A más de dos meses del fatal accidente que costó la vida al futbolista portugués Diogo Jota y a su hermano André Silva, la narrativa inicial de una tragedia causada por la imprudencia ha comenzado a desmoronarse. Lo que fue presentado como un caso cerrado de exceso de velocidad en una carretera española, hoy es un campo de batalla entre la versión oficial de la Guardia Civil y los testimonios directos de quienes presenciaron los momentos previos al siniestro. El paso del tiempo ha permitido que la historia madure, revelando fisuras en el relato inicial y abriendo un debate más profundo sobre la construcción de la verdad pública.
En la madrugada del 3 de julio de 2025, el mundo del fútbol se conmocionó. El Lamborghini Huracán en el que viajaban los hermanos se salió de la autovía A-52, en Zamora, España, incendiándose casi por completo. La primera información, difundida por la Guardia Civil y replicada masivamente por medios internacionales como la BBC y El Mundo, apuntaba a una causa clara: el reventón de un neumático mientras el vehículo, conducido por Diogo Jota, realizaba un adelantamiento a una velocidad muy superior a los 120 km/h permitidos.
El informe preliminar de la Brigada de Tráfico de Zamora, basado en el análisis de las marcas de frenada en el asfalto, reforzó esta hipótesis. Se habló de un "exceso de velocidad elevado" como factor determinante. Esta versión construyó un relato coherente y fácil de asimilar: un joven deportista de élite, al volante de un superdeportivo, comete una imprudencia fatal. La narrativa se centró en el duelo, el funeral y el recuerdo de dos jóvenes promesas, dando por sentadas las causas del accidente.
Sin embargo, una semana después de la tragedia, comenzaron a surgir voces disonantes que rompieron el consenso. Dos camioneros portugueses, José Aleixo Duarte y José Azevedo, que transitaban por la misma carretera esa noche, ofrecieron una versión radicalmente distinta. Duarte, quien grabó el vehículo en llamas minutos después del impacto, y Azevedo, quien fue adelantado por los hermanos poco antes, coincidieron en un punto crucial: el Lamborghini no iba a exceso de velocidad.
"Me adelantaron con total tranquilidad, sin exceso de velocidad. Iban súper tranquilos", declaró Azevedo en un video que se viralizó, y que fue recogido por medios como La Tercera. Ambos conductores, acostumbrados a esa ruta, desviaron el foco hacia otro posible culpable: el estado de la carretera. "Conduzco por esta carretera todos los días (...) y sé que no sirve para nada. Es oscura", sentenció Azevedo. Este testimonio no solo exculpaba al conductor de la principal acusación, sino que introducía una variable incómoda: la posible responsabilidad de la infraestructura vial.
Con dos relatos en abierta contradicción, el caso Diogo Jota se transformó en un puzle con piezas que no encajan.
El caso sigue abierto y bajo investigación judicial. La certeza inicial se ha disuelto en un mar de dudas. La muerte de Diogo Jota y André Silva ya no es solo el relato de un trágico accidente, sino un espejo que nos obliga a cuestionar cómo se construye la verdad, la fiabilidad de las versiones oficiales y el poder de una voz ciudadana para desafiar una narrativa establecida. La respuesta definitiva aún está por escribirse.