Hace poco más de dos meses, la reelección con mayoría absoluta del Partido Laborista de Anthony Albanese en Australia fue registrada en Chile como un evento internacional más, seguido de un protocolar saludo del canciller Alberto van Klaveren. Hoy, ese gesto diplomático se ha materializado en una alianza estratégica con consecuencias concretas: la firma de un acuerdo con Google para construir el cable submarino Humboldt, un proyecto de 14.000 kilómetros que unirá Valparaíso con Sídney. Lo que comenzó como una declaración de "valores compartidos" es ahora una sociedad de inversión 50-50 entre el Estado chileno y un gigante tecnológico, redefiniendo el rol de Chile como un potencial hub digital del hemisferio sur.
La secuencia de los hechos revela una aceleración notable en las relaciones bilaterales.
El proyecto del cable Humboldt no es nuevo, pero su concreción bajo este modelo de asociación público-privada invita a una reflexión más profunda. ¿Habría avanzado con la misma celeridad y en los mismos términos bajo una administración australiana distinta? Fuentes diplomáticas y analistas económicos sugieren que la alineación política fue un facilitador clave.
La victoria laborista no solo garantizó un interlocutor con una visión del mundo similar a la del gobierno chileno, sino que también generó un ambiente propicio para una colaboración estatal directa. Esto contrasta con modelos donde el Estado actúa meramente como regulador. Aquí, el Estado chileno es socio, una decisión que implica un riesgo y una apuesta estratégica compartida, probablemente más fácil de justificar y negociar entre administraciones que comparten una visión sobre el rol del Estado en proyectos de infraestructura crítica.
El cable Humboldt es la pieza más visible, pero no la única, de este renovado eje estratégico. La V Ronda de Consultas Políticas, celebrada a mediados de julio, amplió el campo de cooperación a áreas igualmente estratégicas:
El arco narrativo está completo pero no cerrado. Una elección en Canberra, que parecía distante, activó una cadena de decisiones que están reconfigurando la posición de Chile en la cuenca del Pacífico. La relación bilateral, que en 2025 cumplirá 80 años, ha entrado en una nueva fase, pasando de la amistad histórica a una alianza estratégica con proyectos tangibles y una agenda de futuro compartida. El debate ya no es si la conexión con Australia es importante, sino cuán rápido y profundo será el impacto de este nuevo eje en el desarrollo económico y la política exterior de Chile en las próximas décadas.