Chile ya tiene su ruta digital soberana al Asia-Pacífico:El Cable Humboldt es la apuesta estratégica con que el país busca autonomía en la red y se posiciona en el tablero geopolítico global

Chile ya tiene su ruta digital soberana al Asia-Pacífico:El Cable Humboldt es la apuesta estratégica con que el país busca autonomía en la red y se posiciona en el tablero geopolítico global
2025-08-02
  • El proyecto Humboldt, ahora en marcha con Google, crea la primera conexión submarina directa entre Sudamérica y Oceanía, consolidando una ruta de 14.800 kilómetros.
  • La decisión de conectar con Australia en vez de China fue una definición geopolítica y comercial que priorizó la viabilidad del negocio y la alineación estratégica con socios occidentales.
  • Esta nueva infraestructura posiciona a Chile como un hub digital regional, atrayendo inversiones como los centros de datos de Microsoft y ofreciendo una ruta de datos resiliente para todo el cono sur.

Hace tres meses, lo que por años fue un ambicioso plan de infraestructura se convirtió en una realidad tangible y una de las decisiones geopolíticas más relevantes para Chile en la era digital. El anuncio de la alianza entre la empresa estatal Desarrollo País y el gigante tecnológico Google para la construcción del Cable Humboldt cerró un largo capítulo de debates y abrió uno nuevo sobre el rol de Chile como un nodo autónomo en la red global de datos. El proyecto, un cable de fibra óptica submarino de 14.800 kilómetros que unirá Valparaíso con Sídney (Australia), no es solo una nueva autopista de información; es la materialización de una estrategia para diversificar la conectividad del país, reducir su histórica dependencia de las rutas que pasan por Estados Unidos y posicionarse como una puerta de entrada digital para Sudamérica al Asia-Pacífico.

La encrucijada resuelta: Australia sobre China

La consolidación del proyecto no fue un camino directo. Durante años, Chile evaluó dos rutas principales que representaban no solo diferentes geografías, sino también distintas visiones geopolíticas. Una de las opciones, impulsada por consorcios como Inchcape Shipping Services y empresas chinas, proponía un trazado directo a Asia, conectando con Hong Kong o Shanghái. Esta alternativa prometía un vínculo directo con el gigante asiático, un socio comercial clave para Chile.

Sin embargo, la decisión final se inclinó por la ruta a Australia, una elección basada en un pragmatismo comercial y un cálculo estratégico. Según explicaron los directivos de Desarrollo País, el trazado a China era significativamente más largo —cerca de 22.000 kilómetros— y, por ende, más costoso. Más importante aún, el análisis de mercado reveló que el volumen de tráfico de datos actual no justificaba la inversión. “Más allá de TikTok no tenemos mucho más intercambio de datos con China”, sinceró Patricio Rey, gerente general de Desarrollo País, apuntando a que el proyecto no habría sido rentable.

La alianza con Google para llegar a Australia ofreció una solución más eficiente. De los 16 pares de fibra que tendrá el cable, 14 serán para uso del gigante tecnológico y dos quedarán bajo el control de Desarrollo País para su comercialización. Esta estructura no solo viabilizó financieramente el proyecto, con una inversión estatal de 25 millones de dólares, sino que también alineó a Chile con un socio tecnológico occidental y un punto de aterrizaje en un país considerado geopolíticamente más estable y neutral para los flujos de datos globales. La jugada es sutil: no es una ruptura con Estados Unidos, sino la creación de una ruta alternativa que no pasa físicamente por su territorio, un factor clave en un contexto de crecientes tensiones y preocupaciones por la seguridad y privacidad de los datos. “Nadie sabe lo que puede pasar en el hemisferio norte, entonces este proyecto se hace cada día más atractivo”, afirmó Rey.

Más que un cable: la construcción de un ecosistema digital

El Cable Humboldt no es un proyecto aislado. Es la pieza fundamental que articula una estrategia nacional más amplia para transformar a Chile en un hub digital para América Latina. Su existencia potencia y da seguridad a otras inversiones multimillonarias en infraestructura tecnológica que se han concretado en los últimos meses.

El caso más emblemático es la inauguración de “Chile Central”, la nueva región de centros de datos de Microsoft en Santiago. Gigantes de la nube como Microsoft, Amazon y la propia Google necesitan conectividad internacional redundante, de alta capacidad y baja latencia para operar. El Cable Humboldt les ofrece precisamente eso: una nueva ruta de salida y entrada de datos que aumenta la resiliencia del país y lo hace un destino más seguro y atractivo para alojar la información de empresas de todo el continente.

La visión va más allá de las fronteras chilenas. Desarrollo País ya trabaja en proyectos de conectividad terrestre, como la fibra óptica a través del Paso Pehuenche, para conectar el Humboldt con Argentina y, eventualmente, con Brasil y el Océano Atlántico. El objetivo es crear un corredor digital bioceánico, donde Chile actúe como el puente principal entre Sudamérica y el Asia-Pacífico, ofreciendo a sus vecinos una alternativa a las congestionadas y vigiladas rutas del norte.

Este desarrollo de infraestructura es también el cimiento sobre el que se espera potenciar la economía del conocimiento. Un ecosistema de venture capital en maduración, apoyado por programas de Corfo, y un creciente número de startups tecnológicas chilenas necesitan de esta conectividad de clase mundial para poder competir y escalar globalmente.

Soberanía en un mundo de gigantes: el estado del debate

Con el socio y la ruta ya definidos, y una fecha de operación fijada para 2027, el debate sobre el Cable Humboldt ha mutado. La pregunta ya no es si se debe hacer o con quién, sino qué significa realmente la “soberanía digital” cuando se logra en alianza con uno de los mayores gigantes tecnológicos del mundo. Para los críticos, la asociación con Google podría implicar una nueva forma de dependencia, aunque reconfigurada.

Sin embargo, para el gobierno y los impulsores del proyecto, la soberanía radica en la capacidad de elección y resiliencia. Al controlar dos pares de fibra, Chile se asegura la capacidad de gestionar una parte del tráfico según sus propios intereses estratégicos y comerciales. Pero el mayor logro es la diversificación. En un mundo digital donde el 97% de las comunicaciones intercontinentales viaja por cables submarinos, tener rutas alternativas es una cuestión de seguridad nacional y estabilidad económica.

La historia del Cable Humboldt demuestra cómo una decisión de infraestructura, madurada durante casi una década, se ha convertido en la principal herramienta de política exterior de Chile en el siglo XXI. El país ha movido una ficha estratégica en el tablero global, eligiendo un camino pragmático que, sin confrontar directamente a las grandes potencias, le otorga un grado de autonomía y un rol protagónico que antes no tenía. El futuro digital de Chile, y de buena parte de Sudamérica, ahora tiene una nueva ruta trazada en el fondo del Pacífico.

La historia representa un hito estratégico de largo plazo para el país, cuyas consecuencias geopolíticas y económicas han madurado tras el anuncio de una alianza clave. Permite analizar la evolución de un proyecto de infraestructura nacional a una pieza fundamental en el tablero de la soberanía digital global, conectando temas de inversión, tecnología y relaciones internacionales. El tema ha evolucionado de una promesa a una realidad tangible, ofreciendo un contexto completo para evaluar su impacto futuro en la posición de la nación como un hub tecnológico regional frente a las tensiones entre potencias mundiales.