El secuestro y tortura del exalcalde Gonzalo Montoya no es la crónica de un delito más. Es el estudio de caso de un modelo de negocios que ha madurado. La violencia, en esta nueva configuración, no es un arrebato de furia, sino una herramienta calibrada. La crueldad es un servicio que se aplica para optimizar resultados. Lo que este evento expone es la transición del crimen desde el oportunismo hacia una empresa con una cadena de valor clara, que amenaza con redefinir los parámetros de seguridad en Chile.
Fase 1: El Origen del Modelo - La Búsqueda de un Nicho
El secuestro extorsivo no es nuevo, pero su versión actual opera con una lógica de mercado distinta. Bandas como “Los Mapaches”, implicada en el caso Montoya, no buscan objetivos de alto perfil mediático como en décadas pasadas. Su nicho son las víctimas de riesgo calculado: personas con acceso a dinero rápido y, crucialmente, con vulnerabilidades que los hacen reacios a colaborar con la policía.
El perfil es específico. No es el gran empresario, sino el individuo con una “doble vida”, negocios informales, deudas o secretos que proteger. Gonzalo Montoya encajaba perfectamente: una figura pública retirada, con grandes sumas de dinero en efectivo en su domicilio y una vida privada que, según los captores, podía ser usada como palanca de extorsión. La banda no vendía solo la liberación de una persona; vendía la compra de silencio.
Fase 2: La Escalada - El Caso Montoya como Producto Premium
El secuestro de Montoya funcionó como una operación empresarial bien ejecutada. Cada paso revela una etapa del proceso productivo.
- Inteligencia y Selección del Cliente: La elección de Montoya no fue al azar. Los secuestradores conocían su capacidad de pago en efectivo y sus puntos débiles. La investigación previa es fundamental en este modelo. Sabían que la amenaza de exponer videos con menores de edad era más potente que la amenaza física inicial.
- Ejecución y “Servicio” de Presión: La captura fue solo el inicio. La retención incluyó tortura sistemática —golpes y quemaduras—. Esta violencia no era un fin en sí mismo, sino un instrumento de negociación para acelerar la decisión de pago. Los videos y audios enviados a la familia no eran pruebas de vida, eran demostraciones de la capacidad de infligir dolor, un argumento de venta para el rescate.
- Monetización y Logística: La demanda de 50.000 dólares y el uso de plataformas financieras como Global 66 para triangular los pagos demuestran una estructura pensada para el cobro. La logística de la operación —una casa de cautiverio en Renca, roles definidos dentro de la banda y un plan de fuga para sus miembros— confirma que no se trataba de un acto improvisado, sino de un protocolo criminal estandarizado.
Fase 3: Proyecciones - Consolidación o Disrupción del Mercado
El caso Montoya es un punto de inflexión. La forma en que el Estado y la sociedad respondan determinará la trayectoria de esta industria criminal. Se abren dos futuros probables.
- Escenario A: La Consolidación del Mercado Criminal. Si la respuesta estatal se limita a detenciones puntuales sin desmantelar la red financiera y logística, estas bandas se consolidarán. El secuestro extorsivo a víctimas “vulnerables” se normalizará como un riesgo más de la vida urbana. La percepción de inseguridad impulsará una mayor privatización de la seguridad para quienes puedan pagarla, profundizando la brecha social. La desconfianza en las instituciones aumentará, ya que las víctimas preferirán “negociar” directamente con los criminales antes que arriesgarse a una investigación policial que exponga sus vidas.
- Escenario B: La Disrupción Estatal Sistémica. En este escenario, el Estado comprende que enfrenta a una empresa y no a delincuentes aislados. La respuesta va más allá de la PDI. Implica a la Unidad de Análisis Financiero para rastrear y cortar los flujos de dinero, a la inteligencia policial para identificar y anticipar los perfiles de víctimas, y a la cooperación internacional para desarticular redes transnacionales. El éxito no se mediría solo en detenidos, sino en la quiebra del modelo de negocio. Este es el camino más complejo, pero el único que puede revertir la tendencia.
El secuestro del exalcalde es una señal clara. Chile enfrenta un ecosistema criminal que opera con la fría lógica de un mercado. La pregunta ya no es si el Estado puede capturar a los culpables, sino si puede hacer que su negocio deje de ser rentable.
El caso trasciende la crónica roja para convertirse en un punto de inflexión social. La naturaleza del crimen, sus métodos y el perfil de la víctima revelan la consolidación de nuevas formas de criminalidad organizada que desafían las estructuras del Estado y la percepción de seguridad ciudadana. Su evolución narrativa, desde el hecho delictual hasta las revelaciones sobre su brutalidad, permite analizar en profundidad no solo un evento, sino la emergencia de un nuevo paradigma de violencia y extorsión, cuyas consecuencias a largo plazo están comenzando a ser visibles.