La primaria reescribió el mapa de la izquierda chilena: Jeannette Jara es la nueva líder, el Socialismo Democrático busca su identidad

La primaria reescribió el mapa de la izquierda chilena: Jeannette Jara es la nueva líder, el Socialismo Democrático busca su identidad
2025-08-01
  • Jeannette Jara ganó no solo con la base del Partido Comunista, sino capturando el descontento y las aspiraciones de un electorado más amplio, incluyendo a votantes del Frente Amplio.
  • La derrota de Carolina Tohá significa más que un fracaso de campaña; marca el agotamiento electoral del proyecto del Socialismo Democrático y su anclaje en la era de la Concertación.
  • La baja participación y el posterior realineamiento revelan una izquierda fragmentada que ahora enfrenta el desafío de construir un proyecto unitario para la elección presidencial de noviembre.

A más de un mes de la primaria del 29 de junio, el terremoto político que sacudió al oficialismo ha decantado. Las réplicas han cesado y el nuevo paisaje es nítido: la contundente victoria de Jeannette Jara no fue solo un resultado electoral, fue la reconfiguración del poder, la identidad y el futuro de la izquierda chilena. Lo que comenzó como una contienda para definir un candidato presidencial, terminó siendo un plebiscito sobre dos almas del progresismo. Y una de ellas se impuso de manera categórica.

La anatomía de una victoria: El “efecto Jara”

Para entender el triunfo de la exministra del Trabajo es necesario mirar más allá de la maquinaria del Partido Comunista. Si bien la militancia del PC demostró una capacidad de movilización superior a la de sus socios de coalición —logrando un promedio de 15 votos por militante, según análisis de Faro UDD—, los 825 mil sufragios que obtuvo Jara superaron con creces los 693 mil de Daniel Jadue en 2021. La candidata ganó en el 98% de las comunas, incluyendo territorios donde el PC no es hegemónico. ¿La clave? Un liderazgo personal que trascendió las fronteras partidarias.

La campaña de Jara se construyó sobre atributos de cercanía y empatía, un relato de origen popular —“desde Conchalí a La Moneda”— y un discurso centrado en soluciones a problemas cotidianos como las pensiones, la salud y el costo de la vida. A diferencia de la retórica más confrontacional de Jadue cuatro años antes, Jara proyectó una imagen de diálogo y pragmatismo, personificada en logros concretos de su gestión ministerial, como la ley de 40 horas.

“Ella tiene un perfil radicalmente distinto”, señaló Paulina Valenzuela, de Datavoz, apuntando a que su liderazgo conectó con un electorado más joven y femenino, incluyendo a una parte importante de la base del Frente Amplio, que vio en ella una opción más viable y creíble que su propio candidato.

El colapso de una era: La implosión del Socialismo Democrático

En la otra vereda, la derrota de Carolina Tohá fue el espejo del triunfo de Jara. Con un 28% de los votos, la carta del Socialismo Democrático (PS, PPD, PR, PL) no solo perdió la primaria, sino que evidenció la crisis de un proyecto político. La campaña, liderada por figuras con lazos en la ex Concertación, apostó por la experiencia, la moderación y la capacidad de gestión como sus principales activos. Sin embargo, en el contexto de una primaria de izquierda, este relato fue percibido como defensivo y anclado en el pasado.

Las recriminaciones internas no tardaron en llegar. En el PPD y el PS se cuestionó una estrategia que parecía diseñada para una primera vuelta general y no para movilizar a un electorado progresista. “El problema es más profundo y tiene que ver con la forma en cómo el Socialismo Democrático está analizando y pensando en Chile”, admitió el senador Pedro Araya (PPD), mientras otros dirigentes apuntaban a una desconexión con las nuevas demandas ciudadanas. La herencia de los “30 años”, que la campaña de Tohá intentó reivindicar, se convirtió en un lastre que la alejó del votante que buscaba un cambio más profundo.

Las fracturas expuestas: De la franja a la unidad forzada

La campaña no estuvo exenta de tensiones que revelaron las fisuras ideológicas del oficialismo. El episodio más emblemático fue la franja televisiva de Gonzalo Winter (Frente Amplio), que criticaba las políticas de la Concertación, mostrando imágenes de figuras como Jorge Correa Sutil y Patricio Tombolini. La reacción airada del Socialismo Democrático no fue solo por un spot; fue la manifestación de un debate no resuelto sobre el legado de la transición.

Los debates presidenciales agudizaron estas diferencias. Los cruces entre Tohá y Jara sobre seguridad, o entre Tohá y Winter sobre el modelo económico, demostraron que la coalición de gobierno alberga al menos dos proyectos distintos. La fotografía de unidad en el comando de Jara la noche del triunfo, con Tohá y Winter a su lado, fue un gesto políticamente necesario, pero que no oculta las cicatrices de una contienda que fue, en esencia, una disputa por el alma de la izquierda.

La ambigua posición de la Democracia Cristiana, que apoyó a Tohá pero cuya directiva, en voz de Alberto Undurraga, declaró después que “no se puede apoyar una candidatura del PC”, es la consecuencia más clara de esta fractura. La idea de una gran alianza de centroizquierda se ve hoy más lejana que antes de la primaria.

El nuevo mapa político: Desafíos y un futuro incierto

Con la victoria de Jara, el tablero presidencial se reordenó por completo. La encuesta Cadem del 14 de julio mostró un alza de la candidata comunista al 29% de las preferencias, posicionándola en un escenario competitivo de segunda vuelta contra José Antonio Kast (27%), mientras Evelyn Matthei sufría una caída de 9 puntos. La primaria, a pesar de su baja participación (cerca del 9% del padrón), tuvo un impacto real en la percepción pública.

Ahora, el camino de Jeannette Jara hacia noviembre está lleno de desafíos. El primero es consolidar la unidad de una coalición con heridas abiertas, integrando al Socialismo Democrático en la construcción de un programa de gobierno que equilibre las demandas de cambio con la necesidad de gobernabilidad. El segundo es ampliar su base electoral hacia el centro político, un electorado que históricamente ha mostrado reticencia hacia el Partido Comunista y que no participó en la primaria. Su capacidad para esquivar el “anticomunismo”, como lo describió el analista Javier Sajuria, será crucial.

La primaria del 29 de junio es un capítulo cerrado, pero sus consecuencias siguen abiertas. Develó una izquierda donde el eje se ha desplazado, donde la nostalgia no moviliza y donde un nuevo liderazgo, femenino y de origen popular, ha demostrado tener una conexión más profunda con las aspiraciones de su sector. El resultado no garantiza una victoria en noviembre, pero sí asegura que la conversación sobre el futuro de Chile se hará desde un nuevo punto de partida.

El evento representa un punto de inflexión político, cuya sorpresiva resolución y consecuencias posteriores revelan profundas transformaciones en las alianzas de poder y en las corrientes ideológicas de un sector clave del espectro político. Su desarrollo, desde la campaña hasta el reordenamiento posterior, ofrece una narrativa completa que permite analizar no solo el resultado electoral, sino también las tensiones subyacentes, el estado del liderazgo y el sentir de un electorado en un momento de alta definición. La madurez temporal del evento permite ahora una evaluación con perspectiva de su impacto duradero en el ciclo político y la gobernabilidad futura.

Fuentes