Chile Elige Presidentes, pero se Queda sin Congreso: La Carrera a La Moneda Fractura a los Partidos y Amenaza la Gobernabilidad

Chile Elige Presidentes, pero se Queda sin Congreso: La Carrera a La Moneda Fractura a los Partidos y Amenaza la Gobernabilidad
2025-08-02
  • La batalla presidencial ha desatado una guerra interna en oficialismo y oposición por los cupos parlamentarios.
  • La fragmentación es transversal: desde la pugna Kast-Matthei en la derecha hasta los vetos cruzados y el pragmatismo de la DC en la centroizquierda.
  • El resultado inminente: un Congreso atomizado que podría dejar al próximo gobierno, sea del color que sea, sin capacidad para legislar.

La Calma que Precede a la Tormenta

A más de 60 días de las primarias que ungieron a Jeannette Jara como la carta presidencial de la izquierda, la carrera hacia La Moneda domina los titulares. Sin embargo, tras el ruido de las campañas, se libra una batalla más silenciosa pero de consecuencias estructurales: la negociación de las listas parlamentarias. Lo que comenzó como un llamado a la unidad en ambos bloques políticos para asegurar la gobernabilidad, ha decantado en una cruda exhibición de fragmentación, personalismos y vetos cruzados. Lejos de construir mayorías legislativas, la disputa presidencial está dejando un puzle roto que amenaza con hacer ingobernable al próximo período, sin importar quién gane en noviembre.

El plazo para inscribir las candidaturas, el 18 de agosto, se acerca como una fecha límite que no resolverá las tensiones de fondo, sino que simplemente las congelará en una configuración parlamentaria que podría ser la más atomizada de la historia reciente.

El Oficialismo y su Unidad a Contrapelo

Tras el contundente triunfo de Jeannette Jara (PC), los partidos oficialistas, desde el Socialismo Democrático hasta el Frente Amplio, se cuadraron rápidamente en un llamado a la unidad. El objetivo era claro: enfrentar a la derecha con un frente cohesionado. Sin embargo, la matemática electoral y las ambiciones personales tardaron poco en agrietar ese discurso. La conformación de una lista parlamentaria única, que en teoría maximiza los escaños, se convirtió en una pesadilla logística y política.

Con nueve partidos (incluida la Democracia Cristiana) aspirando a repartirse 183 cupos a la Cámara, las demandas superaron la oferta. Partidos más pequeños como la Federación Regionalista Verde Social (FREVS), liderada por Jaime Mulet, y Acción Humanista, de Tomás Hirsch, manifestaron su temor a ser sacrificados en el altar de la unidad. Exigieron garantías para su supervivencia, amenazando con levantar una segunda lista que, aunque perjudicial para el bloque, aseguraría su existencia legal.

La tensión no es solo entre partidos. Las disputas internas revelan que los proyectos personales priman sobre la cohesión. El conflicto en el Maule entre el diputado Jaime Naranjo y la senadora y presidenta del PS, Paulina Vodanovic, por un cupo senatorial, escaló hasta la expulsión de Naranjo de la bancada socialista. Su posterior fichaje en el comité de la DC fue una jugada que añadió más presión a las ya complejas negociaciones. En paralelo, la posible candidatura a diputado de Daniel Jadue (PC), en medio de su situación judicial, generó un rechazo explícito de sus socios, quienes la ven como un flanco para la propia Jara.

En este escenario, la decisión de la Democracia Cristiana de sumarse al pacto oficialista a cambio de 22 cupos parlamentarios fue un golpe de pragmatismo. Analistas como Marco Moreno, de la U. Central, lo definen como una "jugada racional que busca asegurar su supervivencia política". Para la DC, era anclarse a una candidatura competitiva o arriesgarse a la irrelevancia. Para Jara, fue un gesto de apertura hacia el centro, un activo simbólico crucial de cara a una eventual segunda vuelta. No obstante, la decisión generó un terremoto interno y externo, con la Internacional Demócrata de Centro calificando el pacto como una "contradicción profunda" con los valores del partido.

