La condena de Uribe fractura a la derecha chilena: Cómo un fallo en Colombia se convirtió en el espejo de la disputa entre Kast y Matthei por el poder y la moderación

La condena de Uribe fractura a la derecha chilena: Cómo un fallo en Colombia se convirtió en el espejo de la disputa entre Kast y Matthei por el poder y la moderación
2025-08-01
  • La sentencia contra el expresidente colombiano Álvaro Uribe se ha convertido en un punto de quiebre en la carrera presidencial chilena.
  • José Antonio Kast y sus adherentes adoptan la tesis de la “guerra judicial” (lawfare), alineándose con la derecha dura continental, mientras Evelyn Matthei busca un complejo equilibrio.
  • El caso expone una lucha hegemónica en la derecha chilena: un modelo de confrontación versus uno de respeto institucional, con la gobernabilidad futura en juego.

Pregunta y Respuesta: Desentrañando el Impacto del Caso Uribe en Chile

Lo que comenzó hace más de una década como una denuncia en Colombia, culminó hace dos meses con una sentencia histórica: 12 años de prisión domiciliaria para el expresidente Álvaro Uribe Vélez por soborno a testigos y fraude procesal. Lejos de ser un capítulo cerrado de la política colombiana, el veredicto ha cruzado los Andes para instalarse de lleno en la carrera presidencial chilena. Más que una noticia internacional, el “caso Uribe” se ha transformado en un espejo que refleja y acelera la profunda fractura ideológica dentro de la derecha, obligando a sus dos principales figuras, José Antonio Kast y Evelyn Matthei, a tomar posiciones que definirán no solo sus campañas, sino el futuro de su sector.

1. ¿Qué sucedió exactamente en Colombia y por qué es relevante?

El 29 de julio de 2025, la jueza Sandra Heredia declaró a Álvaro Uribe, uno de los líderes más influyentes y polarizantes de América Latina, culpable de orquestar un plan para manipular exparamilitares presos. El objetivo era que cambiaran sus testimonios y acusaran falsamente al senador de izquierda Iván Cepeda, quien investigaba los vínculos de Uribe con grupos armados ilegales. Paradójicamente, el proceso se originó en 2012 por una denuncia del propio Uribe contra Cepeda, pero la investigación dio un vuelco y terminó con el expresidente en el banquillo.

La sentencia no solo representa la caída de un intocable, sino que activó dos narrativas irreconciliables. Para sus seguidores y aliados internacionales, como el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, se trata de un caso de “lawfare” o “guerra judicial”, una persecución política orquestada por “jueces radicales”. Para sus opositores, liderados por el presidente Gustavo Petro, es un triunfo de la justicia independiente que demuestra que nadie está por encima de la ley. Petro defendió enérgicamente la soberanía judicial de su país, instando a Estados Unidos a “no entrometerse”. Este choque de interpretaciones es el que ha sido importado directamente a la contienda chilena.

2. ¿Cómo ha reaccionado la derecha chilena y qué revela sobre su división?

La reacción no fue homogénea; fue un reflejo de la batalla por la hegemonía del sector.

  • La postura de José Antonio Kast y el Partido Republicano: De manera inmediata, Kast y sus principales voceros adoptaron la tesis del “lawfare”. Al hacerlo, no solo defienden a Uribe, sino que se alinean con un movimiento global de derechas (que incluye a figuras como Trump y Bolsonaro) que desconfía de las instituciones judiciales y las presenta como parte de un complot progresista. Esta narrativa busca consolidar una base electoral que se siente perseguida y que valora la lealtad ideológica por sobre el formalismo institucional. Para este sector, defender a Uribe es defender un modelo de mano dura y un liderazgo fuerte, sin importar los costos judiciales.
  • La encrucijada de Evelyn Matthei y Chile Vamos: La candidata de la UDI se encuentra en una posición mucho más compleja. Su coalición, Chile Vamos, aspira a representar una derecha de gobierno, dialogante y respetuosa de la institucionalidad. Apoyar sin matices la tesis del “lawfare” la acercaría a un radicalismo que podría costarle el voto de centro. Sin embargo, guardar silencio o validar el fallo la expondría a ser tildada de “tibia” por el electorado más duro, que comparte con los republicanos.

Esta tensión se agudizó con un conflicto paralelo: las propias acusaciones de Matthei sobre una “campaña asquerosa” en su contra, presuntamente orquestada desde las filas republicanas. Senadores de RN, como Francisco Chahuán, llegaron a preparar una denuncia por la difusión de videos alterados con inteligencia artificial para dañar la imagen de su candidata. Así, mientras Kast defiende a un líder condenado por manipulación, el comando de Matthei acusa a los adherentes de Kast de prácticas similares. La disonancia es total: ¿cómo se puede denunciar una “guerra sucia” en Chile y, al mismo tiempo, justificar las acciones por las que Uribe fue condenado en Colombia?

3. ¿Es solo una disputa electoral o hay algo más profundo en juego?

El caso Uribe ha servido como catalizador de un debate de fondo sobre el alma de la derecha chilena. Lo que está en disputa son dos modelos de proyecto político:

  • El modelo Republicano: Inspirado en el uribismo, se define por la confrontación, la polarización ideológica y la primacía de un liderazgo fuerte frente a las limitaciones institucionales. Considera a los adversarios políticos como enemigos y ve en la justicia un campo de batalla más de la guerra cultural.
  • El modelo Chile Vamos: Aunque con tensiones internas, busca mantener la tradición de una derecha que, si bien defiende el orden y la economía de mercado, opera dentro de las reglas de la democracia liberal y aspira a construir mayorías mediante acuerdos. Como señaló un parlamentario de Chile Vamos al Diario Financiero, no quieren repetir la historia de la Concertación, que fue “maltratada” y desplazada por un Frente Amplio más radical. Temen que, si Kast gana, su sector quede subordinado a una fuerza que no respeta los códigos tradicionales de la política.

4. ¿Cuál es el estado actual de este debate?

El tema está lejos de cerrarse. En Colombia, la defensa de Uribe apelará el fallo, manteniendo viva la controversia. En Chile, la condena ya es un hecho político consumado en la campaña. Ha obligado a los candidatos a transparentar sus posturas sobre la relación entre poder y justicia, y ha proporcionado a Matthei una herramienta inesperada para marcar diferencias con Kast, presentándolo como parte de una derecha intransigente y dispuesta a relativizar las normas democráticas.

El “fantasma de Uribe” seguirá recorriendo la política chilena en los próximos meses. No como una discusión sobre un expresidente extranjero, sino como una pregunta fundamental para los votantes de derecha: ¿qué tipo de liderazgo y qué relación con las instituciones quieren para gobernar Chile? La respuesta a esa pregunta definirá el resultado de la elección y el rostro de la derecha chilena para la próxima década.

La condena de una figura política de alcance continental representa un hito histórico cuyas consecuencias trascienden sus fronteras. El evento ha madurado lo suficiente para analizar no solo el veredicto en sí, sino también la ola de reacciones políticas y sociales que generó, revelando la profunda polarización ideológica de la región. La historia ofrece una narrativa completa —desde el largo proceso judicial hasta las repercusiones visibles— y encapsula debates contemporáneos cruciales sobre la instrumentalización de la justicia (lawfare), la memoria histórica y los límites del poder. El paso del tiempo permite examinar con profundidad cómo este suceso ha sido interpretado y utilizado en las contiendas políticas de otros países, ofreciendo un caso de estudio sobre la interconexión de las narrativas políticas en un mundo globalizado.