Chile elige un bando: La neutralidad se vuelve imposible en un mundo fracturado

Chile elige un bando: La neutralidad se vuelve imposible en un mundo fracturado
2025-07-31

- La tradicional política exterior pragmática de Chile ha terminado, forzada por la creciente rivalidad entre Estados Unidos y el bloque BRICS+.

- La asistencia a la cumbre BRICS y las tensiones con Washington marcan un punto de inflexión, empujando al país a una lealtad que genera costos económicos y políticos, sin importar la elección.

- El futuro de Chile se definirá por su alineamiento geopolítico, con dos escenarios probables: una dependencia riesgosa de China o una subordinación estratégica a Estados Unidos, ambos con altas consecuencias.

La política exterior chilena, históricamente definida por su pragmatismo y su capacidad para navegar entre potencias, enfrenta un punto de quiebre. La asistencia del Presidente Gabriel Boric a la cumbre de los BRICS en Brasil no fue una simple visita diplomática. Fue una señal en un tablero global que ya no permite la ambigüedad. La respuesta de Washington, con la amenaza de aranceles por parte del Presidente Donald Trump, confirmó que la era de la neutralidad estratégica ha terminado. Chile está siendo forzado a elegir un bando, y cualquier camino que tome tendrá un costo.

Fase 1: El fin de la ambigüedad (Presente - 2026)

El actual escenario no surgió de la nada. Las advertencias del senador estadounidense Jim Risch en junio sobre la postura de Chile en el conflicto de Medio Oriente fueron el preludio. La posterior decisión de asistir a la cumbre BRICS, un bloque que incluye a rivales estratégicos de Estados Unidos como China y Rusia, fue interpretada en Washington no como un acto de multilateralismo, sino como un gesto de alineamiento.

Internamente, la decisión fracturó el debate. Mientras el oficialismo defendió la soberanía diplomática, la oposición, liderada por la UDI, advirtió sobre los peligros de asociarse con regímenes autoritarios y poner en riesgo la relación con su principal socio estratégico y comercial. La amenaza de Trump de imponer un arancel del 10% a los países que se acerquen a los BRICS materializó esos temores.

Este período se define por la pérdida de la capacidad de maniobra. Las acciones del gobierno chileno, intencionadas o no, ya han provocado una reacción en cadena. El principal factor de incertidumbre es si la próxima administración intentará revertir este curso, una tarea que se antoja cada vez más difícil y costosa.

Fase 2: La bifurcación económica (2026 - 2030)

Las consecuencias de este alineamiento forzado se manifestarán de manera concreta en la economía. Dos futuros probables se perfilan, y ninguno es ideal.

Escenario A: Profundización de la órbita BRICS+. Si Chile mantiene o profundiza su acercamiento al bloque, es probable que Estados Unidos aplique sanciones económicas, ya sean aranceles generalizados o barreras selectivas a productos sensibles como la fruta, el vino o los servicios tecnológicos. Para compensar, Chile buscaría refugio en los mercados de los BRICS, principalmente China. El Nuevo Banco de Desarrollo del bloque podría ofrecer financiamiento para infraestructura, pero a cambio de una mayor dependencia de las materias primas. La influencia de China en sectores estratégicos como la energía y las telecomunicaciones se consolidaría, pero la promesa de diversificación económica quedaría truncada. Chile se convertiría en un proveedor seguro de recursos para el gigante asiático, pero con menor autonomía.

Escenario B: Intento de retorno a Occidente. Un futuro gobierno podría intentar reconstruir los puentes con Estados Unidos. Esto requeriría gestos inequívocos: distanciarse de los BRICS, condenar explícitamente las acciones de Rusia o China en el escenario mundial y reforzar los lazos de seguridad con Washington. Este giro no sería gratuito. China, el principal comprador de cobre chileno, podría ejercer represalias sutiles pero efectivas, como barreras no arancelarias o la priorización de otros proveedores. Chile se encontraría en una posición de vulnerabilidad, presionado a demostrar lealtad a un Occidente que también exige condiciones. La relación con Estados Unidos se volvería más asimétrica, centrada en la seguridad y la contención de la influencia china en la región.

Fase 3: Una nueva identidad forzada (2030 en adelante)

A largo plazo, la política exterior pragmática que caracterizó a Chile desde el retorno a la democracia será un recuerdo. La identidad internacional del país ya no se basará en su apertura comercial universal, sino en el bloque al que pertenece. El debate político interno se verá permanentemente contaminado por esta lealtad geopolítica, con cada facción acusando a la otra de servir a intereses extranjeros.

El futuro más plausible para Chile no es el de un socio estratégico de uno de los bloques, sino el de un actor subordinado y permanentemente tensionado. Intentará caminar por una cuerda floja que ya no existe, recibiendo presiones y castigos de ambos lados por su falta de compromiso total. La principal víctima de esta nueva era no será una relación bilateral específica, sino la autonomía de Chile para definir su propio camino en el mundo.

Este tema aborda un cambio estructural en el orden geopolítico global, trascendiendo la noticia inmediata para analizar las implicaciones a largo plazo para una nación de tamaño medio. La narrativa ha madurado, pasando de ser un concepto abstracto a un debate político interno tangible, con consecuencias visibles en la diplomacia y la política nacional. Permite explorar escenarios futuros sobre la autonomía estratégica, las alianzas económicas y la identidad internacional del país en un mundo crecientemente multipolar, fomentando una reflexión crítica sobre el lugar de la nación en el nuevo tablero mundial.