Julio de 2025 no fue un mes más en el calendario tecnológico. Fue el período en que Meta, la matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp, ejecutó una serie de maniobras estratégicas que, vistas en perspectiva, revelan su consolidación no solo como un gigante corporativo, sino como una entidad con las características de un Estado digital. Con una economía propia robustecida por resultados financieros históricos, un plan de expansión territorial en el campo de la inteligencia artificial (IA) y una política exterior que desafía abiertamente la soberanía de bloques como la Unión Europea, la empresa de Mark Zuckerberg ha dejado de ser un simple actor de mercado para convertirse en una potencia geopolítica. Lo que sigue es la crónica de cómo el poder, el dinero y las reglas de la democracia cambiaron de manos en apenas 30 días.
A fines de julio, Meta presentó resultados que superaron todas las expectativas. Con ingresos de US$ 47.500 millones en el segundo trimestre y un beneficio que se disparó un 36% hasta los US$ 18.337 millones, la compañía demostró una salud financiera formidable. Lejos de ser una simple buena noticia para los accionistas —quienes respondieron elevando el valor de las acciones en un 10%—, esta inyección masiva de capital es el combustible para su proyecto más ambicioso: la dominación del ecosistema de la inteligencia artificial.
La empresa anunció un aumento en su gasto de capital (capex) para 2025 a un rango de entre US$ 66.000 y US$ 72.000 millones, con proyecciones de un crecimiento similar para 2026, lo que podría llevar la cifra a cerca de los US$ 100.000 millones. Este nivel de inversión en infraestructura —principalmente centros de datos y capacidad de cómputo— es comparable al presupuesto de defensa o infraestructura de muchas naciones. Mark Zuckerberg enmarcó esta ofensiva en una visión de futuro: desarrollar "superinteligencias personales" que ayuden a los usuarios a "ser las personas que aspiran a ser". Sin embargo, detrás de esta narrativa de empoderamiento individual se esconde una estrategia de concentración de poder sin parangón.
El músculo financiero de Meta se tradujo en una campaña de expansión agresiva durante julio. La compañía concretó la adquisición de la startup PlayAI, especializada en generación de voces humanas sintéticas, y realizó una inversión estratégica de US$ 14.000 millones por el 49% de ScaleAI, una de las firmas más relevantes en el etiquetado de datos para entrenar modelos de IA. La operación incluyó el fichaje de su CEO, Alexandr Wang, para dirigir la nueva división de superinteligencia de Meta.
A esto se sumaron contrataciones de alto perfil, como la de Ruoming Pang, exdirectivo de IA de Apple, y Shengjia Zhao, un investigador clave de OpenAI. La estrategia es clara: no solo desarrollar tecnología, sino adquirir el talento, las empresas y la infraestructura que definen el campo de juego. Este avance se complementó con una inversión de US$ 3.000 millones en EssilorLuxottica, fabricante de Ray-Ban, para asegurar su dominio en el hardware de dispositivos wearables con IA, como las gafas inteligentes. Meta no está compitiendo en la carrera de la IA; está intentando comprar la pista completa.
El movimiento más audaz de Meta ocurrió en el plano político. El 25 de julio, la compañía anunció que suspendería la publicidad de carácter político, electoral y social en la Unión Europea a partir de octubre. La decisión es una respuesta directa al nuevo Reglamento sobre Transparencia y Orientación de la Publicidad Política (TTPA) del bloque, que busca evitar la manipulación y la injerencia extranjera en los procesos democráticos.
Meta calificó la regulación de "exceso" que genera "inseguridad jurídica". Más que una decisión comercial, es un acto político de enormes consecuencias. Al retirarse de este mercado, la empresa no solo evade una ley que no le favorece, sino que también altera el ecosistema del debate público, limitando la capacidad de actores políticos y sociales para llegar a los ciudadanos a través de sus plataformas. Este choque frontal con la UE, que ya investiga a Meta por la propagación de desinformación bajo la Ley de Servicios Digitales (DSA), plantea una pregunta fundamental: ¿quién tiene la última palabra sobre las reglas del juego democrático en la era digital, los Estados soberanos o las corporaciones tecnológicas?
Mientras la cúpula de Meta movía sus fichas en el tablero global, sus miles de millones de usuarios enfrentaban sus propias disyuntivas. Durante julio, circuló una cadena de mensajes que generó confusión sobre la privacidad en WhatsApp y el uso de datos para entrenar la IA de Meta. Aunque la compañía aclaró que los mensajes personales cifrados no se utilizan para este fin, el simple hecho de que la IA de Meta sea una presencia opcional pero ineludible en la aplicación generó recelo.
Este episodio ilustra la tensión central del nuevo Estado Digital: ofrece servicios y herramientas de "superinteligencia" que prometen mejorar la vida de sus "ciudadanos", pero a cambio, estos deben navegar en un entorno donde las fronteras entre lo privado y lo corporativo son cada vez más difusas. La confianza se convierte en un recurso tan valioso como los datos, y es uno que Meta gestiona con un equilibrio precario.
Los eventos de julio de 2025 no son un capítulo cerrado. Marcan el inicio de una nueva etapa en la que el poder de Meta ha trascendido la esfera económica para operar en la geopolítica. La compañía ha demostrado que posee los recursos para construir una infraestructura tecnológica a escala planetaria, la estrategia para dominar el recurso más valioso del siglo XXI —la inteligencia artificial— y la audacia para desafiar las leyes de las naciones.
El debate ya no es sobre si las redes sociales son buenas o malas, sino sobre cómo las sociedades democráticas coexisten con entidades que acumulan más poder económico y de influencia que muchos países. La pregunta que queda abierta, y que definirá las próximas décadas, es: cuando una corporación tiene su propia economía, su propio territorio digital y su propia política exterior, ¿qué define a un Estado y quién ejerce realmente el poder?