A fines de julio de 2025, la tensión que mantuvo en vilo al sector de las telecomunicaciones chileno durante meses llegó a su fin. La Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) y WOM alcanzaron un acuerdo que, en la práctica, salvó a la compañía de una sanción millonaria y de un posible colapso. Tras meses de incertidumbre por el incumplimiento en el despliegue de su red 5G, cuyo plazo original venció en octubre de 2023, el Estado optó por la flexibilidad: en lugar de ejecutar la boleta de garantía completa por US$50 millones, aceptó un pago parcial cercano a los US$7,5 millones —proporcional al 16% del proyecto pendiente— y otorgó un nuevo plazo hasta fines de 2026.
La resolución, presentada como una "transacción" donde ambas partes ceden, cierra un capítulo crítico, pero abre un debate de fondo sobre la credibilidad regulatoria de Chile y la naturaleza de los contratos estratégicos entre el sector público y el privado. ¿Fue una decisión pragmática para salvar la competencia en el mercado o una señal de debilidad que podría erosionar la seriedad de futuras licitaciones?
Para entender el acuerdo, es necesario retroceder. En 2021, WOM se adjudicó una de las concesiones para desplegar la red 5G, un proyecto pilar para la modernización digital del país. El contrato era claro: el despliegue debía estar completo en octubre de 2023, y una boleta de garantía de US$50 millones aseguraba su fiel cumplimiento. Sin embargo, WOM, enfrentando una compleja reorganización financiera bajo el Capítulo 11 en Estados Unidos, no cumplió.
El Estado, a través de la Subtel, se enfrentó a un dilema. Por un lado, tenía el deber de ejecutar la garantía. Las bases del concurso, según respuestas oficiales del proceso, estipulaban que el cobro sería total en caso de incumplimiento, descartando la proporcionalidad. Abogados como Ricardo Eberle y Jorge Muñoz argumentaron en su momento que no ejecutarla sentaría un mal precedente, incentivando "ofertas menos serias" en el futuro y comprometiendo el interés público.
Por otro lado, estaba el principio de proporcionalidad del derecho administrativo, que sugiere que la sanción debe ser acorde al daño causado. Más importante aún, existía un temor real en el gobierno: ejecutar la garantía completa podría haber empujado a WOM a la insolvencia, eliminando a un competidor clave en un mercado ya concentrado y dejando el proyecto 5G en el limbo. Fuentes de la negociación fueron explícitas: "WOM no quiere quebrar y el Estado no se quiere quedar sin operador".
La decisión final de negociar revela las tensiones subyacentes en el modelo de desarrollo chileno.
El acuerdo ha dejado consecuencias tangibles y un legado de preguntas:
El tema, aunque resuelto en lo inmediato, no está cerrado. Ha evolucionado de una disputa contractual a un estudio de caso sobre la gestión del riesgo en las alianzas público-privadas. La lección para Chile es clara: la resiliencia de su infraestructura estratégica depende no solo de contratos robustos, sino también de un ecosistema regulatorio y de mercado que sea predecible, sostenible y capaz de equilibrar la disciplina con el pragmatismo sin sacrificar la confianza a largo plazo.