La Derecha: Una Guerra Civil a Plena Luz del Día

Si en la centroizquierda la procesión va por dentro, en la derecha la guerra es abierta. La decisión de Republicanos de no participar en primarias y formalizar su propio pacto, "Derecha Unida", junto a libertarios y socialcristianos, dinamitó cualquier aspiración de una lista única opositora. La UDI, viendo amenazada su propia bancada, ha liderado los llamados a la unidad, advirtiendo que la división podría entregarle el control del Congreso a la izquierda, incluso si esta obtiene menos votos.

La tensión escaló a un enfrentamiento directo entre las dos principales figuras del sector. Evelyn Matthei (UDI) acusó públicamente a adherentes de José Antonio Kast (Republicanos) de orquestar una "campaña asquerosa" en su contra, afirmando que "sonríen para la foto, pero acuchillan por la espalda". La respuesta de Kast fue distanciarse, insistiendo en que su adversaria es Jara, no Matthei. Este quiebre ha sido tan profundo que parlamentarios de RN, como el diputado Andrés Celis, han llegado a plantear la posibilidad de que la derecha se cuadre tras Kast si Matthei no logra despegar en las encuestas.

La frustración es palpable. El presidente del Senado, Manuel José Ossandón (RN), reaccionó a las peticiones de la UDI de convocar al COSENA con un exabrupto captado por un micrófono abierto: "Me van a matar los diputados, pero que se vayan a la chucha... están puro hueveando". La frase, más que una anécdota, es un síntoma del desorden y la falta de una estrategia común. La preocupación ha llegado a las bases: 71 alcaldes de derecha firmaron una carta pública implorando por una lista única, advirtiendo que "la ciudadanía no entenderá que mientras hablamos de orden, unidad y responsabilidad, no seamos capaces de ordenar nuestras propias filas".

Un Sistema que Premia al Individuo y Castiga al Colectivo

¿Por qué dos bloques ideológicos, conscientes del riesgo, son incapaces de unirse? La respuesta trasciende la coyuntura. Eugenio Guzmán, decano de la Facultad de Gobierno de la UDD, apunta a un factor estructural: un electorado con un 30% de votantes volátiles y la irrupción de millones de nuevos sufragantes por el voto obligatorio. Este electorado, menos ideologizado y más pragmático, es un botín por el que los candidatos compiten individualmente, a menudo a costa de sus propios partidos.

El sistema político chileno, con un presidencialismo fuerte y un Congreso cada vez más fragmentado, incentiva la emergencia de liderazgos personalistas que construyen su capital político al margen de las estructuras partidarias. La necesidad de un candidato de "ganar su propia pega" choca con la disciplina que requieren los pactos parlamentarios. El resultado es una paradoja: para ganar la presidencia, los candidatos necesitan un Congreso afín, pero el camino para llegar a La Moneda los obliga a tomar decisiones que debilitan precisamente esa posibilidad.

El debate, por tanto, sigue abierto y sin una resolución clara. Ambos sectores se dirigen hacia las elecciones de noviembre con la certeza de que el próximo Presidente o Presidenta heredará un Congreso fracturado, donde la capacidad de diálogo y negociación no será una virtud, sino una condición de supervivencia. La gobernabilidad de Chile para el próximo ciclo político se está jugando ahora, no en las urnas de la presidencial, sino en las tensas y secretas negociaciones por un cupo en el Parlamento.

El tema expone las consecuencias estructurales de un evento político de alto impacto, transitando desde el resultado electoral inmediato hacia una crisis de gobernabilidad a largo plazo. La historia ha madurado lo suficiente para revelar un patrón de fragmentación en todo el espectro político, donde las ambiciones presidenciales individuales chocan con la necesidad colectiva de construir mayorías legislativas. Permite un análisis profundo sobre la tensión entre liderazgo personalista y la salud del sistema de partidos, mostrando una narrativa completa con causas, un desarrollo conflictivo y consecuencias inminentes para la estabilidad institucional del país.

Fuentes