Lo que comenzó hace más de una década como una denuncia en Colombia, culminó hace dos meses con una sentencia histórica: 12 años de prisión domiciliaria para el expresidente Álvaro Uribe Vélez por soborno a testigos y fraude procesal. Lejos de ser un capítulo cerrado de la política colombiana, el veredicto ha cruzado los Andes para instalarse de lleno en la carrera presidencial chilena. Más que una noticia internacional, el “caso Uribe” se ha transformado en un espejo que refleja y acelera la profunda fractura ideológica dentro de la derecha, obligando a sus dos principales figuras, José Antonio Kast y Evelyn Matthei, a tomar posiciones que definirán no solo sus campañas, sino el futuro de su sector.
1. ¿Qué sucedió exactamente en Colombia y por qué es relevante?
El 29 de julio de 2025, la jueza Sandra Heredia declaró a Álvaro Uribe, uno de los líderes más influyentes y polarizantes de América Latina, culpable de orquestar un plan para manipular exparamilitares presos. El objetivo era que cambiaran sus testimonios y acusaran falsamente al senador de izquierda Iván Cepeda, quien investigaba los vínculos de Uribe con grupos armados ilegales. Paradójicamente, el proceso se originó en 2012 por una denuncia del propio Uribe contra Cepeda, pero la investigación dio un vuelco y terminó con el expresidente en el banquillo.
La sentencia no solo representa la caída de un intocable, sino que activó dos narrativas irreconciliables. Para sus seguidores y aliados internacionales, como el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, se trata de un caso de “lawfare” o “guerra judicial”, una persecución política orquestada por “jueces radicales”. Para sus opositores, liderados por el presidente Gustavo Petro, es un triunfo de la justicia independiente que demuestra que nadie está por encima de la ley. Petro defendió enérgicamente la soberanía judicial de su país, instando a Estados Unidos a “no entrometerse”. Este choque de interpretaciones es el que ha sido importado directamente a la contienda chilena.
2. ¿Cómo ha reaccionado la derecha chilena y qué revela sobre su división?
La reacción no fue homogénea; fue un reflejo de la batalla por la hegemonía del sector.
Esta tensión se agudizó con un conflicto paralelo: las propias acusaciones de Matthei sobre una “campaña asquerosa” en su contra, presuntamente orquestada desde las filas republicanas. Senadores de RN, como Francisco Chahuán, llegaron a preparar una denuncia por la difusión de videos alterados con inteligencia artificial para dañar la imagen de su candidata. Así, mientras Kast defiende a un líder condenado por manipulación, el comando de Matthei acusa a los adherentes de Kast de prácticas similares. La disonancia es total: ¿cómo se puede denunciar una “guerra sucia” en Chile y, al mismo tiempo, justificar las acciones por las que Uribe fue condenado en Colombia?
3. ¿Es solo una disputa electoral o hay algo más profundo en juego?
El caso Uribe ha servido como catalizador de un debate de fondo sobre el alma de la derecha chilena. Lo que está en disputa son dos modelos de proyecto político:
4. ¿Cuál es el estado actual de este debate?
El tema está lejos de cerrarse. En Colombia, la defensa de Uribe apelará el fallo, manteniendo viva la controversia. En Chile, la condena ya es un hecho político consumado en la campaña. Ha obligado a los candidatos a transparentar sus posturas sobre la relación entre poder y justicia, y ha proporcionado a Matthei una herramienta inesperada para marcar diferencias con Kast, presentándolo como parte de una derecha intransigente y dispuesta a relativizar las normas democráticas.
El “fantasma de Uribe” seguirá recorriendo la política chilena en los próximos meses. No como una discusión sobre un expresidente extranjero, sino como una pregunta fundamental para los votantes de derecha: ¿qué tipo de liderazgo y qué relación con las instituciones quieren para gobernar Chile? La respuesta a esa pregunta definirá el resultado de la elección y el rostro de la derecha chilena para la próxima década.