figuras emergentes podrían capitalizar este descontento, creando una facción disidente dentro del movimiento de derecha.
Consecuencias a mediano y largo plazo (2-4 años):
- Debilitamiento electoral: Esta facción podría no votar en las elecciones de medio término de 2026 o apoyar a candidatos rivales en las primarias republicanas, costándole a Trump escaños clave y debilitando su control sobre el partido.
- Surgimiento de un rival: El descontento crea un espacio para un nuevo actor político. Alguien como Elon Musk, con su nuevo "America Party" y su constante antagonismo hacia Trump en este tema, podría atraer a estos votantes desilusionados.
- Guerra civil interna: La energía del movimiento se gastaría en luchas internas entre los leales a Trump y los "puristas", fragmentando el poder de la derecha estadounidense.
El camino hacia uno de estos futuros no está decidido. Dependerá de varios factores clave:
En última instancia, esta crisis revela la naturaleza del poder de Trump. ¿Se basa en cumplir promesas específicas o en una conexión carismática que trasciende los hechos? La respuesta determinará si el movimiento que construyó puede sobrevivir a la colisión con una realidad que él mismo ya no puede controlar.