Pasados más de tres meses desde que la justicia dictaminara las primeras medidas cautelares en su contra, el panorama para el exalcalde de Recoleta, Daniel Jadue, ha transitado desde la incertidumbre política a una certeza judicial y financiera desoladora. A mediados de julio de 2025, la situación del otrora presidenciable del Partido Comunista (PC) no es solo de inmovilidad física por un arresto domiciliario total —ratificado por la Corte de Apelaciones el 26 de junio tras un breve alivio—, sino de un aislamiento casi completo.
El golpe más simbólico llegó el 9 de julio, cuando sus abogados defensores, Juan Carlos Manríquez y Ramón Sepúlveda, renunciaron al patrocinio alegando la "imposibilidad real de procurarse un trabajo remunerado" de Jadue para costear una defensa privada. Días después, el 14 de julio, la Corte Suprema asestó un golpe definitivo en otra arista: confirmó una condena en su contra por un perjuicio previsional en Recoleta, obligándolo a pagar, junto a otros exfuncionarios, una suma cercana a los 57 millones de pesos. Estos eventos, ocurridos semanas después del clímax político de las primarias, no son hechos aislados; son el epílogo de un ciclo y la consolidación de una nueva realidad en la izquierda chilena.
Mientras el cerco judicial se cerraba, el tablero político se movía a otra velocidad. El domingo 29 de junio, día de las primarias oficialistas, se convirtió en el escenario del relevo. Daniel Jadue, con un permiso especial, acudió a votar en medio de un ambiente tenso, acompañado por un reducido grupo de adherentes y protagonizando un altercado con la prensa. Su imagen, otrora la de un líder de masas, se reducía a la de un imputado ejerciendo su derecho a voto en condiciones excepcionales.
Ese mismo día, la militancia y los simpatizantes de izquierda ungían a una nueva figura: Jeannette Jara. La exministra del Trabajo lograba un triunfo contundente, no solo sobre la carta del Socialismo Democrático, Carolina Tohá, sino también sobre la del Frente Amplio, Gonzalo Winter. El PC, como institución, había encontrado su nueva carta presidencial. El mensaje de felicitación de Jadue en redes sociales —"Se logró compañera"— sonaba más a un pase de posta obligatorio que a una celebración compartida.
La victoria de Jara no fue una sorpresa, sino la culminación de un giro pragmático. Fares Jadue, sucesor de Daniel en la alcaldía de Recoleta, ya perfilaba el nuevo discurso días antes, describiendo a Jara como una alternativa "que genera mayor confianza" y con capacidad de convocar transversalmente, en una crítica velada al estilo más confrontacional que caracterizó el proyecto de su antecesor.
La reconfiguración del poder dentro del PC ha sido gestionada con una calculada ambigüedad por su directiva. El presidente del partido, Lautaro Carmona, ha jugado un rol clave en este equilibrio. Por un lado, ha defendido la participación de Jadue en la campaña de Jara como una "misma obligación que el resto" de los miembros del comité central, manteniendo una fachada de unidad.
Sin embargo, por otro, ha marcado diferencias claras, reafirmando la postura histórica del partido en política internacional (sobre Cuba y Venezuela) y pidiendo "respetar el metro cuadrado del PC", incluso si la candidata presidencial tiene matices. Estas declaraciones, emitidas tras el triunfo de Jara, se interpretan como un mensaje doble: el partido se encolumna tras su nueva líder, pero la institución y su línea histórica prevalecen sobre las figuras individuales. Se desmintieron preferencias por Jadue, subrayando que la decisión siempre recayó en el Comité Central, un claro recordatorio de que el poder reside en el colectivo y no en un caudillo.
El ocaso del proyecto presidencial de Daniel Jadue no ha significado el fin de los cuestionamientos a su gestión. El 9 de julio, concejales de oposición denunciaron a su sucesor, Fares Jadue, ante la Contraloría por un presunto intervencionismo electoral y uso de recursos públicos en favor de la campaña de Jeannette Jara.
Esta nueva acción legal sugiere que los problemas asociados al "modelo Recoleta" no se limitan a la figura de su creador. Pone en tela de juicio la cultura de gestión municipal y abre un flanco que la oposición no ha dudado en explotar, intentando vincular las prácticas del pasado con el presente. La defensa del "jaduismo" ya no es una prioridad para el PC a nivel nacional; su supervivencia como modelo de gestión local es ahora una batalla que Fares Jadue y sus adherentes deberán librar por su cuenta.
A más de 90 días de los eventos que sacudieron al PC, el debate sobre el futuro de Daniel Jadue parece cerrado. Su viabilidad política es nula, su capital simbólico se ha erosionado y su lucha se ha reducido al ámbito personal y judicial. El Partido Comunista ha demostrado una notable capacidad de adaptación, sacrificando a su figura más popular de la última década en pos de un proyecto con mayores posibilidades de llegar a La Moneda.
La historia del ascenso y caída de Daniel Jadue deja preguntas abiertas no sobre él, sino sobre la izquierda chilena. ¿Representa el giro hacia Jeannette Jara una moderación programática o simplemente un cambio de estrategia comunicacional? ¿Cómo convivirá la "cultura de partido" defendida por Carmona con un eventual gobierno liderado por una figura que, aunque militante, ha demostrado tener posturas propias? El "jaduismo" ha terminado, pero las tensiones y redefiniciones que su ocaso ha provocado en la izquierda apenas comienzan a mostrar sus consecuencias.