El pedestal vacío habla: Lo que la guerra de estatuas en México revela sobre la memoria fracturada de Chile

El pedestal vacío habla: Lo que la guerra de estatuas en México revela sobre la memoria fracturada de Chile
2025-08-01
  • El retiro de estatuas en Ciudad de México no es un hecho aislado, sino un síntoma de la disputa global por el control de la narrativa histórica en el espacio público.
  • La pugna expone un choque de legitimidades: la justificación administrativa de la autoridad versus la demanda ciudadana y la acción política directa para redefinir símbolos.
  • El caso mexicano es un espejo del debate chileno post-estallido, donde la caída de monumentos como el del General Baquedano dejó una pregunta abierta: ¿quiénes son los héroes y villanos de nuestra historia compartida?

Pregunta Inicial: ¿Qué historia deben contar nuestras plazas?

Hace más de dos meses, en una acción que resonó más allá de sus fronteras, la alcaldía de Cuauhtémoc en Ciudad de México retiró las estatuas de bronce de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara. La justificación oficial, esgrimida por la alcaldesa Alessandra Rojo de la Vega, fue puramente administrativa: las esculturas, instaladas en 2017, carecían de los permisos necesarios. Sin embargo, el eco de esta decisión trasciende la burocracia y se instala en un debate mucho más profundo y familiar para Chile: la batalla por la memoria y el significado del espacio público.

Este evento no es un simple acto de ordenamiento urbano. Es el último capítulo de una “guerra de pedestales” que refleja las fracturas ideológicas de una sociedad que ya no comparte un panteón de héroes unificado. La controversia mexicana ofrece un laboratorio para analizar las tensiones que en Chile siguen latentes desde el estallido social de 2019.

La Trama Mexicana: Un Juego de Espejos Políticos

La situación en México se desarrolló con una simetría reveladora. La alcaldesa Rojo de la Vega, de oposición al gobierno central, ordenó el retiro. En respuesta, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, criticó la medida y ofreció reubicar las estatuas, argumentando su valor como testimonio de un “momento histórico” ocurrido en esa ciudad.

La ironía no pasó desapercibida. La propia Sheinbaum, como Jefa de Gobierno de la capital, había ordenado años antes el retiro de la estatua de Cristóbal Colón del emblemático Paseo de la Reforma, argumentando que respondía a una demanda ciudadana, particularmente de comunidades indígenas, que veían en la figura del navegante un símbolo de opresión.

Ambas acciones, aunque impulsadas desde polos políticos opuestos, comparten un mismo mecanismo: la autoridad de turno interviene el paisaje simbólico de la ciudad. Mientras una invoca la legalidad administrativa, la otra apela a la justicia histórica. El resultado es el mismo: el pedestal queda vacío, convertido en un signo de interrogación. Este fenómeno se complejiza con la aparición de “antimonumentos”, instalaciones ciudadanas que recuerdan tragedias no resueltas —como feminicidios o masacres— y que ninguna autoridad se atreve a tocar, evidenciando que el monopolio del relato público está en disputa.

El Reflejo Chileno: De Plaza Baquedano al Sur Profundo

La resonancia en Chile es ineludible. El debate mexicano parece un eco de las discusiones que se tomaron el espacio público chileno a partir de octubre de 2019. La imagen del monumento al General Baquedano, intervenido, pintado y finalmente retirado de la plaza que llevaba su nombre —rebautizada popularmente como Plaza de la Dignidad—, es el ícono de nuestra propia guerra de pedestales.

El caso de Baquedano encapsula las tensiones:

  • Visión 1: El Símbolo del Orden. Para un sector, el general representa la unidad nacional y la victoria en la Guerra del Pacífico, un pilar del Estado-nación. Su retiro fue visto como un ataque a la historia y a las instituciones.
  • Visión 2: El Símbolo de la Represión. Para otro, Baquedano es la figura de la “pacificación” de la Araucanía, un eufemismo para la violenta ocupación militar del territorio mapuche. Su monumento en el epicentro de la protesta social era una afrenta, un recordatorio de la violencia estatal.

Esta dicotomía no se limita a Santiago. A lo largo del país, estatuas de conquistadores como Pedro de Valdivia o de figuras ligadas a la dictadura han sido objeto de intervenciones y debates sobre su permanencia. La pregunta que surge es fundamental: ¿es posible borrar la historia al remover un monumento, o se trata más bien de un acto de actualización de la memoria colectiva, donde la sociedad decide qué valores quiere honrar en su presente?

El Debate Abierto: ¿Quién Decide Qué Recordar?

El conflicto por los símbolos públicos no tiene una solución sencilla porque expone la falta de un consenso sobre el pasado. Tanto en México como en Chile, la discusión ha evolucionado más allá de las figuras específicas para centrarse en el proceso mismo. ¿Quién tiene la legitimidad para decidir?

  • La autoridad política: ¿Debe el gobierno de turno tener la potestad de reconfigurar el panteón de héroes según su agenda?
  • Los expertos y la academia: ¿Debería un comité de historiadores y urbanistas tomar estas decisiones para evitar la politización?
  • La ciudadanía: ¿Son las consultas populares o los plebiscitos el camino para resolverlo? ¿O es la acción directa en la calle, como la intervención de monumentos, una forma válida de expresión democrática?

La guerra de los pedestales no ha terminado. Ha entrado en una fase de reflexión latente. El pedestal vacío del General Baquedano, al igual que el espacio que dejaron las figuras de Castro y Guevara en la colonia Tabacalera, no significa el fin de la historia. Al contrario, es un potente símbolo de una narrativa en disputa, un espacio que obliga a la sociedad a preguntarse qué relato quiere construir para su futuro y, sobre todo, cómo quiere recordar las complejidades de su pasado.

El tema permite analizar la evolución de las narrativas públicas y el uso de símbolos históricos en disputas políticas contemporáneas. Explora cómo las sociedades reinterpretan legados controvertidos, reflejando fracturas ideológicas profundas y la lucha por definir la memoria colectiva. Trasciende la crónica de un evento para examinar su significado simbólico, sus consecuencias culturales y su resonancia en debates locales análogos, ofreciendo un contexto completo sobre la construcción del espacio público y la identidad.