El fin de la inocencia: Cómo el Frente Amplio perdió el relato y el poder en 30 días

El fin de la inocencia: Cómo el Frente Amplio perdió el relato y el poder en 30 días
2025-07-31
  • Un resultado de 9% en primarias no fue solo una derrota electoral, sino el colapso simbólico de un proyecto generacional que se definía en oposición a la política tradicional.
  • Una estrategia de campaña confrontacional, centrada en una franja televisiva que atacó a sus propios aliados, provocó una fractura interna y no logró movilizar a su base electoral.
  • La victoria del Partido Comunista y el segundo lugar del Socialismo Democrático reconfiguran el mapa de poder en la izquierda, relegando al partido de gobierno a un rol secundario y forzándolo a una profunda crisis de identidad.

A más de un mes de las primarias presidenciales del oficialismo, el eco de la derrota todavía resuena en la sede del Frente Amplio (FA). El 29 de junio no solo se definió que Jeannette Jara (PC) sería la candidata única del sector, sino que se constató el desplome del partido del Presidente Gabriel Boric, cuya carta, el diputado Gonzalo Winter, obtuvo un exiguo 9% de los votos. Este resultado no es una simple anécdota electoral; es el epílogo de una campaña que, en su intento por reafirmar una identidad, terminó por dinamitar su propio relato y exponer las contradicciones de un proyecto que llegó al poder prometiendo cambiarlo todo.

Crónica de un tropiezo anunciado: la estrategia de la confrontación

La campaña de Gonzalo Winter comenzó el 30 de mayo con un optimismo calculado. Bajo el lema "Hoy empieza algo grande", el diputado se posicionó como el heredero natural del proyecto transformador del 2021, con propuestas como una empresa pública de construcción y un banco de suelos. El discurso inicial buscaba marcar un contraste claro: enfrentar a la derecha "sin nostalgia del pasado", un dardo directo a sus socios de coalición del Socialismo Democrático.

Sin embargo, la estrategia de diferenciación se convirtió en un bumerán con el estreno de su franja televisiva el 13 de junio. En una pieza audiovisual que buscaba ilustrar un Chile "cruel, desigual e injusto", el equipo de campaña —liderado por figuras cercanas al Presidente como Felipe Valenzuela— incluyó imágenes de personeros de la ex-Concertación, como Jorge Correa Sutil (ex-DC) y Patricio Tombolini (PR), junto a las de Augusto Pinochet. La intención, según explicaría más tarde el guionista Simón Soto, era mostrar "las formas más anquilosadas" de esa centroizquierda.

La reacción fue inmediata y demoledora. Correa Sutil se declaró "bastante perplejo", mientras que Tombolini, quien fue absuelto de las acusaciones que lo llevaron a la palestra mediática hace dos décadas, amenazó con acciones legales. La candidata del Socialismo Democrático, Carolina Tohá, calificó la pieza como una "caricatura grotesca y lamentable". El Frente Amplio, que gobierna en alianza con los aludidos, se vio envuelto en una guerra civil en plena campaña.

La defensa de Winter fue errática. Primero afirmó no haber reconocido a Tombolini en las imágenes, para luego sostener que "no hubo una decisión política" de incluirlo, a pesar de haber aprobado personalmente la franja. Finalmente, presionado por la crisis, el comando retiró las imágenes. Para entonces, el daño ya estaba hecho. La campaña dejó de hablarle al país y pasó a defenderse de sus propios socios. Como resumió un dirigente DC, la estrategia recordaba los años en que el FA "irrumpió a codazos en la política".

El veredicto de las urnas: de fuerza hegemónica a tercera opción

El resultado del 29 de junio fue categórico. Con apenas 123 mil votos, Gonzalo Winter quedó en un lejano tercer lugar, detrás de Carolina Tohá y de la ganadora, Jeannette Jara. El partido más grande del oficialismo, el del Presidente de la República, no solo perdía la primaria, sino que retrocedía a su posición original: la de tercera fuerza de la izquierda, superado por el Partido Comunista y el Socialismo Democrático.

El análisis posterior reveló que el voto joven y progresista, que el FA consideraba su base, migró tácticamente hacia Jara, viéndola como la opción más competitiva para liderar el sector. La campaña de Winter, enfrascada en una disputa con el pasado, no logró generar una épica de futuro. Como reconoció la propia presidenta del FA, Constanza Martínez, en una carta a la militancia, la campaña tuvo "una posición ambigua y a momentos contradictoria", posicionándose desde una "crítica al poder (...) que no se condice con el rol que hoy ejercemos desde el gobierno".

La autopsia de un relato: entre la inocencia y la autocrítica

La derrota desató una catarsis interna que sigue en curso. En los días posteriores, las recriminaciones apuntaron al hermetismo del comando y a una estrategia que, en palabras del exconstitucionalista Fernando Atria, "careció de contenido político". La ministra Antonia Orellana (FA) fue una de las primeras en hablar públicamente de "fracaso", admitiendo que "los resultados fueron bastante peores de lo esperado".

El debate interno expuso una tensión no resuelta en el corazón del frenteamplismo. El proyecto nació de una crítica radical a la "política de los 30 años", pero la experiencia de gobernar los obligó a pactar y administrar el poder junto a esa misma generación. La campaña de Winter intentó revivir ese impulso fundacional, esa "superioridad moral" que, según críticos como el historiador Alfredo Jocelyn-Holt, ha sido su principal falacia. El resultado fue un cortocircuito: no se puede ser gobierno y oposición al mismo tiempo.

El intelectual Daniel Mansuy, en su libro Los inocentes al poder, ya había diagnosticado esta condición: un movimiento que se define por su pureza y su rechazo a un mundo "contaminado", pero que se ve forzado a transar con él. La primaria de 2025 fue el momento en que esa contradicción se hizo insostenible.

El futuro del Frente Amplio es hoy una incógnita. Tras la derrota, la colectividad se cuadró rápidamente con la candidatura de Jeannette Jara, llamando a la unidad del progresismo y a una lista parlamentaria única. Sin embargo, el golpe a su identidad es profundo. La "generación prometida" enfrenta la disyuntiva de reinventarse, asumiendo con pragmatismo su nuevo rol en una izquierda reconfigurada, o arriesgarse a la irrelevancia. La inocencia, como quedó claro el 29 de junio, se ha terminado.

La historia documenta la rápida erosión de un proyecto político que ascendió al poder con una fuerte identidad generacional. Analiza cómo una controvertida estrategia de campaña puede generar un efecto adverso, revelando fracturas internas dentro de una coalición gobernante. Las consecuencias del evento —un cambio en el equilibrio de poder dentro de la izquierda y una reevaluación forzada de su narrativa fundacional— ofrecen un caso de estudio convincente sobre el ciclo de vida de los movimientos políticos y la tensión entre la pureza ideológica y el pragmatismo electoral.

Fuentes